El 16 de marzo de 2020, el día que inicié el confinamiento por el coronavirus, comencé a escribir un diario. Mi idea era tener algo que contarles a mis sobrinos cuando tuvieran edad suficiente para preguntarme sobre este año pandémico. Hoy, ocho meses después de que comenzara la cuarentena en Brasil, este diario es una colección de recetas de pasteles que nunca hice y relatos sobre las peleas que escuché desde la ventana de mi edificio.
Durante los dos primeros meses de encierro, todos los días a las 20:30, mis vecinos se acercaban a sus ventanas para gritar contra el actual presidente del país que insistía en negar la gravedad de la pandemia. Pero
no solo los opositores del gobierno se manifestaban, los simpatizantes de Bolsonaro también se unían y las protestas se convertían rápidamente en una pelea generalizada con todo tipo de insultos entre los confinados. Ante este espectáculo cotidiano, rápidamente dejé de creer que saldríamos de esta pandemia con un nuevo sentimiento de colectividad como se puso de moda decir. El Coronavirus surgió en el apogeo del individualismo humano y mi impresión era que el virus solo ampliaría la brecha entre los grupos: de izquierda y de derecha, de pobres y ricos y los que creían en la gravedad del virus de los negacionistas.
Desde lo más alto de mi desánimo, comencé a seguir las noticias sobre COVAX (COVID-19 Global Vaccine Access Facility), uno de los cuatro pilares del COVID-19 Tool Access Accelerator (ACT), lanzado en abril por la Organización Mundial de la Salud (OMS), Gavi Vaccine Alliance (Gavi) y el Coalition for Epidemic Preparedness Innovations (CEPI). El objetivo de la iniciativa es unir recursos, compartir el riesgo del desarrollo de vacunas contra el Coronavirus y garantizar que estas sean asignadas de manera equitativa para finales de 2021.
Garantía para países sin recursos
La idea es la siguiente: los países de ingresos altos, previo pago, solicitan las vacunas y, con ello, fomentan la producción y garantizan que los países de ingresos bajos reciban las vacunas tan pronto como estén disponibles. La iniciativa reúne un portafolio con 12 vacunas en desarrollo y, una vez comprobada la efectividad de alguna de ellas, se distribuirá al 20% de la población de los países participantes. Para los llamados países financiadores, la Covax funciona como un seguro; para los 92 países financiados, aquellos que no pueden aportar recursos, una posibilidad de vacunar a su población sin tener que entrar en la disputa injusta por los proveedores.
Ser parte de la Covax no impide que los países se asocien con los fabricantes de vacunas. Estados Unidos y la Unión Europea ya han firmado acuerdos millonarios con fabricantes privados para tener un suministro interno prioritario. Esta prisa desenfrenada por garantizar vacunas y tratamientos no es nada nuevo en la historia de epidemias pasadas. El problema con este comportamiento es que si algunos tienen demasiado, otros necesariamente no tendrán suficiente.
En 1996, el descubrimiento de los cócteles antivirales revolucionó el tratamiento del VIH en el mundo occidental. No fue hasta 7 años que los medicamentos llegaron a África, el continente más afectado por el virus. Lo mismo ocurrió con la vacuna contra el rotavirus, aprobada en 2007 y altamente eficaz contra la diarrea por rotavirus. En 2015, solo el 20% de los niños del mundo habían recibido las tres dosis de la vacuna, en 2019, poco menos del 40% tuvo acceso a este recurso.
Es aquí donde entra en juego la Covax como una posibilidad de ofrecer un acceso equitativo a la población de los más de 180 países que integran la alianza. La distribución de vacunas se realizará por etapas: inicialmente, los países recibirán vacunas suficientes para inmunizar al 3% de su población, priorizando a los profesionales de la salud y asistencia social. Posteriormente, las dosis se distribuirán hasta alcanzar el 20% de la población, especialmente la de mayor riesgo, como los ancianos y las personas con comorbilidad. La segunda fase del plan estaría dirigida a países específicos que recibirían la vacuna en caso de emergencia.
¿Conflicto ético?
Algunos investigadores afirman que en este plan existe un conflicto ético. Según ellos, los países más necesitados deben tener prioridad desde el principio para combatir la pandemia de manera más eficiente. También señalan el peligro de confundir motivos políticos con éticos en medio de la pandemia.
Además, la iniciativa ha sido acusada de falta de transparencia en sus acciones, denuncia recurrente en los programas de la OMS debido a sus crecientes alianzas con instituciones de capital privado y ONGs. Los expertos dicen que tanto la COVAX como los gobiernos deben asegurarse de que las empresas productoras de vacunas pongan sus datos a disposición de cualquier empresa que desee utilizarlos.
El financiamiento de la alianza también es otro tema sensible. El objetivo para poder respaldar a los países más pobres es de 2 billones de dólares para 2020 y otros 5 billones de dólares para el año siguiente. La mayoría de las naciones con gran potencial de financiación ya se han unido al grupo. Cabe destacar la negativa estadounidense y rusa a unirse a la alianza, que solo confirma la actual política nacionalista y a veces negacionista de los dos países.
No sé cómo saldremos de esta situación. En cualquier caso, la Covax me aporta un poco de esperanza en el sentimiento de colectividad planetaria. Independientemente de las motivaciones de las empresas y los países financiadores, que pueden ser diversas, lo importante es que esta iniciativa es un avance en salud pública ya que garantiza un proceso de vacunación más equitativo.
Deseo poder contarles a mis sobrinos, en conversaciones llenas de pasteles (que espero haber aprendido a hacer para entonces), que en 2020 seguí el desarrollo de un hito en salud pública. Después de todo, no son las vacunas, sino la vacunación lo que aliviará la pandemia.
Hola Bianca! Excelente artículo, me gusta mucho como comienzas narrando desde tu experiencia personal como fue el confinamiento para ti. Y sin duda ese enfoque social que remarcas es una realidad que a mi parecer es compartida en varios lugares del mundo. Y ni hablar de las desigualdades que salen a flote con ese tipo de situaciones sanitarias, como sería el acceso a las vacunas en las regiones del mundo más desfavorecidas.
Muchas gracias por compartir tu opinión Bianca.
Uma saudação!
Hola Elena,
me encanta que tenga gustado. Si, creo que muchos sítios están pasando por momentos de incertidumbre y me encanta escuchar tus experiencias desde Venezuela y percibir lo cuanto nuestros países tienen realidades similares. Ojalá pongamos ver un nuevo momento de crecimiento y desarrollo social.
Gracias y saludos!
¡Hola confinada agobiada! No he podido evitar echarme unas risas con tu introducción. Desde luego, felicitarte antes de nada por la forma en la que has redactado tu artículo, me ha encantado.
Además, me parece que el tema que has escogido no puede ser más adecuado y más necesario de hablar. He de reconocer que no conocía nada sobre COVAX hasta hace muy poquito, una iniciativa con un carácter altruista y, a la vez, con grandes probabilidades de éxito. Ojalá sea así y la ansiada vacuna contra el nuevo coronavirus, cuando llegue, sea pública y sea repartida de forma equitativa entre todos los países, asegurando la vacunación de ese 2O% de la población que prometen, y que sea la población de mayor riesgo. Quizás COVAX sea la muestra de que la pandemia por la que estamos pasando sí haya logrado generar cierto “sentimiento de colectividad”, el cual yo también creía improbable. Bueno, supongo que siempre va a haber personas y colectivos con un negacionismo teñido de egoísmo irremediable, véase Miguel Bosé o, a gran escala, Estados Unidos a manos de Trump y Rusia con Putin.
Pero lo cierto es que, hasta ahora, no habíamos conocido ninguna iniciativa así, capaz de mover a tantos países y a tantos grupos implicados en donar dinero, para que sea recibido por los países con menos recursos. Un movimiento que choca claramente con las acciones que, aunque también novedosas, eran las más esperadas de ver, como es esa “compra adelantada” de vacunas, esa asociación con las farmacéuticas por parte de varios países para que, en cuanto salga, sean los primeros en recibirla. Como bien recalcas, “si algunos tienen demasiado, otros necesariamente no tendrán suficiente”. Y, eso, sí que no es ético.
Claramente, como dices, COVAX es un avance de salud pública y confío en que se materialice y lo podamos llamar hito dentro de no mucho. Muchas gracias por tu artículo y enhorabuena Bianca. Un saludo.