Es conocida a lo largo de la ciudad de Granada (y en gran parte de las casas andaluzas y peninsulares) la figura de un honorable y respetable ciudadano asentado desde la segunda década del siglo XX. Ese ciudadano prestó su vida a la gracia de Dios. Se trata de Fray Leopoldo de Alpandeire (1864 – 1956).
Este Beato volcó su vida a la caridad, prestando ayuda a aquellos más necesitados. A su llegada en 1914, las calles de Granada fueron su hogar. Pese a vivir en un monasterio, practicaba la humilde profesión de limosnero para recaudar bienes para los desfavorecidos. Se ofreció en vida y alma a los demás, siendo reconocido hasta el día de hoy como un hombre bueno y noble.
Esa independiente benevolencia para ayudar a los demás sin esperar nada a cambio, así como su escasa malicia y justicia para repartir a los más pobres me ha recordado a esos principios que rigen lo más puro de la Medicina.
¿Y por qué esta historia sobre un capuchino y el núcleo de la ética médica?
Hace escasos días visualicé unas declaraciones del presidente del Consejo Andaluz de Colegios Médicos (CACM), el Dr. Antonio Aguado Núñez-Cornejo, representante de una institución pública que coordina la actuación de los Colegios Médicos de Andalucía.
El martes 11 de octubre de 2022 en Cádiz, comentó preocupado sobre el futuro de la Sanidad Privada, ya que la feminización que se está produciendo en la Medicina estas últimas décadas puede poner en riesgo el sistema privado de salud. ¿El motivo? El peso de la conciliación familiar y cuidado de los hijos/as en el día a día, dejándolas con poco tiempo a compatibilizar la actividad profesional con el tiempo libre dedicado al cuidado del hogar.
Horas después de esta conclusión, el CACM emitió una “nota aclaratoria” sobre lo sucedido, ya que se «malinterpretó» a su presidente:
“el único objeto de la información es advertir que existiendo actualmente un porcentaje mayor de médicas que de médicos (el 53% de la colegiación activa en Andalucía son mujeres) en la Sanidad Privada solo ejercen el 28% del total de las mujeres en activo de nuestra comunidad”
Tras la aclaración solo contemplo el eco de la conclusión del Dr. Aguado, un eco cuya resonancia contiene ciertos tintes que en pleno 2022 seguimos luchando. Ese machismo está ahí de forma sutil (algunos se referirán como micromachismo por suavizarlo en un país progresista).
El descubrimiento del CACM gracias a este tortazo de realidad patriarcal en la que vive la medicina (desde sus orígenes prácticamente) hizo que me interesase por las acciones y propuestas de este órgano de representación. Entre artículos y análisis del estado de Sanidad Privada, y alguno que otro sobre la Atención Primaria, encontré una línea editorial en forma de revista. “Andalucía Médica Magazine”. Ojeando su último número, el 138 de mayo de 2022, localicé una columna de actualidad titulada “La Eutanasia no es un acto médico”.
Finalizada su lectura fui a buscar mi calendario y me aseguré de que seguía en 2022. Durante unos instantes esa mezcla de machismo y escasa ética con el encarnizamiento terapéutico, hizo retrotraerme a aquella época en que la medicina convivía con el Beato Fray Leopoldo. Una pizca de beneficencia, toques de salvaguardar la vida con aroma eclesiástico y no maleficencia al prójimo pese a la interminable lista de injusticias y desigualdades que acompañaban a Fray Leopoldo por las calles de la Granada de los años 40 y 50.
Sesenta años tras la muerte de Fray Leopoldo, poco queda de aquella Medicina de beneficencia (soportada parte de sus actividades por la Iglesia), supliendo la ausencia de Sistema Sanitario en los albores de la España franquista. Ni que decir del concepto de Salud Pública, brillando por su ausencia por aquellos tiempos.
Aquella vieja medicina, en la que abundaban varones con solvencia económica como para permitirse su ingreso en las pocas facultades de medicina del país, aún mantenía grandes trazas de evidencias basadas en tratados médicos de las viejas escuelas, apoyados en aquel Juramento Hipocrático (con 2000 años de antigüedad aproximadamente).
Tras ese viaje fugaz por la historia de la Medicina en la que se encontraba con influencia ideológica de la Iglesia, hice una reflexión sobre el punto en el que se encuentra la Medicina hoy en día. Una Medicina consolidada como la vanguardia de los avances tecnológicos tanto en diagnóstico y tratamientos, así como tenida en cuenta para integrarse en conceptos de Salud Global dentro de la Salud Pública.
Esto último, la Salud Pública, encargada de preservar el bien comunitario mediante medidas preventivas frente a infecciones, aversiones del medio ambiente o frente a las desigualdades, necesita de la Medicina (y sus conocmientos biológicos) para cumplir su objetivo universal.
Visualizando la Salud Pública como una dinamo y la Medicina como uno de sus engranajes, llama la atención actitudes como las del Dr. Aguado. Ese micromachismo es arena que desgasta esos engranajes, poniendo en riesgo su funcionamiento. No le hace bien a la Medicina (y por ende a la Salud Pública) permitirse el cinismo de luchar frente a la desigualdad de género mientras en el seno de órganos representantes se mantengan ideales de otro siglo, como preservar encarnizadamente la vida, propio de mentalidades más divinas que humanas.
Puede que algunos responsables de organizaciones sigan en aquellos tiempos en los que la Medicina convivía más con la gracia de Dios y los viejos tratados de Hipócrates, preservando la vida a toda costa, en la que la mujer tenía poco espacio para aportar sus conocimientos frente a la enfermedad.
¿Qué podríamos esperar de lo que aporte frente a desigualdades en la sociedad del 2022 unos representantes propios de acompañar a Beatos como Fray Leopoldo a la casa de los enfermos pagados por el incesante trabajo del Limosnero de Alpandeire?
Bajo aquellas frases algo anticuadas que amparan Asclepio, Higía o Panacea aún queda trabajo de fondo para que el impulso de las nuevas generaciones de Salubristas encuentre el empuje por parte de representantes. Los tiempos de limosnas y caridad de Beatos pasaron hace bastante, pese a que siga oliendo a incienso en algunos despachos.
Muchas gracias Antonio por reflexionar sobre este comentario, que si bien a principio puede ser sensacionalista y rancio, has conseguido argumentar su desafortunada base apoyándote en la historia, de la que además aún conservamos costumbres y maneras incoherentes asentadas como «divinas».
La feminización es un hecho en todos los ámbitos, pero no podemos olvidar de dónde venimos y a saber convivir con comentarios como estos de personas institucionales y con alto cargo de representación, que más que verlo como un ataque habría que verlo como otra perspectiva de la sociedad sobre la que seguir trabajando.
Debate aparte que un representante dirija su preocupación hacia mejora y cuidado de las sociedades privadas, siendo las sociedades públicas las más desfavorecidas.
Muchas gracias por darnos este otra visión de este comentario tan desafortunado.
Enhorabuena, Antonio, por tu artículo. Me pone feliz saber que contamos con compañeros feministas, que son un halo de esperanza para el futuro de la Medicina y de la Salud Pública.
La feminización de la profesión sanitaria y médica es una evidencia innegable. Más discutible encuentro que se pueda hacer una lectura tan simplista de este hecho como la que hizo el Dr. Aguado. ¿De verdad el problema es la feminización de la Medicina, y no la feminización de los cuidados? Creo que ya es hora de que los cuidados entren al debate público, pues en ellos está el origen de muchas situaciones que se dan entre las profesionales de nuestro sistema público de salud. La brecha salarial, el menor número de directivas mujeres que hombres, tienen entre sus causas la feminización de los cuidados. Seguramente quedan aún muchos años para que podamos ver cómo las responsabilidades familiares se reparten equitativamente entre hombres y mujeres. Sin embargo, esto implica un cambio social que tardará un tiempo.
Hasta que ese momento llegue, la administración debería tomar medidas para que la conciliación laboral y familiar no sea una opción, ni un favor, sino una realidad. Para que las mujeres no tengamos una doble o triple jornada, y podamos desarrollar nuestra vida profesional y familiar tanto cómo queramos- al igual que pueden hacerlo la mayoría de los hombres- parece evidente que necesitamos cargos directivos y representantes que abanderen estas ideas, y que luchen por esa división equitativa de los cuidados, sin añadir a las ya muchas culpas que nos pesan (empezando por haber mordido la manzana), la culpa de que el sistema sanitario privado se debilite.
Si algo he aprendido en estas semanas de máster, es que la Salud Pública es una ciencia, sí; pero también es muchas más cosas. Es feminismo, es antiracismo, es antropología y sociología, es economía, es cambio climático. Es una receta compleja, con muchos ingredientes. No es algo tan simple como decir que el sistema privado se debilita, entre otras cosas, por causa de la feminización de la Medicina.
Sin embargo, algo que también he aprendido en este máster, es que en el futuro de la Salud Pública contamos con compañeras y compañeros maravillosxs, que sois conscientes de esta complejidad, y del carácter político de la profesión salubrista. Compañeras que más bien sois aliadas y que espero, un día, podáis ser presidentas del Consejo Andaluz de Colegios Médicos, Ministras de Sanidad o Presidentas del Gobierno, y que más gente pueda aprender con vuestras ideas como lo hago yo todos los días en clase desde hace seis semanas.
Un abrazo Antonio, seguimos!