Mientras un gato se pasea entre los volantines de colores que a los pies de una cama vieja anuncian el comienzo de la primavera y la alegría de las fiestas nacionales, un niño como cualquiera despega sus ojos dormidos y se arregla esos pelos tiesos y negros que tienen los niños pobres de las poblaciones. Desde la cocina se siente el chirrido de una radio desintonizada que a esas horas ya debería estar emitiendo las canciones de Violeta o Víctor Jara y humea la tetera anunciando el desayuno, entre las pocas cebollas y papas que se logró conseguir para el almuerzo el día anterior.
Sobre la mesa espera un pan tostado con “chancho chino” y una taza de leche dulce y caliente. La misma leche que cada día alimenta la alegría de miles de niños chilenos.
Atrás quedaron los desayunos de agua con harina tostada o una simple taza de té y mendrugos de pan con que crecieron los padres y los abuelos. Desde el ascenso de Allende y la unidad popular al gobierno todos los niños del país pueden decirse iguales en algo: todos tienen asegurado medio litro de leche cada día.
DESNUTRICIÓN EN CHILE
No obstante los dos grandes ciclos expansivos de la economía chilena desde mediados del sXIX basados principalmente en la exportación de plata, cobre y trigo (entre 1850 y 1860) y más tarde de salitre (tras la guerra del Pacífico, 1879-1884), múltiples indicadores señalan un serio deterioro de la salud de las clases bajas de la época. Lo que se reflejó en pésimos indicadores nutricionales de la población, una alta mortalidad infantil y retraso en el crecimiento.
El nuevo siglo no fue más generoso con las esperanzas de las clases bajas. Las migraciones hacia los centros urbanos (especialmente hacia Santiago) iniciadas en los 80s se mantuvieron en continuo aumento hasta los años 50s del sXX, sobrecargando la infraestructura capitalina y dando origen a hacinamientos en las zonas periféricas de la ciudad, donde no se contaba con servicios básicos y las enfermedades infecciosas se propagaban rápidamente.
Y es que la vida en el campo no era mucho mejor: quienes no migraban tenían suerte si trabajaban como inquilinos bajo condiciones no muy distintas de las de esclavitud, pagando con su propio trabajo el derecho a habitar las tierras de los patrones e incluso con el trabajo de los hijos a medida que el propio se veía depreciado. Había, por otro lado, quienes simplemente se dedicaban al bandidaje o a trabajos esporádicos con los que difícilmente podían pagar el sustento familiar.
Mortalidad infantil según distintas fuentes
Tabla 1: Mortalidad infantil (Kaempffer et al, 2006)
Figura 1: Mortalidad infantil en hombres (Llorca-Jaña M et al, 2021)
Precisamente a partir de esta época comenzamos a tener noticias fiables de la mortalidad infantil, la que según algunos (tabla 1, fig. 1), se encuentra entre las más altas de Latinoamérica, con una tasa de 342 infantes muertos por cada mil nacidos vivos. Así mismo, sabemos que la dieta se caracterizaba por un bajo aporte proteico y no superaba las 2000 Calorías en promedio (fig. 2).
Figura 2: Ingesta calórica promedio (Llorca-Jaña M et al, 2021)
Según Salvatore y otros autores la malnutrición durante la infancia tiene como consecuencias retraso en el crecimiento, menor desempeño intelectual, capacidad reducida de aprendizaje y una capacidad de respuesta inmune reducida, aumentando la morbilidad y mortalidad infantil.
La organización sindical junto a los movimientos sociales obtuvieron como gran logro el impulso de leyes sociales que jugaron un primer rol en la mejora nutricional de la población: en 1924 se implementa el primer programa de entrega gratuita de leche a mujeres trabajadoras con hijos menores de 2 años, medida que fue ampliada el 37 a todas las mujeres cuyos esposos tuvieran seguridad social, abarcando un mayor, aunque insuficiente, de niños. Estas medidas junto con inversión estatal en infraestructura (nace la pasteurización de la leche en Chile) y los grandes avances sanitarios del siglo XX (como la yodación de la sal y el desarrollo de los antibióticos) tuvieron un impacto positivo sobre la mortalidad infantil, aunque las cifras aún eran demasiado altas a comienzos de los años 60.
LA MEDIDA NÚMERO 15
Hacia fines de los 60, después de haber sido ministro de salubridad, senador, haber participado en la creación del colegio médico y del Servicio Nacional de Salud (que el 79 se convertiría en Ministerio de Salud) entre otros aportes, Salvador Allende emprendió su camino hacia la presidencia de Chile. Entre de sus 40 medidas de gobierno propuso entregar leche gratuitamente a todos los niños menores de 15 años y a todas las mujeres embarazadas y amamantando, ampliando el universo de beneficiados de 650 mil a unos 3 millones 600 mil personas.
La leche que fuera entregada en centros asistenciales y colegios también podría ser encontrada en el comercio, de esta manera se aumentaba la confianza en el producto y se evitaba la estigmatización hacia quienes la recibieran de forma gratuita.
El programa no sólo permitió mejorar las condiciones nutricionales de la población, sino que, gracias a los visitas mensuales de las madres a los centros asistenciales para retirar la leche, también permitió implementar programas de planificación familiar, realizar controles periódicos a niños y lactantes, estimular la lactancia y avanzar con los programas de vacunación y educación nutricional y, consecuentemente, desarrollar una infraestructura eficiente.
De esta manera, la entrega de leche tuvo un impacto indirecto en la salud y nutrición de la población chilena dando origen a una paradoja descrita por Monckeberg como una condición de salud de la población es “ostensiblemente mejor que la que se podría predecir de la realidad económica”
DIGRESIÓN FINAL
Por un capricho o excentricidad del autor esta fantasía ocurre el 11 de septiembre de 1973, los niños que imaginamos esa mañana podrían ser nuestros padres o profesores y esas casas humildes, las de nuestros abuelos.
La radio deja de chirriar y suenan las últimas palabras del presidente Salvador Allende: «Mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile!, ¡viva el pueblo!, ¡vivan los trabajadores!». El mensaje es abruptamente interrumpido por el primer bando de la junta militar. Allende ha caído, un país entero se mancha de sangre. Nadie sabe si habrá leche al día siguiente.
Enhorabuena, Paulo, por este gran artículo! El texto con las imágenes y el vídeo muestran de forma comprensible y entretenida, pero al mismo tiempo objetiva, cómo medidas políticas relativamente sencillas pueden tener un enorme impacto en la salud pública. Hasta ahora, no sabía que había un periodo de malnutrición y desnutrición tan grande en Chile y la elegancia con la que se consiguió mejorar la salud de millones de niños con esta acción. Siempre es gratificante ver que acciones sencillas como ésta pueden salvar vidas y mejorar la calidad de vida. Gracias por esta gran visión de la historia chilena de la salud pública.
He quedado maravillada con tu escritura Paulo, qué interesante artículo y qué importante iniciativa. La malnutrición y la desnutrición infantil son problemas que azotan nuestras realidades latinoamericanas desde hace tiempo y la medida de Allende se perfila bastante a la vanguardia para su época. Creo que este blog da pie a pensar cómo la salud pública también se ve alineada con proyectos políticos que en determinados casos, como este, perfilan un horizonte para combatir la desigualdad. Asimismo, quisiera señalar que el impacto positivo de este programa influenció la región, por ejemplo, en Perú inspiró la creación del programa «Vaso de Leche» que también consistió en brindar asistencia alimentaria a las poblaciones más vulnerables. Me queda mucha curiosidad de qué es lo que sucedió a la caída de Allende ¿cómo se ha transformado este programa? ¿Esta iniciativa se continuó?
Finalmente considero que esta iniciativa debe ser mirada con dos ópticas. En primer lugar, es de importancia contemplar cuál ha sido el impacto cuantitativo en los indicadores de salud de la población y en segundo lugar es importante observar el impacto simbólico. La entrega de medio litro de leche es un acto de dotar ciudadanía a quienes menos tienen acceso al recurso.