Decía una famosa canción de 1996:
Me estoy quitando
Me estoy quitando
Solamente me pongo en vez en cuando
Estoy buscando al doctor pa’ que me dé la receta
¡Para irme a una farmacia y ponerme ciego de anfetas!
Me estoy quitando (mentira que te visto yo pal polígano)
Me estoy quitando (qué no, qué no era pa’ mí, qué era pa’ otro que también)
Se está quitando
-Extremoduro. Agila-
¿Podría haber existido el desarrollo de la humanidad sin las drogas?
A lo largo de la historia la antropología ha estudiado profundamente el papel de las sustancias psicoactivas como elemento de las culturas y la integración social, y muchos acontecimientos tienen a las drogas como principio, medio y fin: la Ley Seca, las Guerras del Opio y otras contiendas, la producción artística o el progreso científico.
Pero a pesar de todos los contextos posibles de los que forman parte, durante mucho tiempo las formas de gestionar la relación entre las sustancias y el ser humano han pasado por la prohibición, las cárceles, el psiquiátrico, la culpa y la marginalidad.
De la punición a la legalización
Inicialmente las regulaciones se establecen desde el paradigma prohibicionista, pero las medidas punitivas fracasan en sus objetivos y amparan crímenes contra los Derechos Humanos: los convictos por drogas conforman el 18% de las prisiones globales, viviendo en situaciones de hacinamiento y tortura. Tailandia, por ejemplo, en 2003 ejecuta extrajudicialmente más de 2.800 personas en su cruzada contra las drogas.
Las sanciones penales generan más desigualdad socioeconómica, con mayor efecto entre los colectivos vulnerables y racializados, teniendo las personas negras 6 veces más riesgo de ser detenidas. En Reino Unido, el 60% de las actuaciones policiales son por drogas, y estudios estiman que tener antecedentes penales por cannabis pueden reducir un 19% los ingresos vitales. Además, la criminalización empuja hacia prácticas de riesgo y al no acceso a servicios sociosanitarios por miedo a ser detenidas.
En algunos países las prevalencias de VIH y Hepatitis C por sustancias inyectables son del 50% y 90% respectivamente, siendo Rusia uno de los más afectados debido a su prohibición del tratamiento de sustitución de opioides y a su bajo apoyo a los programas de intercambio de jeringuillas.
La problemática toca muchas esferas, y en el imaginario social las medidas represivas potencian las visiones de una conducta desviada o de enfermedad. La impronta de estereotipos y prejuicios, que afecta tanto al que observa como al que consume, generan (auto)estigma, construcciones del yo, aislamiento y exclusión social.
En la búsqueda de políticas más adecuadas para solventar el problema de Salud Pública que supone, los países empezaron a tomar medidas alternativas.
La descriminalización se refiere a la eliminación de un comportamiento o actividad del derecho penal, mientras que la despenalización implica una disminución de la sanción penal. La legalización supone la eliminación de todo tipo de prohibiciones legales.
Comisiones de disuasión
En la década de 1980 el problema del consumo de drogas en Portugal motiva su primer Programa Nacional de Lucha Contra las Drogas (proyecto VIDA): se implementan estrategias preventivas de reducción de daños, se crean centros de tratamiento y “comisiones de disuasión”. De esta forma, las comisiones evalúan a la persona, y en caso de tener problemas de dependencia, se estimula a iniciar un tratamiento sin imponer una sanción económica.
En el año 2000 se introduce la Ley nº 30/2000 de descriminalización del consumo personal, por la que, aunque sigue siendo ilegal el uso y posesión, las sanciones pasan a ser administrativas en vez de penales. Además se introducen regulaciones más centradas en la equidad, los determinantes sociales y la reducción del estigma, haciendo diferenciaciones entre consumo problemático, y aplicando la sanción en proporcionalidad al delito.
Seguridad y autonomía
Buscando limitar el narcotráfico y garantizar un consumo seguro desde el principio de autonomía, en 2013 Uruguay legaliza del cannabis recreativo.
Mediante inscripción, sin la cual sería una actividad ilegal, se abren 3 vías (cultivo, clubes y farmacias) a los ciudadanos nacionales, y aunque haya mayor accesibilidad, parecen mantenerse estables la tendencia de consumo y la de uso problemático.
Entre 2014 y 2018 el consumo ilegal de “prensado paraguayo”, de peor calidad, se redujo del 58,2% al 11,6%. Aún así, el contrabando todavía no ha desaparecido, ya que muchas personas no quieren registrarse por miedo al estigma, y ha crecido un “mercado gris” de excedentes hacia los turistas. Se estima que en 5 años la legalización ha conseguido quitarle al narcotráfico más de 22 millones de dólares, aunque, debido a las tensiones en el comercio, parece que aumentaron temporalmente delitos como el homicidio, y el uso de cárceles como mercado de drogas.
Las ganancias financian el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCCA), desde donde se gestionan políticas públicas, recursos dirigidos a la población, evidencia científica y la evaluación de las estrategias.
Numerosos países están intentando regular el consumo: España, Alemania, Italia y otros descriminalizaron el consumo, y 11 estados en EEUU y Canadá legalizaron el cannabis. Pero otros como China, Indonesia o Arabia Saudí aún mantienen la pena de muerte.
En el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT) se pueden comparar las regulaciones vigentes entre países y las medidas alternativas a la punición.
De la cueva a la oficina
La ubicuidad del uso de sustancias en la vida humana tiene múltiples fines, siendo un importante elemento en la cultura y socialización. Sabemos que series como Euphoria acercan realidades; que están volviendo los viajes espirituales; que se está investigando en salud mental con psicodélicos, y se dan anfetaminas al TDAH; que la crisis opioide de EEUU no viene de un uso recreativo; que el alcohol y el tabaco son las drogas sociales con mayores repercusiones; y parece que las microdosis de LSD vienen para endulzar el café de las mañanas productivas.
A lo mejor es que la historia de la humanidad es tan dependiente de las drogas que tampoco puede ‘quitarse’.
O a lo mejor es que nunca se trataba de ‘quitarse’, sino de entender que han sido y son una herramienta más de la humanidad, que tenemos que investigar y gestionar desde los contextos sociales y la perspectiva de Salud Pública en todas las políticas.
Como decía aquella canción:
Me estoy quitando, ¡qué sí!
Me estoy quitando, ¡qué no!
Solamente me pongo en vez en cuando
¡Enhorabuena Sheila por este trabajo!
Me ha parecido muy interesante la publicación. Desde el principio captas la atención del lector y eso hace muy amena la lectura. La conclusión me parece excelente y estoy totalmente a favor de esta postura; la gestión de las drogas y su contexto social es esencial para poder mejorar esta situación de estigmatización y problemas de salud que derivan del uso de Drogas.
Las sanciones penales, y también las administrativas, producen un mayor aumento de la desigualdad social que existe con las personas adictas a drogas. Aunque no solamente las personas con menos recursos toman drogas, es innegable que un gran porcentaje de todos los consumidores si lo son, por lo que abogar por un modelo de reducción de daños, así como de promoción y deshabituación, proporción de empleo o dar recursos en caso de que no dispongan de ellos me parece mejor que imponer sanciones a diestro y siniestro.
Resulta muy curioso que existan todavía países en los que se pene de muerte por el simple eso de consumir o traficar con drogas, cuando si nos paramos a pensar, la droga es un producto de nuestra sociedad, a todos sus niveles.
Otro tema que quería comentar es el de la legalización de la droga. Deberíamos hacer un ejercicio para valorar qué pasaría si se legalizasen todas las drogas. ¿Disminuiría el narcotráfico? ¿Aumentaría el consumo? ¿Existiría un mayor control sobre las drogodependencias? ¿Aumentaría la seguridad de los consumidores? Realmente es un tema muy complejo. Estas sustancias producen dependencia, y un acto de legalización puede provocar un aumento repentino de su consumo en personas que no lo harían sin este «empujón´´.
Hay que recordar que existen drogas legales en nuestro país, como el tabaco o el alcohol. Y en otros países hay otro tipo de drogas también legalizadas. No hay que olvidar los problemas del consumo de estas sustancias solo por el hecho de que sean legales.
Finalizar este comentario con una vuelta al inicio, la salud pública tiene que seguir investigando para gestionar lo que las drogas, en todos sus aspectos, puedan repercutir en la salud de la población.
Hola Sheila, me ha encantado tu artículo. Las situaciones que mencionas de cada país hacen que el artículo sea más claro y podamos sentir la magnitud del problema. Por mi parte, tengo alguna discrepancia sobre el que parece ser el mensaje que quieres mandar con tu artículo. Yo también opino que la estrategia de reducción de riesgos es más importante que la estrategia prohibitiva. De igual manera, no puedo estar más de acuerdo en la importancia de eliminar la culpabilidad y estigmas sociales asociadas a las personas que consumen drogas. Sin embargo, creo que las leyes y regulaciones en contra de las drogas, siempre que estén bien planteadas, son necesarias. En nuestra sociedad las drogas (por mucho que a veces no se las considere como tales) más consumidas son el alcohol y el tabaco. Esto no es casualidad, es así porque son las dos únicas drogas legales en nuestro país. No seamos inocentes, si se ilegalizara la marihuana, por ejemplo, aumentaría su consumo. Y eso, en mi humilde opinión sería un grave problema para la salud pública. El uso de marihuana se ha relacionado con peor rendimiento escolar; empeoramiento de algunos casos de depresión, trastornos de ansiedad y esquizofrenia preexistente; aparición de reacciones psicóticas agudas; etc. Por tanto, la política, los organismos de salud pública y los esfuerzos colectivos deben ir de la mano. El aumento de los impuestos al tabaco ha sido una medida política que ha reportado resultados muy beneficiosos para la salud pública, pues ha conseguido reducir su consumo. Quizás en un futuro próximo incluso tenga sentido prohibir su uso. En cualquier caso comprendo la complejidad de estos debates y considero normal que no estemos de acuerdo en todo. Así que lo dicho, gracias por tu artículo Sheila.