
Primeros días de octubre 2019, yo caminaba por la plaza de la Fuente de las Batallas en Granada y súbitamente sonaron varios estruendos. Mi primer impulso fue el de lanzarme al suelo. Mis reflejos, por suerte lentos, impidieron que hiciera el “papelón”. Mire a mi alrededor. Toda la gente caminaba tranquila y conversaba sin preocupaciones. Esos estruendos habían sido petardos que celebraban algún tipo de fiesta religiosa.
Había estado, en estos días, tan ensimismada en las noticias de mi país, que por un momento me costó entender dónde me encontraba y por qué la gente no huía. Apenas a un par de semanas de estar lejos de casa, empezaron a llegarme mensajes por redes sociales conmovedoras. Imágenes y videos de la más violenta represión, jamás vista en mi país desde que tengo memoria.
Quito, la primera ciudad del mundo declarada como patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO, convertida ahora en un campo de guerra por una crisis política y económica sin precedentes. Mi país, ahora era un país roto por complejos problemas socio-económicos de larga data que se habían acumulado y rompieron el silencio.
Niños y niñas ahogándose en bombas lacrimógenas, ancianos, mujeres, personas con discapacidad deambulando por las calles. Personal sanitario y áreas consideradas de paz siendo atacadas. Un pueblo entero luchando por causas que consideran justas. Con el único propósito de no perder derechos adquiridos. Gente de a pie, mayoritariamente indígenas, quienes pese a no tener nada más que escudos de cartón, lograron mantenerse 12 días frente a una represión policial y militar brutal, ordenada por el gobierno de turno.
Cuando mi corazón saltó del miedo con los estruendos, comprendí lo afortunada que soy en estos momentos. Lo maravilloso que es para un ser humano vivir de forma digna y en un lugar pacífico. Sin embargo, no podía dejar de estar preocupada por mi gente e impresionada por la situación de millones de personas que viven su cotidianidad marcada por la violencia. Así, llegó la inspiración para averiguar un poco sobre los derechos humanos.
Es importante recordar que la Organización de las Naciones Unidas nace como tal el 24 de octubre de 1945. Pero la primera “Declaración de las Naciones Unidas” fue firmada por 26 países, 3 años antes, el 1ero de enero de 1942. La unión de estos países fue motivada por la segunda guerra mundial. Esta guerra, mucho más devastadora que la primera, habría dejado más de 60 millones de muertos, mayoritariamente civiles. Por la presión de los países asiáticos, latinoamericanos y de la Sra. Eleanor Roosevelt se introduce en la Carta, el texto: “ respeto universal a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión ” y se crea una comisión para la creación de una declaración sobre derechos humanos.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, fue presidida por la Sra. Roosevelt y proclamada en París en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. Ha sido traducida en más de 500 idiomas. Sigue siendo un hito o referente a nivel mundial, sobre derechos y libertades mínimas dignas, justas e inalienables, a cumplirse para todos los seres humanos sin ningún tipo de discriminación. Ha servido como una piedra angular para la lucha por los derechos de grupos minoritarios específicos como personas con discapacidad, víctimas de violencia, poblaciones indígenas, población LGTBI, víctimas de tortura o trata, etc. y ha permitido detener delitos y disminuir la violencia en ciertos casos.
Lastimosamente, los intereses económicos, los poderes políticos y la violencia armada de ciertos grupos o países no permitan que se cumplan en su totalidad. Existen aún en nuestros días, seres humanos sometidos a esclavitud y otros expuestos a niveles de violencia injustificada que afecta su dignidad, su libertad, su paz y su salud. Más de 70 millones de personas se encuentran en calidad de refugiados. Ante esta realidad, el cumplimiento de los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos debería constituir una premisa mínima de cumplimiento obligatorio para los países miembros de la ONU y su incumplimiento debiera ser sancionado de forma más enérgica, para garantizar que los gobiernos la cumplan.
Lo curioso, la palabra: salud no se incorpora como un derecho universal específico en dicha declaración. En el artículo 25 se hace mención al acceso a la atención médica. Sin embargo, la salud no es sólo el acceso a los servicios sanitarios. Por eso, aunque suene contradictorio, considero que la Declaración Universal de los Derechos Humanos es un importante hito en la salud pública. Contempla necesidades esenciales del ser humano para obtenerla como son: la vida, libertad, igualdad, justicia, dignidad, libertad de movilidad de congregación familiar y comunitaria, la seguridad, evitar toda forma de esclavitud, tortura o trata, fomentar un trato digno, reconocimiento de personalidad jurídica, respeto a creencias políticas o religiosas, etcétera.Sin ningún tipo de discriminación.
El reconocimiento de los derechos humanos universales, como un mínimo, pretende favorecer a que el ser humano alcance una vida digna y con ella, potencialmente, obtendría también su salud. Aun así, sin lograr garantizarla en plenitud, debido a su carácter multidimensional. Sin estos derechos humanos universales, poco se podría hablar de salud. Probablemente, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, requiera una actualización que incluya a la salud como un derecho universal específico.
Así, cuando el corazón retoma su ritmo, tras los estruendos, aunque la realidad nos sobrepase a veces (o casi siempre) la convicción de que un mundo mejor es posible, que las injusticias pueden superarse y que la paz puede encontrar su cielo, nos sirve de inspiración para agradecer el estar vivo, fortalecer el espíritu y darle un “valor agregado” a la vida. Comprender que tu carrera tiene un propósito más allá de ti misma es suficiente motivo para recobrar la energía y superar la realidad en busca de una vida digna, justa, pacífica y saludable.

E. Galeano (Uruguay) Utopias
Muchas gracias por este artículo Veronica! Me he resultado conmovedor. Se lee entre lineas que lo has escrito con sentimiento.
Voy a hablar directamente del punto que considero te habrá llevado a reflexionar sobre la aplicabilidad de actas/documentos tan fundamentales y referentes como la Declaración de Universal de los Derechos Humanos. Y es que yo me pregunto lo mismo. Como así no se menciona si quiera la palabra «salud» cuando es un concepto tan fundamental en la vida de todo individuo? No deberíamos de hablar de salud como el epicentro de los derechos humanos?
Pero bueno como bien indicas la declaración de los derechos universales existe pero también se recogen «millones» de crímenes que atentan a estos derechos con lo cual, de algo sirve que haya reglas escritas? Sería bueno incluir la noción de salud en el acta para aportarle el reconocimiento que se debe pero a la vez me temo que las injusticias en nuestro mundo tan desigual no vayan a cambiar en reacción a esta modificación.
Es una cuestión interesante la de la teoría y la practica e imagino que nunca dejará de serlo porque como seres humanos que somos, nos definimos por nuestras opiniones, intereses, que con frecuencia entran en conflicto y destruyen nuestra utópica teoría con el tiempo menos concebible.
Una vez más muchas gracias por tu artículo Vero 🙂
Vero, muchas gracias por compartir este artículo tan conmovedor. Aunque no soy ecuatoriana, sabes que tengo un gran amor por Ecuador y sus comunidades indígenas. A mí también me sorprendió escuchar sobre la violencia en Ecuador durante los últimos meses. Durante los tres años que viví en Ecuador, recuerdo el país como un lugar de belleza, comunidad y celebración de la pluralidad cultural. Sin embargo, siempre había una clara desconfianza hacia las compañías petroleras extranjeras y muchas personas me contaron de su frustración por la pérdida de empleos por las compañías petroleras extranjeras. Por las carreteras yo admiraba la belleza de los diversos paisajes, pero también notaba los letreros de compañías petroleras escritos en chino. Los subsidios de gas en Ecuador eran tan grandes, que para mi el costo mensual de gas que utilizaba para cocinar y calentar agua solía ser menos de 2 USD, pero para muchos ecuatorianos, este costo representaba una gran parte de su economía. Estos subsidios para muchos ecuatorianos, eran necesarios para poder alimentar y mantener la salud de sus familias. Lo que no me di cuenta es que esta corriente subyacente de desconfianza política estaba creciendo y pronto resultaría en un levantamiento tan violento.
Mientras estudiaba relaciones internacionales hace casi 10 años, mi tesis se tituló, “The Paradox of Plenty” en la cual estudié “the resource curse» que se aplicaba al descubrimiento de petróleo y su explotación en América Latina. Mi investigación se centró en el caso de Brasil, cuando descubrieron que los depósitos de petróleo en alta mar eran más grandes de lo que habían pensado (http://news.bbc.co.uk/2/hi/business/8355343.stm). Es sorprendente lo paradójico que resulta la abundancia de recursos naturales como lo es el petróleo, en el cual tiende a conducir a un menor crecimiento económico y un peor desarrollo en general. Los pueblos indígenas de Ecuador realmente tienen una gran tarea por delante para proteger sus derechos de los intereses económicos del gobierno. Gracias por traer luz a este importante tema para que en todo el mundo más personas puedan apoyar los derechos y la salud de los ecuatorianos.
Muy interesante artículo, Vero. Sobretodo, por el punto de vista de la narradora. Aunque estás fuera de tu país en este momento, creo que eres capaz de conferir a tu entrada del blog un valor que gente como yo, extranjeros en cierto modo a tu realidad nacional, sólo podemos apreciar como extraños que somos, y agradecer.
Alabo, por otro lado, la capacidad de respuesta de tu pueblo ante estas violaciones flagrantes de sus derechos. Es una verdadera tragedia que hayan tenido que salir a la calle para luchar por unas condiciones de vida dignas en las que poder desarrollar su día a día; aunque no deja de sorprenderme, como ya digo, el valor de los tuyos, su coraje y las agallas que están demostrando.
Sin embargo, debemos reconocer como sobrecogedores los actos de un gobierno que ha sido inicialmente establecido por medio de las urnas; un gobierno que ha acabado como lo está haciendo, tomando decisiones que no sólo son impopulares en su comienzo, sino directamente atentando contra el pueblo que les puso ahí.
Me asombro cada vez que leo algo de información acerca de violaciones de los derechos humanos (por desgracia, hay noticias acerca de la violación del que queramos). Me abruma la inactividad de las diferentes organizaciones internacionales que están supuestamente a cargo y vigilantes de que estos casos no se den. Organismos que, en muchos casos, están conformados por cargos electos, personajes públicos que nosotros elegimos para que tomen decisiones, para que cumplan con lo acordado en estas “grandes cumbres” y declaraciones que ya conocemos y que también sabemos que pocas veces se cumplen. Como puedes ver, mis reflexiones van en la línea de las de Ainhoa en el comentario a tu post que precede al mío.
¿Quién vigila a los vigilantes? Es una frase ya incorporada a la mente colectiva, aunque recuerdo haberla leído por primera vez en una línea de cómics que desde aquí recomiendo (“Watchmen”, sobretodo su tomo principal). ¿Quiénes los vigilan, y quiénes los eligen? ¿Cómo los elegimos? Creo que este tema, de profundísimo calado social e importancia, debe ser tomado en cuenta de forma prioritaria en todas las conversaciones entre los decisores.
También debemos cuestionar el modelo, un modelo al que no podemos dejar hacer como hasta ahora, escudados bajo las típicas excusas de “dos personas no pueden cambiar nada”. Somos pocos, pero unos pocos aquí, otros pocos allá, y otros tantos en otras tantas ciudades… Lo más importante: estamos siendo formados para estar ahí, para hacer lo que se necesita hacer, incluso para hacer lo que otros han intentado y, quizás, fracasado en algunos puntos.
Un profesor, hace poco, empleaba el término “primera división” para referirse al campo y estatus profesional en el que nos estamos adentrando nosotros. Obviando la metáfora futbolística, creo que llevaba bastante razón. Y que no nos sirva para creernos importantes o subirnos a ningún pedestal. Que nos sirva para sentir el valor, el poder, la emoción y sobretodo, la responsabilidad, que necesitamos sentir para acometer los tremendos, extraordinarios, cambios que podemos guiar y de los que podemos formar parte.
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