El concepto actual de Salud Pública aboga por un enfoque integral de la salud, no referido únicamente al ámbito biomédico, sino haciendo hincapié en los factores ambientales y sociales que la determinan. En esta idea casi utópica de salud, se generaliza el concepto de una salud universal, justa e igualitaria. Ahora bien, cómo se enfrenta actualmente desde el punto de vista sanitario la identidad de género y la orientación sexual. Sin duda, aún son muchas las inequidades respecto a este sector de la población. Pongámonos primero en contexto.
La orientación sexual (OS) y la identidad de género (IG) apelen a realidades distintas, a pesar de mantener una relación histórica continua. Con OS hacemos referencia al objetivo de atracción sexual/emocional de una determinada persona (Quién nos gusta, digamos). Por otro lado, con IG, determinamos cómo se identifica un individuo (Qué me siento).
A lo largo de la historia ha habido diferentes aproximaciones socioculturales a la OS y la IG, pero centrándonos en la Edad Contemporánea, ambas han sido objeto de represión clara. No es hasta la segunda mitad del siglo XX, con algunas excepciones (recordemos la época de libertad sexual en Alemania en el periodo entreguerras), que comienza a aparecer el movimiento de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (LGTB) como uno de los grandes movimientos dentro de los derechos humanos. Sin embargo, la transición de la demonización de la diversidad sexual a su aceptación social requirió de un proceso fundamental, su despatologización.
La homosexualidad tuvo que “dejar de ser una enfermedad”.
Actualmente, la aceptación de estas realidades en muchos lugares del mundo ha experimentado un progreso sin precedentes, pero aún son muchas las metas por alcanzar para permitir una igualdad, no solo judicial, sino también social y por ende sanitaria.
He aquí que se tuvo que esperar al 17 de mayo de 1990 para que la Organización Mundial de la Salud (OMS) descatalogara de la International clasification of disseases (ICD) o Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE, en sus siglas en español) a la homosexualidad. Es sin duda una fecha primordial en los derechos de las personas gays, lesbianas y transexuales y en general en el progreso de los derechos humanos.
¿Por qué debería ser también un hito en la Salud Pública?
Atendiendo a datos recientes, se estima que en torno a un 3-4% de la población norteamericana se declara abiertamente LGTB. Este dato es pequeño si lo comparamos con términos menos cerrados, habiendo hasta un 11% de la población que refiere haber experimentado atracción y/o relaciones con personas del mismo sexo. Esto implicaría la existencia de unos 26,5 millones de personas LGTB en Estados Unidos. Si presupusiéramos que hay una homogeneidad en el porcentaje LGTB global, tendríamos a 800 millones de personas LGTB en el mundo. Nos encontramos ante una minoría de la población, sí, pero no una desdeñable.
Con la supresión de la OS como enfermedad se dejó de considerar a millones de personas de padecer un trastorno mental, concretamente un trastorno de la personalidad. Esto ha tenido unas claras consecuencias en la percepción del colectivo sobre su propia identidad y en los posteriores avances sociales logrados.
Ahora atendamos a las características de esta población desde un enfoque salubrista. Para ello he de señalar que los problemas derivados de la OS y la IG van a ser variables dependiendo de muchos factores socioculturales y geográficos.
Los datos estadísticos evidencian unas tasas superiores de trastornos del estado de ánimo, en concreto de ansiedad y trastornos depresivos, sobre todo en las poblaciones jóvenes. Son aún más alarmantes las tasas de ideación suicida (5-7 veces superior a las de la población heterosexual) y suicidio consumado en estas poblaciones. Se estima que entre el 25-30% de los suicidios en Norteamérica ocurren en población LGTB (a pesar de suponer menos de un 5% de la población total).
La OMS ha mostrado su preocupación en torno al suicidio como uno de los grandes retos de la Salud Pública en el futuro, pues se estima que en torno a 1,5 millones de personas mueran por esta causa en 2020 (es la segunda causa de muerte en el grupo de edad de 15-29 años). La población LGTB tiene que ser un punto clave de las estrategias a seguir.
Otro problema asociado al colectivo LGTB son las ITS (infecciones de transmisión sexual) y aquellas patologías no infecciosas asociadas a ellas (recordemos que casi la totalidad de cánceres de ano en varones en relación con el virus del papiloma humano, VPH, se corresponden con hombres que practican sexo con hombres {H-S-H}). La población H-S-H en cualquier entorno tienes tasas de afección por ITS superiores a las de la población heterosexual. En los países desarrollados el porcentaje de casos incidentes de VIH actualmente es casi exclusivo de personas H-S-H.
En lugares donde además la aceptación de la comunidad LGTB es baja o incluso está penalizada, a estos problemas se suman los casos de violencia, abuso de drogas y exclusión social con el consecuente aumento de población indigente y los problemas de salud que estos conllevan.
¿Y qué ocurre con la identidad de género?
Nos encontramos con que la transexualidad supone en los últimos estudios en torno a un 0.5% de la población de Norteamérica. A día de hoy, en la CIE-10, la transexualidad no ha llegado a despatologizarse enteramente. Si bien se apunta que los problemas de salud mental no serían inherentes a la o IG, se diferencian patologías comunes a la población general como trastornos mentales específicos solo por pertenecer a este grupo. Esto genera desconcierto en la propia capacidad de la persona para autodefinirse, así como promueven el estigma social al que ya se encuentran expuestas las personas trans.
F64.1 |
Trastorno de identidad de género en adolescencia y edad adulta Transexualidad Travestismo de doble rol Utilice código adicional para identificar estado de reasignación de sexo (Z87.890) Excluye 1: – trastorno de identidad de género en la infancia (F64.2) Excluye 2: – travestismo fetichista (F65.1) |
F64.2 |
Trastorno de identidad de género de la infancia Excluye 1: – trastorno de identidad de género en adolescencia y edad adulta (F64.1) Excluye 2: – trastorno de maduración sexual (F66) |
F64.8 |
Otros trastornos de identidad de género |
F64.9 |
Trastorno de identidad de género, no especificadoTrastorno de rol de género, NEOM |
Además, el enfoque actual de apoyo a las personas con deseo de efectuar terapias de cambio de sexo se hace desde un punto de vista excesivamente biomédico. En la mayoría de países aún son necesarias un exceso de pruebas médicas y psicológicas para el acceso a las terapias hormonales/quirúrgicas. Continúa resultando un tema difícil de plantear, aún como discusión, la implementación de medidas de terapia hormonal en menores para evitar el desarrollo a un sexo no correspondiente con su género.
Es por ello es fundamental que se ataque al problema de la patologización de la transexualidad en la nueva edición (la número 11) aún en construcción de la CIE.
Todas estas características hacen pensar que la población LGTB debe ser una diana relevante en la discusión de las competencias de la Salud Pública, por sus características especiales tanto en los problemas a los que se enfrenta, como en la forma de acceder a sus miembros. La Salud Pública ha de proteger a los individuos en su conjunto de forma justa e igualitaria y sería un fallo intrínseco en su sistema no considerar al conjunto LGTB como objetivo prioritario de sus políticas.
Gracias por escribir un artículo tan relevante. Aplaudes la salud pública por sus avances, y a la mizma vez, haces una llamada a la acción. Me ha abierto los ojos a la patologización de la transexualidad, porque no sabía que todavía existe. Sigue dando tu opinion acerca de eso. Necesitamos más salubristas así!
Me ha encantado leer tu artículo, Ángel. Me parece un tema muy pertinente e importante, porque como bien has dicho es un tema de justicia y equidad que afecta a millones de personas. Igual que Amanda, yo tampoco me daba cuenta de que la transexualidad seguía inscrita en el CIE – habrá que ver si sigue siéndolo en la versión 11 que sale en 2018.
Me interesa mucho el tema de la medicalización y de la desmedicalización, sobre todo ver porqué se produce este fenómeno. En el caso de la homosexualidad, los psiquiatras y médicos (como el alemán Richard Kraft-Ebbing en 1886) lo redefinieron como una patología médica con el objetivo de descriminalizarlo, ya que se consideraba entonces un crimen grave. A la base, era una manera de proteger a los homosexuales de sanciones legales, pero luego acabo convirtiéndose en otra forma de represión mediante las llamadas terapias de conversión sexual.
Además, al ver cuanto han cambiado las clasificaciones como el CIE o el DSM a lo largo de los años, me hace reflexionar en lo político que es el proceso de elaborar estas listas. El DSM, por ejemplo, es escrito y revisado por un grupo de trabajo de la Asociación Estadounidense de Psicología, pero en él influyen las negociaciones con una diversidad de actores, cada uno con sus puntos de vista y agendas. Esto se ha visto con la despatologización de la homosexualidad, que pone en evidencia el papel primordial y la influencia que tienen los activistas y movimientos LGBT+. Ahora esperemos que pase igual con la despatologización de la transexualidad.
Muchas gracias Ángel por tu artículo. Para empezar, la imagen principal del tema me parece excelente. Es muy llamativa e impactante y dan ganas de hacer click en el link. El tema elegido me parece importante y la redacción me parece ligera, algo que se agradece al leer el texto.
Como añadido, comentar que el DSM III fue el último DSM donde la homosexualidad fue considerada una enfermedad. Hasta la publicación del DSM IV en 1994, 4 años después del anuncio de la OMS, la homosexualidad continuó siendo una patología para la Asociación Americana de Psiquiatría.
No me resultan extraños los datos que has proporcionado ni tampoco los riesgos de infección y procesos derivados (como el cáncer de ano) de los HSH, lo que sí que me ha resultado bastante sorprendente es que desde el punto de vista de la salud pública no se esté haciendo nada.
España tiene la mayor incidencia de VIH de Europa, casi el 85% de los casos son hombres en la treintena. Es una tragedia. Se le ha perdido el miedo a esta enfermedad y esa conciencia social que se generó en la comunidad LGTB durante los años 1990-2000 se ha perdido ante la disminución de la sensación de riesgo. A los jóvenes actuales las parece algo del pasado ya que no han vivido la época de los años 80 donde el diagnóstico de SIDA significaba una muerte segura. Tenemos un campo muy importante ahí sobre el que podemos actuar y no estamos haciendo nada o lo que se está haciendo se está oyendo más bien poco. Necesitamos indagar más, hablar más del tema y divulgarlo más para que así se haga algo desde las administraciones.
En cuanto a la transexualidad, es indignante que aún esté recogida en el CIE 10 como una patología. Para el año 2018 se espera que cambie de trastorno de género a incongruencia de género (http://www.eldiario.es/sociedad/OMS-considerar-transexualidad-trastorno-condicion_0_607189929.html). Vamos avanzando a pasitos cortos. Esperemos llegar a buen puerto.
La población LGTB siempre ha sido un colectivo invisible a los ojos de las administraciones y a pesar de que las legislaciones están cambiando, parecer ser que sigue siendo invisible puesto que los problemas de salud que desarrollan parecen no ser tan importantes como los de la comunidad heterosexual.