CRÓNICA
Por: José Luis Bimbela Pedrola
En 2014 y en Barcelona, dije públicamente (alto y claro; y con toda sinceridad) que quería empezar a callar. Llevaba muchos años impartiendo cursos y dando conferencias. Y allí estaba, presentando mi último libro “Yo decido. La tecnología con alma” en la sede de la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria, anunciando mi próxima retirada (de los foros públicos). No lo he cumplido. ¡Disfruto tanto en mis clases presenciales y en mis ponencias! ¡Y hasta en las sesiones virtuales que estoy grabando estos días de pandemia! Eso sí, hablo menos. Y escribo más. Escritos cortos y sintéticos. Esfuerzos intensos, en pequeñas dosis. Momentos de inspiración (tras horas de transpiración, claro). Destellos. Y silencios.
Sí, he aprendido a disfrutar más de los silencios. Y noto que cada vez utilizo menos esos “ruidos domésticos” (radio, música, televisión) que me ayudaban (y, a veces, lo siguen haciendo) a huir de mis “borrascas internas” (esos pensamientos insistentes que aún me rondan, y que aún me inquietan). Me apunto pues a esa propuesta, un tanto radical, que nos llega de Oriente: “El silencio es maravilloso. Si no lo vas a mejorar, cállate”. Y, desde luego, veo muy bien ese ayuno semanal de palabras que propuso en su momento Gandhi. En ello estoy. Y los tiempos de pandemia me lo están facilitando, la verdad. Hasta Alejandro Sanz lo ha dicho, clarito, estos días de encierro: ”Quien no aporte algo que calle”. Gracias, Alejandro. Políticos, periodistas y tertulianos varios, dense por aludidos, por favor. Y adictos a las redes sociales, también.
Necesito el silencio para pensar y para reflexionar a fondo (repito: a fondo). Para concentrarme más y focalizar mejor mi atención. Lo necesito para escribir (estas entradas al blog, por ejemplo). Para descubrir y descubrirme. Para crear. Para descansar y relajarme. Para meditar. También para sosegar mi ego y mitigar mis dolores (de todo tipo). Para escuchar más y mejor, y para escucharme más y mejor. Para aprender. Silencio para sentir. Para acercarme un poco más, y más suavemente, a mi ser. Y “hablo” también del silencio “no verbal”; ese silencio que, lo confieso, aún me cuesta tanto gestionar, en algunas circunstancias y en algunos contextos. Hágase el silencio (verbal y no verbal). Y el silencio… se hizo.
Para redondear esta sexta crónica sentimental del coronavirus, me gustaría regalar al lector una reflexión del gran poeta granadino Luis García Montero: “La vida te enseña que detrás de toda verborrea hay un cobarde”; y una canción (lúcida y hermosa) de un autor sutil y sensible: “Silencio” de Jorge Drexler.
Y ahora callo, hasta la próxima crónica.
Fuente: Amaneciendo en sábado. En “El Blog de Bimbela”
Continuará…