RESEÑA
Por: José Martínez Olmos
El intenso confinamiento poblacional que se ha instaurado en España (al igual que en otros países) está generando una mejor evolución epidemiológica del impacto de la pandemia por el coronavirus COVID-19. A 15 de abril de 2020, llevamos ya varios días con una evolución que muestra una tendencia sólida de efectos positivos en la dinámica de la infección.
Es evidente que el confinamiento masivo ha tenido y tiene un enorme impacto en la economía nacional e internacional cuyas consecuencias van a aflorar en su verdadera dimensión a lo largo de los próximos meses e, incluso, puede que en los próximos años. Y, por otra parte, la necesidad de afrontar como prioridad absoluta la atención sanitaria y la actividad de los sistemas sanitarios en mitigar los daños a la salud de las personas afectadas, ha generado un impacto inédito aún en la salud de los pacientes con patologías crónicas que han visto paralizadas o, muy mermadas, las actividades asistenciales habituales de sus servicios de salud. Y no se puede descartar que el impacto en la calidad de la atención sanitaria de otras patologías agudas haya afectado seriamente con consecuencias que habrá que analizar.
Una vez que parece que se está caminando en la dirección correcta para conseguir el objetivo de evitar el colapso completo del sistema sanitario y evitar al máximo la aparición de nuevos casos, procurando acercarnos a una incidencia cercana a cero, cabe pensar que partir de ahí, habrá que poner en marcha una nueva etapa post-confinamiento que muchos han llamado des-escalamiento o deshielo.
Cuáles serán características que deben incorporarse para la des-escalada es algo que se está convirtiendo en un proceso de planificación inédito porque hasta ahora nunca nos habíamos enfrentado a una situación similar en los últimos decenios. Inédito también, porque desconocemos la realidad epidemiológica del impacto de la infección en la población general y no sabemos qué porcentaje de personas supuestamente inmunizadas tenemos en cada ámbito territorial.
Esto implica que va a resultar inevitable y, sobre todo imprescindible, trabajar intensamente en la preparación y el diseño de medidas a aplicar buscando los mayores consensos técnicos posibles sobre la información a manejar y los requisitos a considerar para proponer aplicar las restricciones concretas a las relaciones sociales, que deberán disponer de la mayor evidencia posible. Será imprescindible un amplio proceso reforzado de consulta con todas las organizaciones profesionales y personalidades de ámbito científico que tengan algo que aportar al diseño de esta nueva fase.
Una de las cuestiones que será conveniente debatir se refiere a la necesidad de que el planteamiento a desarrollar se base en un marco general definido por el Gobierno de España con la cooperación activa de los expertos y de las Comunidades Autónomas, pero, una vez definido esto, se va a tener que optar bien por una aplicación uniforme en todo el territorio, bien por una aplicación específica en cada Comunidad adaptada a la realidad epidemiológica, asistencial y social de cada territorio.
Será necesario disponer de la mejor información epidemiológica posible para conocer la positividad o negatividad de las personas, la incidencia real de la enfermedad en España y la población susceptible de infectarse, con la realización de un estudio para planificar un deshielo con mayores garantías realizando un muestreo poblacional estratificado de amplitud suficiente para resultar válido en el nivel de CCAA. Ello permitirá conocer la prevalencia de la infección por territorios a través de análisis serológicos y eso nos dará elementos para un deshielo gradual y para estar mejor preparados para un repunte de la enfermedad en un nuevo ciclo estacional a finales del año.
Seguramente será conveniente que, en todo caso, en la nueva etapa de deshielo se opte por el mantenimiento de algunas medidas de aislamiento social (o la adopción de algunas nuevas) que se irían levantando de manera gradual en función de la situación que arroje una intensa vigilancia epidemiológica.
Es muy probable que determinados grados de restricción a la movilidad y a la actividad económica plena seguirán siendo necesarios con mucha probabilidad durante uno a tres meses. Así, mantener el cierre definitivo de aulas dentro del presente ciclo escolar y universitario, fomentar desplazamientos a centros de trabajo en vehículos particulares siempre que sea posible, asegurar los desplazamientos a centros de trabajo en transporte público con una capacidad de viajeros restringida para mantener las distancias, mantener el cierre temporal de teatros, cines, restaurantes, eventos deportivos, conciertos y actos religiosos, insistir en el lavado de manos y en el mantenimiento de la distancia de seguridad, recomendar el uso de mascarillas en determinadas circunstancias, limitar en su caso, los horarios para pasear, seguir impulsando el teletrabajo, el trabajo por turnos, o mantener el control riguroso de las fronteras, son algunas cuestiones a considerar.
La protección de la población vulnerable, en especial del personal sanitario y de las personas ingresadas y de quienes trabajan en las residencias de mayores y discapacitados, debe ser una prioridad esencial con especial atención a pacientes con problemas de salud mental. Por supuesto, un esfuerzo importante deberá realizarse por mejorar el grado de detección y control de la transmisión intradomiciliaria y para ello deberían reforzarse las capacidades materiales, particularmente la disponibilidad y dotación de equipos de protección individual (EPIs) de los profesionales sanitarios, muy especialmente de aquellos que trabajan en la atención primaria.
Estos profesionales deberán tener un papel esencial en el deshielo pues, además de trabajar para detección precoz de asintomáticos y enfermos en fases tempranas en los domicilios, evitando así la saturación de las urgencias hospitalarias, habrán de plantearse la recuperación paulatina de la normalidad de la actividad asistencial programada que ha quedado en un segundo plano en estos momentos.
Sería deseable que cada Comunidad Autónoma elaborase planes autonómicos de “deshielo” con una dimensión de contingencia ante diversos escenarios, de manera que el des escalamiento en cada una de ellas se base en una estrategia común (establecida por el Gobierno), que permita recuperar la actividad económica y relajar paulatinamente el confinamiento al tiempo que se mantiene una vigilancia estrecha sobre los casos sospechosos, los colectivos de mayor riesgo y los focos más “calientes”. Y todo ello con base siempre en datos comprobados y contrastados con las autoridades del mando operativo central de la epidemia y apoyados en la capacidad operativa que ofrecen las nuevas tecnologías digitales y de dispositivos móviles.
En definitiva, dado que hay que asegurar la protección de la salud para poder proceder a recuperar la normalidad en las relaciones sociales y en la actividad económica con garantías, quizás convenga hacer posible un deshielo gradual: por etapas, por grupos y por territorios. Será más fácil si se logran los máximos acuerdos y se acomete una evaluación continua que permita la corrección de los aspectos que sean necesarios. Todo un desafío.
Referencias
- Reforzar la atención primaria y la vigilancia epidemiológica para lograr un deshielo sanitariamente seguro. Martínez Olmos, Infante Campos y López Acuña
- Propuesta de medidas y cuestiones a considerar para la fase de transición de la pandemia por SARS-CoV-2 en España. Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene
- Posicionamiento SESPAS ante la evolución de la epidemia COVID-19 y el abordaje de una segunda fase en su control
Como dices, es todo un desafío. Aquí entra en juego la cultura ciudadana de la gente, que realmente colaboremos con las autoridades locales y nos comprometamos a mantener la justa distancia, usar el tapabocas etc. Creo que este es un tiempo en el que se aceleró fugazmente la tecnología y el Internet, hay que aprovechar esto para mantener aún más el distanciamiento social.