Muchos años atrás, cuando empecé, en mi época adolescente, a salir con mis amigos a bares y pubs, gran parte de la identidad de dichos lugares consistía en un cambio de densidad aérea, de olor, un ambiente sombrío dominado por el humo del tabaco procedente de los clientes fumadores, que nos hacía sentir mayores, nos hacía creer que estábamos en un sitio prohibido. Si no fumabas, a veces hasta tus propios amigos te miraban con condescendencia. No eras tan chulo como ellos. Con el tiempo, y especialmente al estudiar medicina, me di cuenta de la gran cantidad de humo que había fumado pasivamente en esas interminables noches en las que nos creíamos los reyes de la calle…
Al hablar de Salud Pública irremediablemente pensamos en la lucha contra enfermedades infecciosas a lo largo y ancho del planeta. Pensamos en tuberculosis, en VIH, en enfermedades tropicales… ¡Malditos bichos!
Siempre pensamos en la vacunación, probablemente uno de los más importantes avances de la salud en la historia, y se nos enciende el cuerpo al acordarnos de determinados personajes reconocidos izando la bandera de una campaña antivacunas. Hemos de reconocerles, no obstante, su mérito, pues con dos ideas poco contrastadas y con muy poco tiempo de trabajo han conseguido, entre otros muchos hitos, devolver a España el sarampión que tanto trabajo costó erradicar de nuestro medio. ¡Malditos antivacunas!
Todos son grandes avances, sin duda. Sin embargo, cuando hablamos de Salud Pública, nos cuesta asimilar la importancia que tiene a nivel poblacional, al menos en los países industrializados, el consumo de tabaco. Al igual que el alcohol, este elemento (al que nunca osaríamos denominar maldito) se ha convertido en parte de lo socialmente aceptado, en parte de nuestra forma de ser, de nuestra cultura, de nuestra vida.
Es por ello que hemos de recalcar y reconocer el gran trabajo realizado por la Organización Mundial de la Salud cuando, en el año 2003, y enfrentándose a una industria económicamente poderosa, decidió lanzar el Convenio Marco para el Control del Tabaco1, constituyendo ello, a mi modo de ver, un importante hito en la historia de la lucha en favor de la salud poblacional.
Resumiendo, podemos decir que es un tratado basado en pruebas que reafirma el derecho de todas las personas al máximo nivel de salud posible. Representa, sin duda, un cambio de paradigma en la estrategia de reglamentación de las sustancias adictivas, actuando a través de planes de reducción de la demanda así como en aspectos relacionados con el suministro.
De este modo, el tratado propuso un cambio en el precio y medidas fiscales relacionados con la compra del tabaco, así como de la información divulgada por los productos, y al mismo tiempo una protección contra la exposición al humo del tabaco y reducción de la publicidad y promoción del mismo.
En España, en el año 2005, se vio reflejado dicho tratado en forma de la Ley 28/2005 de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco2, posteriormente modificada en forma de Ley 42/20103, conocida popularmente como ley antitabaco.
Actualmente, y desde entonces, no se puede fumar en lugares públicos, como bares, pubs o restaurantes, hecho que ha reducido significativamente la prevalencia de fumadores pasivos en nuestro país4. Este dato, que podemos observar en la gráfica, no se ve acompañado, sin embargo, de una evidente reducción de la prevalencia de fumadores en España, aunque algunos estudios apuntan a una importante reducción del tabaquismo entre la población trabajadora española5. Estas leyes que han reducido la cantidad de fumadores pasivos de nuestro país, no obstante, no ha estado exenta de polémica. ¿Hasta qué punto tendrá esto un impacto en la salud de la población? ¿Hasta que punto está teniendo impacto en la hostelería y en la clientela de los establecimientos? ¿Y qué decir del precio a pagar por los fumadores, con el consecuente impacto en sus economías y en la industria tabaquera? Lo cierto es que, en términos generales, estas leyes han favorecido a los no fumadores y han tratado de reducir la cantidad de fumadores de nuestro país, independientemente del impacto futuro que ello genere.
Siento pena, porque ya no podré entrar en un bar y sentir que buceo entre la espesa niebla de un mundo especial… Pero respiro, y mis pulmones se llenan.
Por culpa de la OMS, seremos menos chulos, pero viviremos más años.
Mario, primero que nada me gustaría felicitarte por la creatividad y la manera en la que abordaste el tema.
Al igual que tú considero que el Convenio Marco para el Control del Tabaco ha sido un gran hito en la Salud Pública, sobre todo, si consideramos que el tabaco causa la muerte de una persona cada seis segundos; y que el tabaquismo es un factor de riesgo para seis de las ocho causas principales de muerte en el mundo.
A través de este post, me gustaría poder compartir un poco sobre la situación que se llevó a cabo en México, así como algunos datos curiosos.
En México, pese a que las advertencias sanitarias respecto al tabaco comenzaron a introducirse desde 1973, no fue, sino hasta 1993 cuando se reguló la publicidad. Se obligó por ley a mostrar advertencias con el eslogan de “Fumar mata”. Claro, esto no impidió que se siguiera fumando de manera desenfrenada, y no sólo en adultos, sino que las prácticas se volvieron comúnes en menores de edad, como modo de aceptabilidad social. De ahí que con la celebración del Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud para el Control del Tabaco (CMCT) celebrada en el 2003, México fuese el primer país de la región en ratificarlo; estableciendo políticas para el control del tabaco con la publicación de la Ley General del Tabaco (LGCT) en el 2008 [ya sé, 5 años después de dicha comitiva, pero bueno… más vale tarde que nunca].
De igual manera a partir del 2010 y del 2011, se implementó un impuesto del 16% a los cigarrillos; lo que equivaldría a una cuota específica de $0.35 pesos por cada cigarrillo ( lo que equivaldría a un aumento de $7.00 pesos por cajetilla de 20 cigarrillos); claro esto traducido en euros son céntimos, si contemplamos que 1 euro equivale en promedio a 20 pesos mexicanos.
Sin embargo, para algunas personas cuyo salario mínimo oscila en 76 pesos por día, la inversión en cigarrillos, no daría para más, o se come o se elige el vicio.
Pese al gran logro de estabilidad en el monto de fumadores, (sin aumento, ni decremento en un período de 7 años) continúa la lista de tareas pendientes en la agenda, tales como: la prohibición total de la publicidad y un incremento en pictogramas en ambos lados de la cajetilla, para generar mayor alerta a la población.