Cuando miro hacia atrás y me pregunto por qué hice dos especialidades, necesito recordar para comprender cómo termino desarrollando mi labor como reumatóloga si mi vocación clara era ser médico de familia.
Sí lo tenía clarísimo, no me hacía ilusión inicialmente ninguna otra especialidad. Pensaba lo importante era entender al paciente en su entorno, estar cercano a él, poder realizar actividades preventivas y que las actualizaciones de medicina llegaran de forma precoz en los diversos campos, solucionando los problemas que así podía y sabiendo cuándo remitirlos si era necesario.. etc. No me arrepiento para nada de este periodo de mi vida. Fue una etapa muy bonita y enriquecedora, aprendí mucho a nivel científico y humano y me permitió una visión global y muy amplia de la medicina.
Pero el año y medio, tras acabar la residencia trabajando casi por toda la provincia de Málaga, en sucesivas sustituciones, no me daba la oportunidad de ver si mi labor asistencial era útil (ajustaba tratamientos diabéticos, hipertensivos.. etc pero cuando debían volver a revisión, yo ya estaba en otro sitio) y además siempre disponible a que te llamaran del distrito y con la amenaza de expulsión de bolsa si rechazabas el contrato y para colmo el futuro amenaza desolador; médicos de familia , 5 años mayores que yo, también se encontraban en la misma situación.
Así que con apenas con 2 meses de vida de mi primer hijo, decidí ponerme a estudiar de nuevo el MIR (en esta nueva etapa como madre, necesitaba un contrato estable y no podía estar a disposición de los imprevistos de los horarios de los múltiples contratos).
En el 2003 comienzo la especialidad de Reumatología. Había tenido la oportunidad de rotar como médico de familia, con la Dra Irigoyen y me sorprendió mucho, el gran agradecimiento de una señora que se había tomado dosis altas de metotrexato y que contaba lo mucho que el fármaco le había cambiado la vida. Y efectivamente eso es lo que puede hacer un reumatólogo diagnosticando y tratando precozmente las enfermedades reumáticas inflamatorias. Aún recuerdo con cierta risa, de los primeros días, cuando comencé la especialidad, me tropecé con un psiquiatra del Hospital Civil y al decirle que en ese momento estaba haciendo reuma, me dijo: “Oye y ¿ qué está pasando ahora que tengo varios pacientes reumáticos que trataba de depresión y les he dado el alta porque están muy contentos y dicen que les habéis curado?” (la revolución de las terapias biológicas había llegado). Desgraciadamente todavía hay muchos pacientes a los que nos cuesta mucho poder cumplir nuestro objetivo de alcanzar lo que nosotros llamamos la remisión, pero lo que esta claro que cuanto antes se diagnostica la enfermedad y más supervisión tenga por parte del reumatólogo mejor pronostico tienen.
Las enfermedades reumáticas inflamatorias, afectan de forma principal a población joven y originan entre otros efectos, una gran discapacidad articular, además de posible afectación de órganos diana (afectación visual, pulmonar, renal, cardiaca, cutánea..etc). En muchos casos y si actuamos rápido podemos hacer que el paciente, con un tratamiento adecuado,, mantenga su calidad de vida y evitemos las deformidades y la discapacidad de la enfermedad, pero el diagnóstico precoz no es fácil en el sistema sanitario ; nuestras enfermedades tienen un gran impacto en la vida de los pacientes pero al no ser de elevada frecuencia, no se identifican con facilidad y se disipan en las múltiples artralgias. En los casos de los niños el tema se agudiza aún más porque no suelen sentir dolor y la inflamación ocular, en forma de uveítis, suele ser silente siendo una importante causa de ceguera.
Además el paciente reumático presenta un incremento del riesgo cardiovascular, toma inmunosupresores por lo que tenemos que actuar de forma preventiva con las infecciones (despistaje de TBC, actualización vacunal), el tejido graso también se comporta como tejido inflamatorio que empeora la actividad de la enfermedad, presenta mayor riesgo de osteoporosis (por la misma enfermedad y los fármacos) por lo que en este grupo de pacientes, potenciar su salud para alejarlos de la enfermedad va a ser fundamental y al hacerlo con ellos, lo estamos haciendo con su familia y su entorno social.
Y es que en el río de la vida, todos somos necesarios; los que ensañan a nadar para que no te ahogues pero también los que tiramos flotadores a los que ya se están ahogando y después les enseñamos a nadar a ellos y sus familias.