En este artículo pretendo plantear una reflexión sobre el juego y las apuestas y, específicamente, del problema creciente que tienen los adolescentes con el juego en países occidentales como el nuestro. Para ello, imaginemos el siguiente hipotético escenario.
Es viernes 23 de octubre de 2020, tienes 15 años y estás en el recreo con tus compañeros de cuarto de ESO. El clásico del fútbol español se juega mañana y ya sabéis que, como siempre, quedaréis para verlo. Pero a un amigo tuyo se le ocurre lo siguiente. ¿Y si apostáis a la victoria del Barça? Parece una propuesta razonable, pues el Madrid llega al Camp Nou en un estado de forma muy malo. De hecho, ha perdido su último partido contra un humilde equipo ucraniano repleto de bajas. Además -pensáis- así, si gana el Barça, la celebración será doble, pues la mayoría sois culés.
Desde el 1 de abril de 2019, las casas de apuestas online exigen un documento personal para verificar la mayoría de edad. Pero estas regulaciones tienen sus excepciones. Por ejemplo, no hace falta verificar la cuenta para hacer ingresos inferiores a 150 euros. Además, tu amigo, que es el que tiene la cuenta, la tiene a nombre de su hermano que sí es mayor de edad.
Os fijáis en las cuotas. Se paga a 1,85 euros la victoria del Barcelona, y a 3,90 euros tanto el empate como la victoria del Madrid. Decidís apostar 7 euros a la victoria del Barça. Si acertáis, ganaréis 7 x 1,85 = 12,95 euros, de los cuales 5,95 euros serán ganancias netas. Si perdéis, os quedáis cada uno sin los 7 euros que ha apostado, pero ¿cómo no va a ganar el Barça este clásico? Es el claro favorito.
Efectivamente, el partido no pinta mal para el Barcelona. Pero en la segunda parte, el árbitro decide pitar un penalti a favor del Real Madrid por un ligero agarrón dentro del área. El Madrid convierte el penalti y consigue arrebatarle el clásico al Barcelona. Os enfadáis. Claramente habéis tenido mala suerte. Tomasteis la decisión correcta apostando por el Barça -os decís unos a otros-, pues creéis que ha jugado mejor. Pero el árbitro os ha robado señalando un penalti que no era.
A partir de estas cuotas, podemos calcular que la casa de apuestas estimaba la probabilidad de victoria del Barcelona en 54,1%, del Madrid en 25,6% y de empate en 25,6%. Y, si sumamos estas probabilidades, nos daremos cuenta de que nos sale una cifra mayor de 100% (en concreto, 105,3%). Esto es así porque la casa de apuestas necesita un margen de beneficio, que en este caso es igual a 5,0 céntimos por euro apostado. A la larga, la casa siempre gana y el jugador siempre pierde.
No pasa nada, pensáis. Habéis perdido vuestro dinero, pero al menos así habéis disfrutado más del partido. Sin embargo, es posible que este día se haya convertido para alguno de vosotros en el inicio de una relación problemática con el juego. Alrededor de un 4 % de adolescentes españoles ha tenido problemas con el juego (es decir, ludopatía) en el último año, la tasa más alta de Europa.
Las apuestas deportivas, los casinos, las tragaperras… pueden ser muy adictivas para mucha gente, pero lo son especialmente para los adolescentes, y es por eso que debemos protegerlos de estos peligros para los que no están preparados. Como sabemos desde los análisis experimentales de la “caja de Skinner”, las acciones más adictivas son aquellas que al realizarlas conllevan una recompensa de forma aleatoria e impredecible.
Skinner, estudiando un grupo de ratas, se dio cuenta de que aquellas acciones (en este caso, pulsar un botón) que siempre conllevaban una recompensa (en este caso, recibir un trozo de queso) resultaban aburridas. Por lo tanto, las ratas aprendían a usar el botón solamente cuando querían recibir la recompensa. Sin embargo, cuando probó a aleatorizar la recompensa, pulsar el botón se convirtió en un juego para las ratas, que empezaron a pulsarlo repetidamente durante largos periodos de tiempo. Cuando la recompensa es aleatoria, la propia acción se convierte en un estímulo suficiente como para desencadenar un pico de dopamina en nuestro cerebro. Esto es lo que pasa cuando apostamos en la ruleta de un casino. Da igual que no acertemos el número ganador a la primera, a la segunda o a la tercera… Seguiremos pensando: ¿y si acierto a la cuarta? “Una ronda más y me voy” es la gran mentira que la gente se dice a sí misma en los casinos.
Con las apuestas deportivas, esto puede ser todavía peor, pues creemos que podemos averiguar cuál o cuáles son las acciones que nos reportarán una probabilidad de recompensa mayor. Con frecuencia, las personas que juegan creen que sus conocimientos sobre el deporte son suficientes como para que la probabilidad de ganar esté casi asegurada.
Como vemos, el juego y las apuestas se ceban con nuestra impulsividad, y por eso los adolescentes son especialmente vulnerables, pues su cerebro no está del todo desarrollado. En concreto, la ludopatía es más frecuente en los siguientes subgrupos de adolescentes: varones, de minorías étnicas, adolescentes cuyos padres también juegan, y que no viven con ambos padres. Otros dos predictores de ludopatía son: ganar mucho dinero en las primeras experiencias con el juego y pertenecer a un estatus socioeconómico bajo. Estos adolescentes mencionan que las principales razones que los llevan a jugar son: escapar de la realidad y la imposibilidad de resistir la tentación.
Tanto el juego como las apuestas están muy reguladas en el caso de los adolescentes, pero estos siguen encontrando las formas de evitar estas regulaciones. Además, también las casas de apuestas y la industria del entretenimiento se reinventan cada año para encontrar nuevos vacíos legales y así fomentar el juego en adolescentes. El último caso, que ha despertado bastante interés social, ha sido el de las “loot boxes” de los videojuegos, que el gobierno ya se ha comprometido a prohibir. Mientras tanto, no podemos dejar de denunciar públicamente esta injusticia social. La sociedad debe conocer la cara real de los casinos y las casas de apuestas, que no son más que unas empresas que viven a costa de la salud mental de muchas personas, con frecuencia adolescentes.
¡Hola Javi! Me ha resultado muy interesante el post que has publicado porque realmente expone una situación de riesgo que está afectando a centenares de familias a lo largo y ancho del país. Si ya de por sí la adicción al juego causa efectos devastadores (de índole social, económica, etc.) en cualquier persona, estos efectos son aún más acusados en grupos tan vulnerables como son los menores de edad. Todavía más si se reúnen algunas de las características que has citado en tu post, como un bajo nivel de renta familiar, padres separados o divorciados, o la pertenencia a ciertas minorías.
El crecimiento de las casas de apuestas y del juego online ha subido de forma exponencial durante los últimos años, y llama poderosamente la atención como algunos de estos establecimientos se concentran en localizaciones estratégicas, como son los centros escolares e institutos. Esto, unido a la publicidad tan agresiva que se hace desde los medios de comunicación fomentando la iniciación en el juego mediante pequeños incentivos (como puede ser el regalo de la cantidad “X” con una apuesta superior a la cantidad “Y”), puede resultar en conjunto un auténtico reclamo para los más jóvenes.
Por otro lado, la situación que vivimos actualmente en relación con la pandemia no ayuda bastante. Según datos de la Dirección General de Ordenación del Juego, se calcula que durante el segundo trimestre de lo que va de año, el juego online obtuvo en España un margen de beneficios de casi 209 millones de euros, lo que viene a significar un 17,7% más con respecto al segundo trimestre de 2019. Es lógico. Durante el confinamiento se conjugaron una serie de factores favorables, como son la mayor cantidad de tiempo libre en casa o el incremento en la utilización de Internet y los medios digitales.
Personalmente, estoy de acuerdo contigo en la falta de regularización que hay del juego en nuestro país y en la necesidad de elaborar planes o estrategias desde el gobierno que impongan más restricciones a la hora de permitir el acceso a las instalaciones o servicios, así como en los acuerdos publicitarios de estas casas de apuestas con equipos de fútbol y diversas empresas. También creo que concierne a los padres el concienciar a sus hijos desde pequeños del riesgo que tiene el juego online y tener cierto conocimiento sobre los contenidos que visitan en la red (si bien ésto último puede resultar bastante complicado).
Muchas gracias y enhorabuena por el artículo.
¡Hola Javier!
Enhorabuena por el post. Me parece muy acertado haber elegido este tema de absoluta actualidad y poner en evidencia la dimensión del problema. La verdad, es que leía en la prensa sobre ello y no conocía su magnitud.
Las cifras de las que hablas y el impacto en la adolescencia me han parecido escandalosas. Que sea tan fácil acceder a una actividad con unos riesgos tan sobradamente conocidos, confirman una vez más, la fuerza de una industria,que no siempre mira por el bien común, y su influencia sobre los poderes políticos.
Conocemos bien los mecanismos cerebrales de la adicción y cómo estos acaban escapándose de nuestro control y generar patologías (como la ludopatía, en este caso). Pero también que éste no es el problema. Como cuentas, los riesgos son mayores en colectivos vulnerables. De nuevo, la explicación biologicista intenta imponerse a la de los determinantes sociales.
Hemos podido ser testigos de la prohibición reciente, por parte del gobierno, de la publicidad de las casas de apuestas en deportes, radio y televisión. Desgraciadamente, ya están estudiando llevar este veto a los tribunales. Confío en que no salga adelante.
Confío también en que se escriban mas post como el tuyo, que las opiniones acaben siendo unánimes y que desde la salud pública podamos hacer algo al respecto.
Un saludo.