Uno de los desafíos más grandes para los médicos que nos dedicamos a la gestión sanitaria, es explicar qué es lo que hacemos. Y es que explicarle a tu hijo o hija de 5 años (o a cualquier adulto) que eres médica pero que no atiendes pacientes, no es tarea fácil. Ya perdí la cuenta de las veces en que tras explicar a qué me dedico, alguien me responde: “Ahá, ¿entonces en qué hospital trabajas?”.
Cabe señalar que ni siquiera entre los salubristas existe consenso. Cito por ejemplo un artículo en que se revisan las distintas visiones de la salud pública del cuerpo docente de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, que concluye“(…) los profesionales de la Escuela dejan ver una serie de particularidades en la forma de concebir la Salud Pública con similitudes y diferencias marcadas por los distintos recorridos antes de llegar a ella.”
Volvemos entonces al inicio, como explicar lo que hacemos. Una buena alternativa es usar un ejemplo práctico, y para el caso decidí usar la reforma sanitaria de 1952 en Chile, que crea el Sistema Nacional de Servicios de Salud (SNS).
Previo a su creación, la filantropía era el pilar de la salud pública chilena. Existían en esa época el Seguro Obrero Obligatorio y el Servicio Médico Nacional de Empleados, además del Ministerio de Higiene, Asistencia y Previsión Social (1924), no obstante la caridad cristiana era la principal fuente de financiamiento de los establecimientos hospitalarios, instituciones que más allá de su disposición al servicio público seguían siendo instituciones privadas con administraciones privadas.
Actor relevante en este período fue el Dr. Salvador Allende que, siendo ministro de salubridad, publica el libro “La realidad médico social chilena” (1939), donde plantea cuestión de la siguiente manera: “El defecto más notorio y evidente de la organización de los servicios médicos de la república es el que se deriva de su falta de coordinación. Esta trae consigo como consecuencia obligada un menor rendimiento y un mayor gasto (…)”, y cita a modo de introducción de su libro “CHILE tiene la más alta mortalidad infantil del Mundo”.
Otro artículo menciona que “los principales problemas del sistema de salud previo a la creación del SNS eran de orden administrativo y de orden funcional (…); con un énfasis en el trabajo hospitalario en desmedro de la asistencia domiciliaria y en consultorios externos (…); y falta de coordinación de los funcionarios y de las instituciones para resolver racionalmente los problemas ordenados por su importancia para el medio social”.
Las autoridades de la época asumen el desafió y promulgan en 1952 la Ley 10.383 que crea el Servicio Nacional de Salud (SNS). La creación del SNS significó que las más importantes entidades médicas curativas y preventivas se reunieran bajo una sola dirección, concentrando las tres funciones principales del nuevo sistema sanitario (la protección, el fomento y la reparación de salud) en una sola institucionalidad.
Analizar todos los cambios que esto significó sería muy extenso, de modo que solo apuntaré que en los primeros años de funcionamiento, el SNS logró aumentar la cobertura de la atención profesional del parto del 30% (1952), al 40% en 1955 y al 60% en 1960. Esto entre otras medidas como el incremento del control prenatal, el programa de alimentación complementaria, el plan de planificación familiar y la asistencia médica al lactante, pre-escolar y escolar, tuvieron como consecuencia la disminución de la mortalidad infantil y materna.
Con esto quiero decir que no basta con que exista oferta de servicios sanitarios, o acceso a dispositivos de salud y a profesionales sanitarios, si no existe una institucionalidad que organice y oriente los esfuerzos, delimitando prioridades y optimizando, en la medida de los posible, el uso de los recursos humanos y económicos, para alcanzar resultados que a nivel de poblaciones se traduzcan, y se perciban, como mejor salud. Eso entiendo yo, refleja en parte lo que es salud pública, aquella que en las definiciones versa como «esfuerzo organizado de la sociedad».
Mi próximo desafío es traducir esta idea a un lenguaje que entiendan mis hijas de 5 y 7 años; pero de eso ya escribiré otro día.
Ante todo agradecerte Isabel que hayas elegido este tema sobre la importancia de la organización y función administrativa de un sistema.
Me ha gustado mucho cómo has introducido el tema, con el desconocimiento de qué significa dedicarse a la gestión de la salud incluso para los mismos salubristas. Por mi parte, estoy totalmente de acuerdo con tu razonamiento que de aquí parte toda la problemática. Si nos es complicado a nosotros mismos explicar cuál es el rol de un gestor sanitario, ¿Cómo podemos pretender que en ella haya una coordinación? ¿Cómo podemos implementar un organigrama en un sistema sin tener claro cuáles son los roles de cada actor? Precisamente esta última pregunta es primordial para analizar la desorganización y saturación del sistema español, tanto en el sector sanitario como en cualquier otro sector público. Llegados a este punto me gustaría recordar que el sector público es un servicio a disposición de la población, trabajan gracias y para la población. No obstante, en numerosas ocasiones funcionarios del Estado omiten este detalle aportando servicios de mala calidad y desentendiéndose del problema. Mareando al ciudadano de despacho en despacho sin saber ellos mismos quién es el encargado de ayudarles para la prestación que requieren. Un claro ejemplo de ello es la oficina de extranjería, a la que muchos de vosotros habéis tenido que acudir.
En lo que refiere más específicamente a la cuestión del sistema sanitario en España. Me gustó mucho la clase del profesor A. Duran quién resaltó los fallos del sistema sanitario español reflejando la importancia de definir los roles de cada uno de los actores que forman dicho sistema con el fin de alcanzar un objetivo común. Y es que ningún equipo de fútbol gana un partido sin una clara definición de los roles de cada jugador.
Tu publicación me lleva a otra reflexión; ante las demandas de un mayor número de personal sanitario en los hospitales, más allá de la falta de personal ¿no estaríamos además (y sobre todo diría yo), ante una mala organización del propio sistema? ¿Podríamos volver el sistema más eficiente con el mismo número de personal sanitario pero con una organización distinta?
Ahaa, es buena la discusión concerniente este artículo haga clic en la
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este sitio web, he leído todo esto, así que ahora
también estoy comentando aquí.