RESEÑA
Por: Eduardo Briones*
Después de las duras experiencias que hemos vivido en los últimos dos meses, estamos retomando poco a poco nuestras actividades habituales. Aunque sea simplemente dar paseos, retomar la vida social, el contacto con las personas queridas, o tener la posibilidad de ir a comercios, terrazas, etc. A la vez, mantenemos el miedo y la precaución porque sabemos que la infección por este virus se transmite rápido y fácil y ya conocemos sus consecuencias. Lo hemos pasado mal y debemos aprovechar lo que hemos aprendido para prepararnos para el futuro y hacerlo mejor.
Hay muchas cosas que desconocemos y es difícil predecir lo que va a pasar. Pero está claro que tendremos que convivir con una nueva enfermedad infecciosa que produce consecuencias devastadoras y de la que vamos conociendo algunas características para afrontar la prevención y el control. A pesar del desgaste que nos haya podido suponer este tiempo, es el momento de reflexionar, evaluar y prepararnos mejor para el futuro.
En el campo de la prevención, nuestras herramientas fundamentales, nuestras vacunas, son bien conocidas en salud pública: reducir al mínimo las posibilidades de transmisión (distancia, lavado de manos, mascarillas), detección precoz de los casos, seguimiento y aislamiento de los contactos y trabajar en lo local de forma interdisciplinar y con los activos en salud. Para que sean efectivas y consigan parar las cadenas de transmisión, estas intervenciones deben adaptarse al contexto social y dotarse adecuadamente para la nueva fase.
La vigilancia epidemiológica es una las funciones de la salud pública que, trabajando de forma coordinada y en colaboración con el resto de actores, juega un papel relevante. Andalucía cuenta con una red que abarca los equipos de epidemiología de los Distritos de Atención Primaria, así como los Servicios de Medicina Preventiva en los hospitales, las Delegaciones Provinciales y el nivel central. En nuestra comunidad la epidemiología de atención primaria ha estado vinculada a los distritos desde el inicio de la reforma y está integrada en las Unidades de Salud Pública con amplia experiencia en control de brotes y estudios de contactos en enfermedades como tuberculosis, sarampión, tosferina o parotiditis, así como en los sistemas de información.

En las próximas semanas y meses va a ser especialmente importante reforzar las capacidades de salud pública para evitar los rebrotes con incrementos no controlados en el número de casos. En estos días se ha popularizado el término “rastreadores” como solución al control de la epidemia en esta fase. Dado que parece una mala traducción del término inglés trackers (vinculado a la informática), parece preferible la expresión que emplean nuestras autoridades sanitarias, “identificación y seguimiento de contactos” como una medida de salud pública eficaz para el control de la COVID-19. Este tipo de intervención ha estado activa desde el inicio de la epidemia, incluso en la fase de transmisión comunitaria, en la medida de las posibilidades. El trabajo en colaboración con los equipos de Atención Primaria ha sido fundamental y debe serlo aún más para el futuro.
Contamos con los documentos de referencia de las autoridades sanitarias como base para establecer procedimientos y protocolos, existiendo algunos aspectos que debemos tener en cuenta para planificar adecuadamente esta fase:
- Capacidad para identificar los contactos de forma exhaustiva con cuestionarios estructurados que consideren la diversidad social y la movilidad: desde personas que viven solas o en familias pequeñas a personas que viajan, tienen trabajos con múltiples contactos como taxista, hostelería, venta ambulante, etc. A medida que avancemos en la movilidad, va a ser más complejo. La encuesta epidemiológica es el elemento esencial, teniendo en cuenta las cautelas necesarias para respetar la privacidad, así como la disponibilidad de traductores, informantes clave, etc.
- Tener en cuenta que es frecuente la transmisión durante el periodo de síntomas leves: la percepción de la enfermedad y la demanda de asistencia es muy variable, dependiendo de factores como el conocimiento de la infección y las formas de transmisión, así como en ocasiones, la necesidad de acudir al trabajo con síntomas por razones como miedo a sanciones, dejar de percibir el salario, un falso sentido del deber, etc. Este puede haber sido un factor clave en entornos laborales y los departamentos de recursos humanos y prevención de riesgos laborales deben facilitar esta tarea, así como establecer normas claras e implementarlas.
- Capacidad para realizar aislamientos en domicilio de forma efectiva. Puede ser necesario aislar a muchas personas y no siempre existen las condiciones idóneas en las viviendas por lo que es necesario mantener un número suficiente de instalaciones alternativas con capacidad para aislamiento a personas asintomáticas que no dispongan de recursos en su propio domicilio o carezcan totalmente de él.
- Adaptación de los aislamientos en la población más vulnerable, como en las residencias sociosanitarias. Hemos tenido la experiencia del gran impacto en las residencias y de las dificultades para poner en marcha medidas de aislamiento y de prevención y control de la infección. El conocimiento local y el seguimiento de las enfermeras gestoras de casos y de los equipos de atención primaria es esencial.
- Potenciar la comunicación a la población, tanto en las entrevistas telefónicas como por medios de difusión y de promoción de la salud.
Afrontar el problema desde una perspectiva de salud pública va a requerir de mucho trabajo colaborativo, donde los profesionales de atención primaria juegan un papel esencial, apoyados por los equipos de distrito y por los recursos comunitarios desde ayuntamientos, ONGs, servicios sociales, entidades vecinales y un largo etcétera.
(*) Epidemiólogo. Unidad de Salud Pública del Distrito de Atención Primaria Sevilla.