Crónica Sentimental del Coronavirus (3): La libertad

CRÓNICA

Por: José Luis Bimbela Pedrola

 

Recuerdo perfectamente la meditada dedicatoria que escribí en el primer libro que publiqué. El libro se titulaba ”Cuidando al cuidador. Counseling para sanitarios” y la dedicatoria decía: “Para mi padre y mi madre por hacerme libre”. En las siguiente ediciones, añadí una para mi hijo: ”Para Marcel, mi amor más incondicional”. Y ahora, décadas después, releo el WhatsApp que me envió Marcel hace ya unos cuantos días del padre (traduzco del catalán original, y respeto los signos de puntuación, las mayúsculas y las minúsculas): “Papi ¡¡¡¡felicidades!!!! Gracias por hacerme libre, independiente y autosuficiente. Hay muchos modelos de familia, pero personalmente prefiero el nuestro ¡Te quiero!”  Lloré de alegría. Bailé y canté (Creo que la canción era “Muchísimo amor” de Led Zeppelin, una de nuestras canciones fetiche). Y luego, ya más tranquilo, le llamé (móvil mediante) y se lo agradecí mucho. Muchísimo.

En 1993 volé de mi Barcelona natal a Granada. Iba a trabajar en la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP). Para “cambiar el mundo” (esa fue textualmente su irresistible propuesta) y para ser más libre. Y así ha sido. Amo a esa empresa porque me siento libre. En mis clases y en mis conferencias. En mis cursos y en mis talleres. En mis investigaciones y en mis consultorías. Y en mis cooperaciones internacionales. Y me siento libre con los/as colegas y con los/as jefes/as. Con los alumnos y las alumnas. Y, como me siento libre (y cuidado, y valorado, y respetado) confío. Y me entrego en cuerpo y alma. Intentando, en cada momento y en cada lugar, dar lo mejor de mí; y ayudar a seguir cambiando el mundo… a mejor.

Ningún dolor es una bendición. Ni el dolor físico ni el emocional. Ni el social ni el espiritual (“¿Qué hago yo aquí? ¿Qué sentido tiene mi vida?”) La verdadera bendición es que yo decido qué hacer con ese dolor, qué protagonismo le doy y para qué lo voy a utilizar. Ese es un poder que todos y todas tenemos, y que hay que ejercer, hay que poner en práctica, para que se convierta en un hábito saludable y liberador. Y ahora, en tiempos de reclusión obligada por la pandemia del coronavirus, recuerdo con frecuencia esos inmensos territorios abiertos que aparecían en las películas del Oeste que tanto me gustaban (y me gustan). Y también recuerdo que en esos westerns siempre prefería que ganasen los “indios”, los pieles rojas (sioux, apaches, cheyennes, comanches, navajos, cherokees, pies negros, arapahoes). En sus praderas sin fin, con sus caballos sin sillas de montar, y ¡¡sin uniformes!! Me parecían tan libres…

– Por cierto ¿Tanta libertad es… gratis?

– En absoluto.

– ¿Cuánto vale?

– Muchas soledades.

 

Y, para poner la guinda a esta tercera crónica sentimental en tiempos de pandemia, permítanme unos regalos que nos ofrecen artistas y pensadores en relación con la libertad, la enfermedad y la vida.

Una frase: “Yo enfermo cuando no doy libertad al otro” (Horts Müller).

Un poema: En la voz de su propio autor, Joan Margarit:      http://www.joanmargarit.com/es/la-libertad/

Y una canción: “Give Me Back My Freedom” de Peter Green:

https://www.youtube.com/watch?v=Ld5IMIFQPqk

 


 

Fuente: Amaneciendo en sábado. En “El Blog de Bimbela”: https://www.easp.es/web/bimbela/

Continuará…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *