Interpretar el aumento de la esperanza de vida como un hito por sí sólo es como ver el vaso medio lleno. La esperanza de vida es el indicador más ampliamente utilizado para realizar comparaciones sobre la incidencia de la mortalidad en distintas poblaciones y, en base a ello, sobre las condiciones de salud y nivel de desarrollo de una población. Sin embargo, ¿No resulta insuficiente, teniendo en cuenta las crecientes capacidades y alcances de la Salud Pública y Global, contar sólo la edad y cantidad de personas que mueren para comparar las condiciones de salud o nivel de desarrollo de la población de un territorio?
Las dos caras de la misma moneda
Los países desarrollados, debido a avances médicos y tecnológicos, reducción de las tasas de mortalidad infantil, cambios en hábitos nutricionales y estilos de vida, mejora de la educación y acceso de la población a los servicios sanitarios, han conseguido de forma paulatina aumentar la esperanza de vida al nacer de su población.
Todos los recursos, estrategias, planes, avances y acciones que han conseguido ese hito también están teniendo efecto en otras regiones con menor nivel de desarrollo, como América Latina y el Caribe, donde todos pensamos en el mito demográfico de que la vejez es algo ‘’anecdótico’’. Pero, lo cierto, es que estas regiones, según datos de la Federación Iberoamericana de Asociaciones de Personas Adultas Mayores (FIAPAM), van a lograr en 35 años lo que Europa y EEUU han tardado en conseguir 65 y 75 años, respectivamente.
Ahora, parémonos a pensar: en efecto, es un logro conseguir que todo el mundo pueda tener la misma esperanza de vida nazca donde nazca; pero, ¿Es lo mismo vivir con 80 años en cualquier lugar del Mundo? ¿Es lo mismo tener más esperanza de vida que poder tenerla y además disfrutarla? Es ahí donde la Salud Pública y Global han de asumir el reto de diversificar y optimizar recursos para conseguir que los años ganados sean activos y de calidad.
Pronóstico demográfico: la sostenibilidad hace aguas.
Para analizar la estructura demográfica de las pirámides poblacionales hay que tener en cuenta la natalidad, la mortalidad y los fenómenos migratorios. El aumento de la esperanza de vida unido a la disminución de la natalidad por dificultades de conciliación con los estilos y ritmos de vida actuales, se traducen en la regresión de las pirámides poblacionales, desplazando la base de la misma hacia el vértice.
Según datos de la OMS, en 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años o más. En ese momento, este grupo de población habrá subido de 1000 millones en 2020 a 1400 millones. En 2050, la población mundial de personas de 60 años o más se habrá duplicado. Se prevé que el número de personas de 80 años o más se triplique entre 2020 y 2050, hasta alcanzar los 426 millones.
¿Estamos preparados?
¿Qué pirámide invertida se sostiene sólo con el apoyo de su propia estructura, sin andamiaje que aumente su base de apoyo? El envejecimiento de la población está a punto de convertirse en una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI, con consecuencias para la mayoría de los sectores de la sociedad, como el mercado laboral, financiero, o la demanda de bienes y servicios.
Según datos de América Latina y Caribe recogidos por la Organización Internacional del Trabajo en 2019, sólo el 56% de personas que habían pasado la edad de retiro laboral disfrutaba de algún tipo de pensión. Es decir, el 44% de personas mayores que ya no trabajaban ni percibían ingresos.
En países desarrollados, al igual que en el resto del Mundo, sólo es cuestión de tiempo el colapso si no se analiza la situación y se establecen planes, estrategias, diversificación y optimización de recursos que permitan que la actividad y calidad de vida de las personas que ayer eran la base y hoy el punto más alto de nuestra pirámide, aumente al menos de la misma forma y medida que ha aumentado su esperanza de vida.
El mundo lleva analizando y preparando sus infraestructuras y procedimientos, así como llevándolos a la práctica estableciendo planes, políticas, acciones y derechos, desde que hace 40 años, cuando en 1982, se convocara la primera Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Sin embargo, la evidencia científica afirma que la proporción de vida en la cual se goza de buena salud se ha mantenido prácticamente constante en comparación con el aumento experimentado en la cifra de años que se viven, lo que pone en evidencia que esos años adicionales están marcados por mala salud.
¿Posible solución? Reforzar los cimientos
Debemos concentrar nuestros esfuerzos, compromisos y acciones como profesionales en Salud Pública y miembros de nuestras sociedades en poder decirle a todos nuestros mayores que firmaríamos por llegar a su edad en sus mismas condiciones, no sólo de salud desde un enfoque biológico, sino biopsicosocial, como reflejo de que hayamos conseguido que, además de que vivan más años, lo hagan de forma adaptada, activa y funcional. De esta forma, dejando atrás la cultura y actitud edadista dejaremos de pensar en nuestros mayores como personas frágiles y dependientes, para poder dar respuestas que permitan hacer balance de las tendencias actuales y futuras, y reforzar cimientos que sustenten todo lo que se ha construido sin base de sostenibilidad.
Hola Vicente.
Muy interesante el artículo. Es curioso como los seres humanos convertimos lo sostenible en insostenible, quizás esté en nuestra propia naturaleza o quizás no. Esto un problema que ya está ahí, que hemos visto todas las predicciones que se han hecho, que se nos está avisando desde hace tiempo y que, como ya sabemos, nos toca a nosotros manejar la situación.
A mí, lo que me pasa es que no sé por dónde cogerlo, como no nos dan un manual que nos explique cómo actuar en caso de envejecimiento de la población, pues claro, es difícil.
Es difícil porque no nos paran de decir que eso afecta a la estructura del sistema sanitario, a la tasa de crecimiento económico, a la tasa de ahorro, a la propensión al consumo, al espíritu emprendedor, a los mercados financieros, etc.
En general, disminuye el crecimiento global por efecto de una reducción en la demanda y cambio de la misma, aumentando a su vez los gastos en salud por el incremento de la población de mayor edad. Todo esto, sumado a bajas tasas de natalidad se traduce en: menos población en edad de trabajar que supone directamente menos recaudación por parte del estado, tanto vía laboral como vía consumo, lo que significa una reducción de la recaudación muy importante y más población de mayor edad que se refleja directamente en más gasto por parte del estado, tanto en el sistema de pensiones como en el sistema sanitario.
¿Qué hacemos?
Quizás haya algún tipo de respuesta en la IA.
¡Gracias Vicente por haber seleccionado este tema! No solo porque también estoy de acuerdo contigo que el impacto del envejecimiento de la población mundial va a ser un gran reto para la sociedad y los profesionales de la salud pública, pero porque también me gustan mucho los temas de la gerontología y como hacer que las personas mayores vivan sus últimos años con la mayor independencia posible, y con dignidad.
Esta “transformación social” va a crear muchas consecuencias como lo mencionas tú, y como lo detalla Pablo – la tasa de crecimiento económico, a la tasa de ahorro etc., pero tal vez con más urgencia, como el sistema de salud, y nuestros profesionales sanitarios y de salud pública van a poder apoyar y cuidar de esta población envejecida. Creo que la tercera foto que seleccionaste lo explica perfectamente. Tenemos que implementar refuerzos para que el “peso” que trae una población envejecida, como más enfermedades crónicas que requieren cuidados más individualizados durante un largo periodo de tiempo, no colapsa el sistema de salud.
Un ejemplo de prevención es crear entornos, como las comunidades y hogares en que viven, de una manera que facilita su independencia y bienestar para que puedan vivir mas tiempo en sus hogares de una manera segura. Además, crear programas comunitarios como capacitaciones de tecnología, y clases de ejercicio, para que las personas mayores tengan una comunidad de la cual los mantengan conectados a la sociedad. Porque, muchas veces, las personas mayores buscan esa conexión, y solo la encuentran yendo al hospital, para que el medico de urgencias le de 10 minutos para hablar.
Y al final, también empoderar a las personas mayores para que tengan voz en decisiones que impactan su vida y bienestar. Yo soy parte de un equipo de investigación que evalúa la calidad de residencias de larga duración, y una parte clave de nuestro trabajo es hablar con las personas mayores, para que sus perspectivas sean escuchadas, porque al final, son ellos los expertos. Enhorabuena!