<< […] y todo lo efectivamente real, es racional.>>
G.W. Hegel.
WARNING. No vayan los lectores a malentender la propuesta que el título anuncia. No es una consigna paulocoelhiana, pues no pretende decir que puedes estar sano si te lo propones. No es tampoco, al hilo, una reivindicación de la noción de bienestar que aparece en la definición de la OMS. Y aunque lo mereciera, no se trata de un grito por la consideración que aún falta hace hacia las personas con padecimientos psíquicos.
Decir que la salud, conceptualmente, es un asunto mental, implica toda una serie de pormenores, que sucintamente voy a tratar de mostrar. El objetivo es dar a entender, como hipótesis, que la salud acontece en el seno de una mente; y que esta es una entidad en constante formación de sí misma, compuesta de un conjunto de procesos internos, interrelacionados y jerarquizados.
Para ilustrar la importancia del problema, voy a desviarme ligeramente. En 1991, los autores Dahlgren y Whitehead publican un artículo en el que tratan de sensibilizar a la clase política sobre las implicaciones que las inequidades sociales tienen en la salud de los individuos. Su fórmula cristalizará en un modelo comúnmente conocido como <<el arcoíris>> de Dahlgren y Whitehead. De alguna manera, esto debió ser un hito, puesto que para final de los años 90 y principios de los 2000 comenzó a introducirse en las agendas de Salud Pública la cuestión de los determinantes sociales. Todo a pesar de que algo así como un paradigma llamado biopsicosocial fue ya expuesto por el psiquiatra George Engel en el año 1977.
¿Único pesar? Veámoslo.
Por un lado, enco
ntramos que la puesta en relevancia de los factores que no encajan con la fisiopatología clásica para dar explicación de la enfermedad no ha resultado, efectivamente, en una sustitución de la teoría científica y de la metodología de investigación. Más bien, han hecho las veces de “coeficientes correctores”, que según el autor y su contexto, gozan de mayor o menor relevancia o fuerza determinante. Es decir, y por ejemplo: que dado un caso de infarto de miocardio, se dirá que tanto porcentaje del mismo lo explica la genética, tal otro la diabetes y la hipertensión, y tal otro su puesto de trabajo (si lo tiene) y la ubicación de su vivienda (si la posee). Lo que a ojos de muchos es una suerte de reconsideración de un algo importante, a mí me suena a churras con merinas, entre otras metáforas. ¡Eh, chicos! ¡Habíais olvidado mi factor social! ¡Incluidlo con el resto!
Por otro lado, sucede que, a mi juicio, hay un desconocimiento acerca de formulaciones teóricas que podríamos llamar integradoras o totalizadoras. No voy a entrar en conspiranoias sobre si esta ignorancia es deliberada o no. Dejémoslo en que pareciese, salvo excepciones no tan excepcionales, que la comunidad científica no presta atención a lo que en otros lados y otros momentos se ha desarrollado en una materia tan fundamental para todo esto como es la causalidad. Y de esto hay ríos de tinta. Buenos y malos.
Por no enredar más de lo que ya esté enredando, no parece conveniente entretenerse en recorrer los numerosísimos caminos, conocidos y desconocidos, que aparecen en el horizonte que planteamos. De entre los imprescindibles que habría que mencionar, vamos a dejarlo en que, cómo no, habría que empezar por Aristóteles.
Sin embargo, por cercanía en tiempo y campo (hasta cierto punto) sí que conviene gastar unos minutejos en el intelectual británico Gregory Bateson. Este autor, cuyos estudios y contribuciones alcanzan mayor completitud hacia los años setenta, estaba significativamente influido por la Teoría General de Sistemas, la Cibernética y la Teoría de la información, la Teoría de tipos Lógicos y de Conjuntos, y la poesía de William Blake. En una conferencia pronunciada en enero de 1970 afirmará, entre otras cosas, que un bosque es una mente. Y aquí empieza a verse un poco el quid.
Pero, ¿qué es una mente? Aún a día de hoy se dan de hostias los que pretenden responder. Cometiendo el pecado de querer resumirlo al extremo, propondremos aquí que Bateson se inspira notablemente en el concepto de Sistema, entendiéndola pues como: un todo, compuesto de partes, y que a su vez es parte de un todo suprayacente; las partes de que está compuesto, son potencialmente también sistemas (o mentes); no debe entenderse la mente según las reglas que operan sobre sus partes individualmente, sino sobre sí misma como el todo conjuntivo. Y, no menos importante, la mente se hace y mantiene a sí misma, a través de todas estas múltiples relaciones.
Expuesto tan apresuradamente puede resultar confuso. No sobra en cualquier caso decir que su obra más conocida se llama Pasos hacia una ecología de la mente. Tampoco digamos ya lo que da de sí pensar en la relación entre los términos Espíritu y Mente (sin olvidarnos de la palabra alemana Geist…). Con todo, baste señalar lo fundamental que es dirimir adecuadamente si un suceso (como, por ejemplo, una causa) ocurre a un nivel u otro; es decir, si pertenecen, en términos de Bateson, a unos u otros procesos mentales.
Lamentable y afortunadamente, hay que recapitular. Ya que todo el excurso no es sino el medianamente abonado suelo para un planteamiento. ¿No será un error teorético considerar, tácita o explícitamente, que las transformaciones sociales ocurren al mismo nivel que las transformaciones fisiológicas? ¿No sería adecuado indagar sobre la jerarquización de los niveles causales o determinativos, sea cual sea y como sea? De lo contrario, padecemos el riesgo de caer en la paradoja de Epiménides, que siendo a la vez mentiroso y sincero, nos sirve de analogía para lo que es a la vez la parte y el todo, sociedad e individuo.
Porque siendo la salud lo que sea (que a saber), sí sabemos que se da y se quita en los miembros de una sociedad y en ella misma. Y la sociedad es una mente.
Interesante análisis…la salud (lo que sea) termina siendo tan compleja como la mente humana….» que esta es una entidad en constante formación de sí misma, compuesta de un conjunto de procesos internos, interrelacionados y jerarquizados»…una maraña de elementos interrelacionados que funcionan con características específicas del lugar, el tiempo, la sociedad, cultura, economía, política, fisiología, genética y otros factores a los que se encuentre expuesta. Me parece una interesante metáfora.
Otro elemento interesante que planteas es, lo de que si » ¿No será un error teorético considerar, tácita o explícitamente, que las transformaciones sociales ocurren al mismo nivel que las transformaciones fisiológicas?»….no lo pienso así, pero considero que muchas transformaciones sociales se han dado en manos de los jóvenes….por edad, energía, proceso fisiológico o convicción?? qué será?
Lo que queda claro es que …todos los cretenses son mentirosos! 🙂 Buen artículo!