Estaba en Lima, camino al hospital Víctor Larco Herrera, olvido mi manual y mi libreta. Era el primer día que asistía y había salido temprano de casa. Había decidido esperar a dos compañeras para ingresar y recorrer juntas las instalaciones. Estaba esperándolas, pero se acercaba la hora de inicio de prácticas, así que ingrese. Paredes blancas, raídas por paso del tiempo, un estilo neoclásico, y diversos pabellones que no me orientaban. Por ello, decidí consultar a dos mujeres que estaban sentadas en sillones de madera al medio del jardín. Una de ellas era joven, mientras que la otra parecía era mayor y tenía papeles en su mano. Ambas llevaban ropa apropiada para el frío invierno limeño. Les consulté por la oficina de atención psicológica del pabellón T2, ambas discutieron por el camino correcto a seguir, para finalmente, decidir guiarme…
La experiencia de asistir a establecimientos de salud en los primeros años de carrera desafía lo que había comprendido que “debía” ser la atención en salud mental. Pronto me encontré en dilema de lo que debía ser “normal” o “anormal” para categorizar o separar los problemas de salud mental. Si lo hacemos, nos ponemos a salvo. Estamos seguros que somos “normales” y que los “demás”, unos pocos, no lo son. Cuando lo hacemos, los dejamos de lado y no son visibles.
La historia ha mostrado que poco a poco ha alejado a los que eran “diferentes” o salían de las estructuras sociales. Para Foucault, se busca la construcción de individuos “normales”. Explicando que se han agrupado en esta categoría a las desviaciones y las anomalías encontradas a lo largo de la historia. Desde enfermedades como la lepra, y posteriormente ser asociado a los problemas de salud mental “locura”.
En 2013, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la brecha terapéutica era 78.1% en América Latina. En la actualidad, 93% de los países han interrumpido sus servicios en salud mental durante la pandemia de COVID-19. Asimismo, la OMS reconoce a los problemas de salud mental (trastorno depresivo y ansiedad) parte de las 15 Enfermedades no Transmisibles (ENT) que causan discapacidad para el 2019.
En Perú, a pesar de iniciar un proceso de desinstitucionalización en la atención de salud mental, el presupuesto para cubrir los servicios es solo 1.6% del presupuesto sanitario. Esto no logra cubrir las necesidades de la población. Mucho más lejos, Lesoto con 2.2 millones de personas que viven con problemas de salud, hasta el 2022, no cuenta con psiquiatras en su único hospital en salud mental. Mientras que Sierra Leona, solo cuenta con 3 psiquiatras en sus servicios de salud mental.
Los datos previos muestran carencias y la influencia de los determinantes de la salud en el desarrollo de sistemas de atención, que nuevamente presionan a la población que vive en estado de vulnerabilidad. Los desafíos son similares, pero en contextos distintos. Asimismo, los datos parecen mostrar lo que usualmente no vemos o no prestamos atención “lo alejado”.
Para visibilizar la salud mental, no solo se debe ser consciente de las emociones, pensamientos y comportamientos. A ello, se debe sumar la participación y la lucha por la defensa (abogacía) de los recursos disponibles en salud mental. Además, de velar porque estos sean adaptados al contexto.
Uno de los manuales usados para diagnosticar, DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), adjuntó a la homosexualidad como una enfermedad. Luego, en 1991, esto fue descartado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al establecer de los principios de protección los enfermos en salud mental y la mejora de la atención en salud en salud mental. Ya no es considerada una enfermedad, pero el estigma en la comunidad LGTBQ+ continua.
La mayoría de los diagnósticos que encontramos en los manuales encasillan a las personas, el CIE /ICD (International Classification of Diseases) y DSM han colocado denominaciones que pronto se hicieron conocidas y son usadas con una gran carga despectiva. En esa línea, los diagnósticos han mostrado la inequidad y falta de inclusión de la cultura en el proceso.
La alta tasa de diagnósticos de esquizofrenia en población afroamericana podría estar relacionada a inadecuada valoración de los síntomas psicóticos, pues usualmente pueden confundir la desconfianza cultural (cultural mistrust) hacia la población caucásica con la paranoia. Se confunden diagnósticos de psicosis y esquizofrenia debido a la inclusión de una costumbre cultural, chacchar coca (masticar hojas de coca). Además, la revisión realizada por Moreira & Cardeña (2011) refiere que las experiencias con “síntomas psicóticos” pueden ocurrir dentro de la comunidad y pueden ser compartidas entre sus miembros. En ese sentido estas prácticas no deberían ser patologizadas por los manuales de diagnóstico.
En 2022, la Organización Mundial de la Salud ha lanzado la nueva versión de CIE 11, cambiando la categorización los problemas de salud mental, con el propósito abarcar las diversas manifestaciones. Sin embargo, aún continúan denominaciones (esquizofrenia) que cargan de estigma a las personas.
Al separar la “anormalidad”, estamos negando parte de la comunidad en la que interactuamos. Visibilizarla puede normalizar la existencia de problemas de salud mental que afectan a toda la población en alguna etapa de su vida.
Mis compañeras habían llegado a la oficina. Yo seguía en el extremo del hospital. Aquellas mujeres eran “pacientes” del hospital que amablemente me llevaron a su pabellón, la oficina en la que recibían terapia.
“Uno se forma siempre ideas exageradas de lo que no conoce”
Albert Camus
Hola Leydi, me gusta el tema que has elegido para tu artículo de opinión y quería felicitarte por ello. La salud mental es un tema de suma importancia pero del que poco se discute, parece que a día de hoy, todavía le tenemos miedo.
Recuerdo cuando mi abuela trabajaba como limpiadora en el hospital del Rebullón, el antiguo psiquiátrico de la ciudad de Vigo. Puesto que yo era de Vigo y mi abuela no, las pocas ocasiones que tenía para verla era cuando iba a visitarla a su trabajo. Y aunque pueda sonar extraño, yo disfrutaba de aquellas visitas. Sentía que entraba en otra dimensión, era un edificio antiguo como se veía en las películas de miedo, la gente que allí habitaba tenía costumbres peculiares, que para entonces a mi me resultaban divertidas, y el ambiente se sentía extraño. Era algo atrayente.
Lamentablemente para mi abuela las cosas no eran tan divertidas, creo que para ella fueron los peores años de su vida laboral, pues recorrer aquellos pasillos cada día, viendo el ambiente miserable en el que vivían aquellas personas, escuchar las historias que les llevaban a acabar allí encerradas y lidiar a diario con los gritos y las injusticias que se producían en aquellas instalaciones.
Pensamos que a día de hoy la cosa está mejor, pero nos equivocamos, el plan para la salud mental todavía tiene goteras, más en unos países que otros y necesitamos que esto cambie YA.
Por si te lo preguntas, en cuanto al hospital del Rebullón, ha cerrado, pero se han llevado a sus usuarios a un edificio más pequeño y donde seguramente se sienta aún más aislados de la sociedad que no los acepta.
Bueno, me vuelvo a mi realidad privilegiada. ¡Un saludo!
Gracias Leydi por tu artículo. No soy médico así que muchos de los términos que explicaste me han ayudado a comprender la complejidad de las enfermedades mentales. Hay un elemento que me llamó la atención en tu contenido. Comenzaste hablando de tu experiencia al entrar al establecimiento y describiste un escenario frío y confuso. Por varios años trabajé evaluando diseños hospitalarios, lastimosamente nunca de un establecimiento psiquiátrico, pero en esa experiencia aprendí que existe tanta literatura arquitectónica que habla acerca de cómo diseñar espacios para generar calma, etc. y que sean orientados al tipo de paciente y no a los médicos o al personal. Es increíble como pequeños elementos a la hora de diseñar pueden cambiar la experiencia de la estadía de un paciente y casi nunca veo que se incorporen en los hospitales psiquiátricos, da mucho pesar que éstos sigan teniendo las estructuras de hace 80-100 años. Así como comentas, hay un abandono en la inversión y el interés general por parte de la Salud Pública de muchos países en el tema de Salud mental. Otro ejemplo clarísimo de esto, es que en el 2020 durante COVID19, estuve a cargo de compras millonarias de equipo médico/hospitalario para toda la red hospitalaria de Honduras. Cuando entregué la lista a la Secretaría de Salud, redistribuyeron todo lo que había asignado al hospital Psiquiátrico Mario Mendoza ¿Por qué? al parecer no eran prioridad. Si había dinero, lo que no había es interés.
Felicidades por tu artículo, el tema de salud mental es muy importante y cada vez qué hacemos progreso a nivel individual o comunitario, se siente que existe un retroceso a nivel legal o institucional. El sistema de creencias que se tenía cuando se empezó a evaluar la salud mental esta fuera de tiempo, pero aun así nos esforzamos en encasillar a personas en pequeños parámetros de la realidad, sin detenernos a pensar si lo que estamos haciendo es ético o moral.
Aprendemos desde muy pequeños a temerle a las personas con problemas de salud mental, ya que estas tienden a ser los protagonistas de películas de miedo, o los malos en las de acción. Lo que provoca que los dejemos de ver como personas, como individuos con sus propias luchas, que son parte de una comunidad y que van a comprar su comida al mercado todas las semanas al igual que los «normales».
Un libro que me gusta mucho es el de psicología de la normalidad, ya que te hace cuestionar que tanto de los criterios del DSM realmente son síntomas o periodos de tiempo que todos pasamos, especialmente si estamos constantemente expuestos a ciertos determinantes o problemas sociales. Si una persona está constantemente pensando y preocupándose por que van a comer sus hijos al dia siguiente, automáticamente la diagnosticamos con ansiedad y posiblemente la mediquemos. Cuando en realidad deberíamos de estar viendo el contexto de la persona, tal vez podríamos de ayudar de otra manera, buscando trabajo, mejorando las legislaciones o muchas otras cosas.
Soy fiel partidaria de que deberíamos de dejar de usar al DSM como la biblia y mejor reservarla como un recuento de trastornos, para poder realmente tratar al individuo y no a la «enfermedad».
Gracias Leydi por este artículo y el recorrido por el que me has llevado.
Hola Leydi.. cuando terminé de leer tu artículo me vi obligada a buscar información de Ecuador, porque cuando yo estaba trabajando en mi país la situación no era diferente a lo que tu describes, encontré un poco de datos, pero me llamó la atención este titular de la OPS: «Ecuador trabaja por lograr un modelo de salud mental de base comunitaria, centrado en las personas y basado en los derechos, que promueva la desinstitucionalización».
Me alegré porque se quiere trabajar desde la atención primaria, pero me puse a pensar desde mi experiencia cuando trabajaba en un centro de salud en un área rural allá por el 2017 – 2018, en donde poder conseguir un psicólogo para mis pacientes era una misión casi imposible y no se diga conseguir que le valore un psiquiatra, y algo más a todo esto, es qué en esta área el ingreso promedio de cada hogar no les permitía pagar a un profesional ni siquiera costearse el bus para salir a las citas en la ciudad. La atención primaria está bastante quebrantada en el área rural, por varias razones y una de esas es que casi nadie quiere trabajar y vivir en estas zonas.
Otra cuestión que me puso a pensar es la poca concienciación en esta zona sobre la salud mental, muchas veces los pacientes reaccionaban con enojo y vergüenza cuando les sugería amablemente que busquemos un psicólogo, y el estigma, señalamiento y burla que rodeaba a las pocas personas que en el pueblo se les identificaba con estos diagnósticos era lamentable. La educación para la salud era la herramienta que me permitía poco a poco ayudar en esa situación, aunque debo de reconocer que en la ciudad habían las mismas conductas. Una vez más las desigualdades se ponen en manifiesto y lamento que en el área rural la atención llegará con retraso.
Algo positivo a todo esto, según el titular de la OPS es que ya se haya planteado una línea de trabajo y se tenga direccionamiento de profesionales que tienen experiencia, además habían varios actores involucrados, desde el ministerio de salud, los pacientes y familiares.
Es un largo camino el que queda por recorrer para posicionar a la salud mental, gracias Leydi por este artículo tan informativo y que insta a la reflexión, sé que desde tu profesión y tus habilidades seguro vas a trabajar en pro de esta situación. Te dejo el enlace del titular para que podamos conversar del tema https://www.paho.org/es/noticias/5-9-2022-ecuador-trabaja-por-lograr-modelo-salud-mental-base-comunitaria-centrado-personas.