Fotografía: Tony McGrath / The Observer
En 2020 se cumplieron 60 años desde que una pequeña pastilla nació y llegó al mundo para cambiar la vida de la mujer.
Hasta su creación, las mujeres dependían del preservativo masculino (por tanto, dependían del hombre), o de métodos poco fiables o engorrosos como el método de Ogino, el diafragma o la esponja cervical.
La creación de la píldora anticonceptiva fue un hito de la Salud Pública del siglo XX, pues no solo tuvo impacto en el mundo de la medicina, sino también a nivel social y económico: ahora las mujeres podían decidir la frecuencia y el número de hijos que querían tener con un método discreto, privado y propio. Lo que parece una mejora en la vida reproductiva de la mujer heterosexual sin depender nunca más del hombre, que no es poco, tuvo además consecuencias aún más grandes.
Primero, repasemos un poco su historia…
Aunque su estudio e investigación comenzó en los años 40 (no sin controversia por la población escogida para los experimentos: mujeres pobres latinoamericanas), la píldora anticonceptiva no llegó a comercializarse en Estados Unidos hasta 1960, coincidiendo con el inicio de la Segunda Ola Feminista. Las mujeres salían a la calle con pancartas que rezaban «Women’s Liberation». Temas como el acceso al mundo laboral, a la Universidad y el rol de la mujer en el hogar ocupaban gran parte de las denuncias manifestadas por las mujeres de aquel entonces.
Feministas manifestándose en los años 60.
Mujeres, muchas de ellas junto a sus novios o maridos, reclamando anticoncepción y aborto gratis en 1971. Fotografía: Tony McGrath / The Observer
Durante los primeros años de comercialización, la píldora únicamente podía ser recetada a las mujeres casadas y fue en 1972 cuando las mujeres solteras estadounidenses también obtuvieron el derecho a usarla.
La píldora llegaría a Australia y algunos países de Europa como Alemania y Reino Unido un año después de su primera aparición en Estados Unidos, en 1961, y continuó extendiéndose su comercialización con el paso de los años: Francia e Italia, entre otros, se unieron unos años más tarde. España fue uno de los países que más tardó en disfrutar plenamente de sus ventajas respecto a sus vecinos: vender y recetar la píldora como anticonceptivo se consideraba delito hasta la reforma del Código Penal en 1978, y hasta entonces solo podía ser recetada como método terapéutico para afecciones como la dismenorrea o la endometriosis.
En todo caso, su uso se fue generalizando y consecuentemente las mujeres ganaron otro tipo de beneficios que distan de los médicos: el acceso de la mujer a la Universidad y al mundo laboral se incrementó. Gracias a que podían elegir cuándo tener hijos y, en definitiva, planificar su vida, poder estudiar durante cuatro o cinco años seguidos se hizo posible.
Otro aspecto a tener en cuenta es que, gracias a este novedoso método anticonceptivo, las mujeres tuvieron menos embarazos no deseados y, por tanto, menos abortos provocados (que en muchos países eran ilegales y se realizaban en condiciones poco higiénicas con graves riesgos para la salud de la mujer).
Tras años en los que la mujer se liberó de la carga reproductiva, la píldora adquirió un nuevo significado y abrió las puertas a la liberación sexual en la que el placer sexual femenino ganaba terreno y, con ello, las relaciones prematrimoniales.
«No a la maternidad. Sí al placer», reclamaban las argentinas en 1984.
A mi parecer, este fue uno de los avances más importantes. Hasta mediados del siglo XX, cuando Masters y Johnson iniciaron sus estudios sobre el placer sexual de la mujer, el deseo sexual femenino era un tabú y su mención en la literatura médica era prácticamente inexistente. Así, la llegada de la píldora fue un motivo más para que las mujeres pudieran disfrutar de las relaciones sexuales con el único fin de sentir placer y sin la preocupación de quedarse embarazadas.
Mejora de la salud de la mujer
Desde la creación de esta pequeña píldora liberadora, la anticoncepción hormonal ha tenido un recorrido muy largo: evolucionó a diferentes composiciones y formas de «consumición» (inyecciones, DIUs, parches dérmicos, anillos vaginales, implantes subdérmicos, anticoncepción oral de urgencia).
A día de hoy, más de 100 millones de mujeres la han utilizado en algún momento de su vida, tanto para planificar su vida reproductiva como para el tratamiento de trastornos menstruales.
No se puede negar que fue una revolución necesaria en aquellos tiempos que trajo los diferentes cambios significativos en la vida de la mujer que he expuesto y que resumiría en:
- Toma de control por parte de la mujer sobre su cuerpo y su vida reproductiva.
- Liberación sexual y normalización del placer sexual como una dimensión más del ser humano.
- Facilitación del acceso a la Universidad y el trabajo.
- Tratamiento de trastornos menstruales.
- Disminución de los riesgos de prácticas de aborto no controladas.
En definitiva, mejora de la salud de la mujer.
¿Liberación femenina en la actualidad?
Sin embargo, en pleno siglo XXI creo que ha llegado el momento de dar un paso más en dicha liberación femenina. Después de 60 años en que la responsabilidad reproductiva parece haber caído sobre la mujer, pienso que es hora de retomar el camino hacia la verdadera igualdad y compartir esta responsabilidad con el hombre.
Actualmente los métodos reproductivos masculinos se reducen al preservativo y la vasectomía, con un incremento reciente de los LARC (anticonceptivos reversibles de acción prolongada).
¿Existe la posibilidad de crear un anticonceptivo hormonal masculino? Hasta ahora no se había investigado a fondo por falta de participación de la industria o por falta de creencia de la necesidad real. No dicen lo mismo las últimas encuestas, donde hasta un 55% de hombres en relaciones heterosexuales estables se mostró favorable al uso de anticoncepción hormonal masculina. A día de hoy sí que existen numerosos estudios sobre ello (inyecciones, geles e incluso píldoras), algunos de estos con resultados prometedores, pero aún se tiene que investigar más.
Tendremos que esperar unos años, pero cuando llegue el momento sin duda supondrá un nuevo hito de la salud sexual y reproductiva y, también, de la salud pública.
Bravo. Comparto la idea de que la anticoncepción hormonal femenina ha sido uno de los avances más importantes de los últimos años y totalmente innovador puesto que, aunque ya existían métodos anticonceptivos como el preservativo, no eran pocos los hombres que se negaban a emplearlo, casi siempre por una misma razón: la «incomodidad». La existencia de un método «invisible» fue lo que de verdad reguló la cantidad de embarazos indeseados para gran parte de la población, especialmente cuando se fue abriendo su baraja de posibles usuarias. Las fórmulas de estas pastillas hormonales se han ido mejorando día a día pero, a pesar de ser cierto que pueden servir de tratamiento para diferentes patologías de la mujer, también pueden causar efectos secundarios a mujeres sanas, entre ellos la pérdida del deseo sexual (lo cual me parece contraproducente ante este método). Por eso me parece que podría ser otro gran avance el uso de los LARC de los que nos has hablado, siempre y cuando aseguren le reversibilidad de la función reproductora, ya que ya han surgido problemas de esta índole en relación con las vasectomías.
Gracias por tu comentario Carla 🙂
Así es, creo que la industria farmacéutica y los centros de investigación tienen que poner más medios para conseguir pronto el anticonceptivo hormonal masculino seguro (¡A ver si ya mismo lo vemos en las farmacias!), también se está avanzando con los LARC para que no haya problemas como comentas.
Hay muchos artículos en las bases de datos científicas (además de los que asocié al artículo) sobre el estudio de la anticoncepción en hombres por si os interesa el tema.
¡Gracias!
¡Hola chicas!
Irene, quería felicitarte por haber tratado un tema tan complejo de forma tan buena: Has sabido cómo entremezclar la historia de la píldora de manera objetiva con el avance personal que ha supuesto para las mujeres, terminando con una visión de futuro en el que planteas la investigación y uso de anticonceptivos masculinos.
No conocía el cambio que se hizo en sus indicaciones de prescripción, y me sorprende que precisamente se indicaran en las mujeres casadas, cuando la mayoría de las mujeres que solicitan la interrupción voluntaria del embarazo no lo están. También me gusta que hayas abordado el tema de la píldora como ayuda medicamentosa a las mujeres con dolores menstruales graves: El hecho de poder ser capaces de controlar, aunque sea de forma parcial, nuestra menstruación, nos hace poder avanzar en nuestras carreras profesionales, al poder ser tan productivas esos días del mes como los otros.
Otra cosa que me parece muy interesante es que hayas remarcado que los ensayos clínicos se empezaron en un colectivo especialmente vulnerable tales como las mujeres pobres latinoamericanas, siendo una muestra más de que la historia de la medicina en muchas situaciones ha pasado por perjudicar al débil, lo cual me parece totalmente despreciable.
¡De nuevo muchas gracias por todo!
Muchas gracias por tu comentario, Sofía 🙂
Tienes mucha razón en que la historia de la medicina ha pasado por muchos momentos «oscuros», ¡menos mal que ahora sí hay una regulación y se siguen los códigos éticos…!
Gracias Irene por tu reflexión de hito en salud pública con una perspectiva feminista y sobre todo, por mencionar, el nuevo hito de la salud sexual y reproductiva del futuro… ¡la anticoncepción hormonal masculina! Esperemos que tanto la industria farmacéutica como las sociedades científicas y la población general impulsen y acepten estos nuevos tratamientos que nos brindarán más opciones de libertad y de igualdad entre seres humanos. Saludos Irene.
Muchas gracias por el comentario, Selene 😀
Así es, esperemos oír pronto nuevas noticias sobre el tema… ¡Un saludo!