¿Recuerdas las veces que tuviste alguna caries? Me atrevo a decir que sí, que las podrás contar con los dedos de una mano. Incluso serás capaz de visualizarte aquel día en el dentista o recordar de qué color era el empaste que te pusieron.
Es curioso cómo nos acordamos de las veces que hemos ido al dentista, como nos sentábamos a esperar la angustiosa llamada que significaba dejar a tus padres atrás, y caminar con una persona extraña hacia un espacio desprotegido normalmente ubicado detrás de una puerta de tiras de plástico, donde ni tus padres podían entrar. Es aquí donde comienza otro sin fin de sentimientos cuando, te piden que te tumbes y que, por favor, abras la boca.
Esta es la sensación que la mayoría de los niños experimenta cuando va al dentista y que, afortunadamente para todos, pero sobre todo para ellos, es algo que podríamos hacer mucho más frecuente si no fuera por los avances en Salud Pública.
QUERIDO FLÚOR
Os presento al Flúor, también conocido como «fluoruro», ocurre de forma natural en el suelo, el agua y el aire. Su función principal es reducir la adhesión y la acumulación de placa bacteriana en los dientes. De modo que se podría decir que, el flúor aumenta la resistencia del esmalte, es antibacteriano ya que actúa frente al crecimiento de las bacterias que producen sarro y permite remineralizar la capa del esmalte, no obstante, su consumo en exceso tiene efectos negativos para salud. En resumen, que depende de la dosis, el flúor puede ser bueno o malo.
UN GRAN DESCUBRIMIENTO
Nos remontamos al año 1901, año en el que el doctor Frederick McKay, de profesión odontólogo, comenzó a trabajar en Colorado Spring por la friolera cantidad de 75 dólares al mes. Ese mismo año, en su práctica privada, notó la presencia de “manchas marrones” en múltiples dientes de sus pacientes, fue entonces cuando se inició un proceso de investigación que cambiaria considerablemente la salud bucal de las personas.
En la primavera de 1909, el comité formado por los Dres. McKay, Fleming y Burton, tres odontólogos de la región, llegaron a examinar a 2945 niños de Colorado y observaron que, el 87’5% estaban afectados en algún grado por estas manchas. Esto hizo despertar el interés de una gran cantidad de expertos que trabajaron junto con el doctor McKay para que, en 1931, encontraran la respuesta al problema: altos niveles de flúor en el agua causan la decoloración del esmalte dental, es decir, el agua que bebían los lugareños tenía abundancia de fluoruro natural.
Lo que llamó la atención al segundo protagonista de la historia, el Dr. H. Trendley Dean, otro investigador importante en la historia del flúor que trabajaba para el Instituto Nacional de Salud. El Dr. Dean, examinó el agua para determinar cuál era el nivel de flúor que producía dichas manchas, además, le llamó mucho la atención la baja incidencia de caries dental en las zonas con más decoloraciones del esmalte, centrándose también en averiguar si el flúor podría llegar a ser un protector contra la caries.
LOS FRUTOS DEL TRABAJO
En efecto, todos los estudios e investigaciones realizados tanto por el Dr. McKay como por el Dr. H. Trendley Dean descubrieron que el riesgo de fluorosis comenzaba cuando el flúor excede en el agua 1 parte por millón y, en 1945, con la finalidad de averiguar si de verdad ciertas cantidades de flúor actuaban contra la caries, iniciaron experimentos controlados mediante programas de fluoración del agua en Grand Rapids (Michigan), Newburgh (Nueva York) y Brantford (Ontario). Con el fin de comparar, tomaron otras tres ciudades objeto de estudio con análogas características y donde el agua natural era deficiente en flúor, Muskegon (Michigan), Kingston (Nueva York) y Sarnia (Ontario) y dos ciudades más cuya agua natural tenía los niveles óptimos de flúor natural, Aurora (Illinois), como homóloga de Grand Rapids y Stratford (Ontario) como homóloga de Brantford.
En 1949 se demostró que, en Grand Rapids, la incidencia en caries entre niños de 5 años era un 72% menor que la correspondiente a la ciudad testigo, Muskegon, cuya agua no se fluoraba. Se demostró también que, en las dos ciudades con niveles óptimos de flúor natural, la incidencia de caries dental era similar a la de Grand Rapids.
Este hallazgo revolucionó la salud bucal ya que hizo por primera vez en la historia, que la caries dental fuera prevenible y que aquellos que pensaban que la higiene bucal era para ricos, dejara de serlo.
Países como Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Corea del Sur, España, Filipinas, Hong Kong, Irlanda, Israel, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur, Reino Unido y Vietnam, poco a poco, fueron implementando políticas de fluoración del agua.
Hoy en día, como consecuencia de estos descubrimientos, tenemos una relación muy estrecha con el flúor y no tan estrecha con nuestro dentista, puesto que, la mayor parte del fluoruro que una persona ingiere proviene del consumo de agua fluorada y, además, ya está presente en bebidas y alimentos elaborados con agua fluorada, en las pastas dentales y enjuagues bucales. No nos damos cuenta pero cuidamos nuestra higiene bucal constantemente y tanto tú, como los peques y como yo, recordaremos ese empaste que nos pusieron como aquel día en el que tuve una caries.
Hola Pablo, tremendo tema el que tratas en tu artículo!!! Me atrevo a comentarlo, no solo por el interés que me genera en particular, sino por la importancia y consecuencias favorables del hito que has desarrollado. Es una realidad que afecta a TODOS y cada uno de los individuos del planeta… nadie se libra… un gran ejemplo de globalidad… Un gran beneficio para todos sin excepción.
También me gustaría aprovechar tu tema para expresar que a la salud bucodental no se le está dando la importancia que merece. Se sabe que influye en problemas sistémicos, y que puede ser un determinante negativo en el desarrollo y la evolución de otras patologías (enfermedad cardiovascular, diabetes, infecciones protésicas, endocarditis, neumonías, …) Aun así, se está considerando como algo no prioritario, y se mantiene excluido, en su mayoría, de la cartera de servicios sanitarios; quedando relegado como uno más de los determinantes de desigualdad en salud asociado a factores socioeconómicos.
Por suerte, ¡¡tenemos el flúor!!… gracias a él, el número de complicaciones son muchas menos.
¡Enhorabuena!
Hola Pablo. Puede parecer que te devuelvo el “favor” escribiendo un comentario en tu entrada, pero te aseguro que realmente es un tema que me atrae.
Estoy de acuerdo con que el flúor ha supuesto un gran avance en lo que a la salud pública se refiere, puesto que algo tan simple ha mitigado la brecha en la desigualdad en materia de salud, aportando un gran beneficio a toda la población.
Pero me gustaría ir mas allá y, dado que en el siglo en el que estamos actualmente los grandes problemas que nos atañen son de otra índole, quiero recalcar la importancia de revisar esta medida. ¿Es necesario fluorar de forma preventiva todo el agua de un país o quizás estamos en un mundo moderno dónde esto ha llegado a un punto excesivo?
Como mencionas, el exceso de esta sustancia puede ser perjudicial. Existen estudios que correlacionan el fluor como agravante de ciertas enfermades como, por ejemplo, el hipotiroidismo y también que estudian el impacto del exceso de este provocando su acumulación en el cerebro. Entonces llegados a este punto, quizás deberíamos tomar acción y asegurarnos que las cantidades de fluor en el agua de cada lugar sea el suficiente, evitando los excesos con la fluorización intencionada. Además es importante también educar a la población para que sea consciente de que no deben abusar de esta sustancia, sobretodo quien sea más vulnerable a sufrir estos efectos negativos.
Entiendo que es más sencillo tomar una gran medida y no medidas pequeñas que llevan mucho más esfuerzo personal y colectivo, pero estoy segura de que el beneficio sería abismal.
Por aquí te dejo esta reflexión y por supuesto darte la enhorabuena por el tema elegido y por haberlo defendido tan bien. ¡Un saludo!
Hola Pablo!
Aprovechando lo interesante de tu artículo, así como el giro que ofrecen en sus opiniones Adriana y Eva, me gustaría por una parte felicitarte por el gran hito que supone el hito que has escogido así como los beneficios para la salud de la población, y por otra parte realizar una crítica, porque de nuevo, otro hito conduce a un reto.
Se ha conseguido proteger la salud bucodental y las consecuencias que ponían en riesgo la salud de las personas antes de que se fluorizaran las aguas. Sin embargo, cuando no somos nosotros mismos sino otros los que protegen nuestra salud, nos acomodamos y las patologías terminan apareciendo por otras vías. Igual que no somos conscientes del beneficio que supone el flúor para nuestra salud, tampoco lo somos para el riesgo que conllevan otras sustancias, como el azúcar de los refrescos que ingerimos en cantidades cada vez mayores, el humo del tabaco, el alcohol, los dulces, etc. Por ello mi crítica es que, aunque se consiga un hito por la vía de la protección de la salud, no hay que olvidar su refuerzo desde la promoción y la educación para prevenir al fin y al cabo el mismo problema.
No basta, en mi opinión, con fluorar las aguas o aumentar el impuesto de las bebidas azucaradas, hay que educar a la población y proporcionar las herramientas necesarias para hacerles partícipes y protagonistas de su propia salud así como la de su entorno. En mi casa, por ejemplo, ni yo ni mis familiares hemos padecido caries dentales. Sin embargo, muchos de mis amigos sí las han padecido. El agua que bebemos es la misma. Entonces: ¿Es el flúor o es que en mi casa nunca hemos tenido refrescos para beber o dulces para merendar? No niego que el flúor haga su trabajo, pero sin duda la diferencia es clara, el resto depende de cada uno de nosotros y de lo que nos pongan por delante.
Enhorabuena, Pablo! Aprovecha este hito para crear conciencia y que se siga manteniendo por la vía de la promoción de la salud.