¿Cuántas veces decimos con orgullo que hemos ido al trabajo o a un evento a pesar de no estar bien anímica o físicamente?
En la actualidad a las mujeres* se les alaba y premia por ignorar la necesidad de descanso, cuidado y recuperación de su cuerpo. Recuerdo la primera vez que vi un particular anuncio de Kotex en la televisión, el mensaje que seguro querían enviar es que no se debe estigmatizar el ciclo menstrual como una limitante para la mujer y lo aborda como algo natural, pone énfasis en la fortaleza de las mujeres y las invita a “no detenerse”. Cuando lo vi pensé: “Seguro este anuncio lo hizo alguien que nunca ha sufrido de un dolor menstrual”.
Pareciera paradójico que en el intento por desestigmatizar se invalide los problemas de salud de la mujer, especialmente los relacionados a su menstruación. ¿Será que invalidar un problema real de salud se debería considerar un daño colateral en la lucha por la igualdad femenina?
Para muchas mujeres la lucha por “ser fuerte” es un desafío mensual y pueden vivir años pensando que “es normal porque soy mujer” e incluso escuchando “solo contrólalo”. Estudios indican que un 80% de mujeres en edad reproductiva experimentan al menos un síntoma del síndrome premenstrual (SPM) y a todas nos están diciendo que hay que aceptar que, lo que sentimos y sufrimos es normal, ignorando que hay un porcentaje de mujeres (5-8%) que tiene síntomas tan severos que sus vidas están drásticamente afectadas. Estas mujeres tienen un Trastorno Disfórico Premenstrual (TDPM).
A partir de enero del 2022, gracias a la inclusión del TDPM dentro de la Clasificación Internacional de Enfermedades, 11.ª Revisión (ICD-11), a nivel global se podrá al fin estudiar el TDPM como una enfermedad biológica, diagnosticable y tratable.
¿Pero, por qué es importante este evento para la salud pública?
Los síntomas premenstruales de una mujer con TDPM son tan graves que dificultan sus actividades cotidianas. La ICD-11 indica que para que una mujer pueda ser diagnosticada con TDPM, debe cumplir con una serie de criterios y que sus síntomas den como resultado un deterioro significativo en su funcionamiento personal, familiar, social, educativo, ocupacional y otros. Es tan grave que las mujeres informan deterioro de sus actividades familiares, sociales y del trabajo en niveles similares a los de las mujeres con trastorno depresivo mayor. Incluso se incluyó en el 2013 como un trastorno depresivo en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) y está asociado a otros problemas, como la depresión posparto y el suicidio.
Diagnósticos y tratamientos incorrectos
En un estudio cualitativo mujeres con TDPM comentan que han sido incorrectamente diagnosticadas con ansiedad, depresión, trastorno bipolar y trastornos de personalidad y en consecuencia, se les ha recetado una variedad de medicamentos psiquiátricos. Las que no recibieron diagnóstico ni tratamiento, en el intento por sobrellevar los efectos de los síntomas, desarrollaron trastornos alimentarios, problemas de abuso de sustancias y conductas suicidas graves .
Una enfermedad no reconocida como real
El TDPM ha sido discutido y criticado por años, más aún cuando lo clasificaron como un desorden psiquiátrico. Se cuestionó su existencia y si era un síndrome ligado a la cultura. A muchos les preocupó que fuera una forma de silenciar a las mujeres, argumentando que un diagnóstico de TDPM podía usarse en su contra y servir para enmascarar las razones reales de su enojo y angustia. El argumento que entiendo por qué nubló por años su legitimidad, es que su clasificación fue impulsada por compañías farmacéuticas que se beneficiarían con la aprobación de antidepresivos para el tratamiento.
Gracias a una serie de investigaciones, se ha descubierto que las mujeres con TDPM tienen una alteración en un complejo genético que procesa la respuesta del cuerpo a las hormonas. Este es un descubrimiento muy importante, que ha ayudado a anular las críticas y corroborar que el TDPM es una enfermedad legítima y permitirá el desarrollo de nuevos tratamientos. El ICD-11, lo clasifica por tanto como enfermedad ginecológica y aclara que no es una exacerbación de un desorden mental.
Un nuevo punto de partida
El ICD-11 entró en vigencia en 2022 y será el nuevo estándar internacional para clasificar y reportar enfermedades, impactando profundamente en cómo éstas se diagnostican y tratan en todo el mundo. Sin duda será una herramienta muy valiosa para la salud pública, pues lo usarán en todo el mundo profesionales, proveedores, investigadores, administradores, codificadores y formuladores de políticas de salud.
Ahora la comunidad global podrá comparar y compartir datos del TDPM de manera estandarizada, la información relacionada a la enfermedad crecerá exponencialmente, permitirá que los profesionales de salud estén capacitados en el tema y el tratamiento podrá estandarizarse y simplificarse más.
Creo, sin embargo, que lo más importante de este logro es que las mujeres con TDPM ahora serán validadas al recibir un diagnóstico claro para explicar sus síntomas y no serán incluidas en la clasificación menos severa del SPM.
Aún queda el reto de que su diagnóstico depende del conocimiento de la enfermedad y por eso es importante para mí, como profesional de la salud pública hablar del TDPM. Creo que estas campañas que quieren ignorar los problemas de salud y esta cultura del trabajar duro, ser una mujer fuerte, el no dar lugar a que se nos identifique como débiles y reforzar el tan importante lema “las mujeres todo lo podemos”, se ha normalizado en las mujeres y ha empujado a sus cuerpos al borde de la destrucción. Sí, somos fuertes, pero no por ocultar nuestro dolor, sino porque no lo callamos. Reflexiono en un comentario de una mujer con TDPM:
“No importaba lo mal que me sintiera, podía entrar al trabajo, poner mi cara de trabajo, pasar el turno… por dentro, todo en lo que podía pensar era en querer estar muerta. Pero, ya sabes, tenía un deber con otras personas”
¿me pregunto qué sentiría esta mujer al ver ese anuncio de Kotex?
*Mujer: en este artículo persona de sexo femenino asignado al nacer y/o persona que menstrúa.
Después de leer el artículo me he parado a pensar dónde había visto antes esta entidad. Me sonaba haber leído sobre ella durante la carrera de medicina, pero no era capaz de ubicarla si en el contexto de la ginecología o en el contexto de la psiquiatría.
Curiosamente, cuando lo he buscado, ha aparecido mencionada en la clase de psiquiatría que trataba sobre depresión y manía. Y más curioso aún, leyendo de nuevo las pocas notas que se nos mencionaron al respecto del trastorno disfórico premenstrual, se menciona textualmente: “Tiene que ver con los cambios hormonales que se producen, sobre todo en los niveles de estrógeno, y que afecta a las mujeres en la fase luteínica del ciclo menstrual”.
Con un concepto tan biologicista y que trata de un componente hormonal conocido desde hace años, esta entidad ha estado encuadrada en la medicina en psiquiatría, y no en ginecología o en endocrinología (que serían mejores expertos para tratar este trastorno). Nos hemos quedado en la superficie del problema, en su clínica, en tratar a las mujeres “en su locura” y no en su enfermedad.
Espero que después del cambio a la ICD-11 se empiece a tratar por parte de la comunidad médica esta enfermedad de raíz, y que las próximas generaciones de médicos dejen de ver esta entidad en psiquiatría y se vea en un contexto donde se puedan aportar soluciones de verdad.
Muy buen artículo y muy ilustrativo, ha sido un cambio de enfoque necesario en mi formación profesional. Gracias.
Hola Marcela, qué gran tema estando tan de actualidad por la reciente propuesta del derecho a baja por dolor premenstrual/menstrual.
Controvertido en sí mismo por respetar un “derecho” a poder recuperarse cuando uno está “enfermo”.
Controvertido por no haberse considerado enfermedad (hasta este momento), pese a estar recogido en numerosos estudios tanto bioquímica como físicamente, ni que hablar de la parte psicológica, tan desprotegida.
Controvertido por la propia cultura y el poco apoyo entre las mismas mujeres que señalaban a las que lo padecían como débiles y exageradas o tenían algún problema psicológico que llevaba tratamiento inapropiado, como bien dices, menos mal que se ha descubierto su existencia y se le ha puesto nombre, especialista y tratamiento.
Me surge la duda de si tendremos aval legislativo que nos apoye y no nos estigmatice, de que realmente se trate de un derecho y no de una campaña política, de las posibles consecuencias que todas tememos como el despido que, si bien no va a ser directo, pueda estar en “cubierto” llegando a considerar “valiente” a la que haga uso de su derecho.
Espero no llegar a ese miedo y que con normalidad “podamos con todo” pero no a costa de nuestra salud.
Muchas gracias por recordar este hito de la salud pública conseguido.