
Extracto del texto de Hernán-García M, Mena-Jiménez, Botello-Díaz B, Lineros-González C, García-Cubillana P. En Hernán et al (2012) Activos para la salud y promoción de la salud mental. Granada: Escuela Andaluza de Salud Publica.
La salud mental es un componente integral y esencial de la salud. La propia definición de la Organización Mundial de la Salud [OMS] (2005) considera a la salud mental como algo más que la ausencia de la enfermedad; es un estado de bienestar en el que la persona se realiza y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad (Herrman, Saxena y Moodie, 2005).
En la línea de esta definición, la Conferencia Europea de Salud Mental (WHO, 2007), incorpora lo que hace la vida agradable, productiva y plena, además de contribuir al capital social. Estas definiciones sobre la salud mental se centran en la base del bienestar y en el funcionamiento del individuo y de la sociedad y conectando con la promoción del bienestar mental y la prevención de trastornos, así como en el tratamiento y rehabilitación de las personas. Sin embargo, durante años la denominación de “servicios de salud mental”, ha transmitido la idea de que “salud mental” es sinónimo de “enfermedad mental”, alejándose de la concepción impulsada por la OMS.
Además, la creciente presión asistencial ha contribuido a reforzar esta idea, en la medida que los profesionales sanitarios dedican la mayor parte de su tiempo al tratamiento de la enfermedad y no tanto a la promoción del bienestar o la salud mental. La promoción de la salud mental supone también la adopción de un enfoque, basado en una perspectiva positiva, que busca el equilibrio entre acciones preventivas para la solución o reducción de déficits y aquellas que potencian la salud de las personas y comunidades, considerando relevantes los activos para la salud (Morgan &Ziglio, 2007; Hernán & Lineros 2010): aptitudes, recursos, talento y oportunidades.
La intención final de las acciones en promoción de la salud es potenciar en las personas y las comunidades la capacidad para identificar, controlar y utilizar los recursos necesarios para la mejora de la calidad de vida. Tal y como describió inicialmente Antonovsky (1987) y más tarde Eriksson y Lindstrom (2008), el desarrollo de la vida se puede asemejar con el paso por un río, donde se puede “salvar a la gente de ahogarse” -perspectiva curativa-, “colocar barreras para evitar el riesgo o salvavidas para evitar ahogarse” -perspectiva de protección y prevención-, “enseñar a nadar” -perspectiva de educación y promoción de la salud- y “nadar adecuadamente, conociendo las opciones y condiciones de la corriente” que es el objetivo último de la promoción de la salud (Rivera, Ramos, Moreno & Hernán, 2011).
La incorporación del desarrollo saludable a lo largo del río de la vida implica que, en las actividades de promoción de la salud mental, los profesionales reflexionen sobre qué activos o capacidades de las personas y del contexto sirven para potenciar la salud mental. En este sentido, parece lógico explorar y compartir las experiencias prácticas realizadas bajo una visión salutogénica, detectando factores que pueden replicarse para desarrollar acciones útiles para la salud mental de la población. Integrar la promoción de la salud en el conjunto de acciones de la salud mental, así como integrar la salud mental en el conjunto de acciones de promoción de la salud son dos objetivos que diversos estudios han explorado:
Por un lado unos han analizado el uso de las habilidades mentales para potenciar la capacidad del individuo, del grupo y del entorno para promover el bienestar y el desarrollo óptimo (Power, 2010); por otro se desarrollan trabajos centrados en las acciones para que la persona conozca sus propias aptitudes y aprenda a afrontar las presiones diarias y se desarrolle trabajando o contribuyendo a su comunidad (Herrman, Saxena y Moodie, 2005); y también interesa explorar desde esta óptica, lo que hace la vida agradable, productiva y plena, contribuyendo al capital social y al desarrollo económico de las sociedades (Jané-Llopis y Anderson, 2005; Jané-Llopis y Braddick, 2008).
En vez de trabajar sobre los déficits y la ausencia de la enfermedad mental, lo que se persigue desde el enfoque salutogénico de promoción de salud mental es impulsar una vida más agradable, productiva y satisfactoria, en la que un buen estado de salud mental permita producir, relacionarse, adaptarse, hacer frente a la adversidad y contribuir a la construcción de la comunidad. En este sentido, la evidencia científica sostiene que un alto nivel de bienestar está asociado con un funcionamiento positivo (ForesightProgramme, 2008; Power, 2010) que incluye pensamiento creativo, buenas relaciones interpersonales, capacidad de afrontamiento ante la adversidad. En cambio, las personas con un nivel bajo de bienestar mental tienen un peor funcionamiento, peor salud y peor esperanza de vida, lo que predice mayor frecuencia de uso del sistema sanitario.
La promoción del bienestar mental puede abordarse desde diferentes estrategias; fortaleciendo el papel de los individuos y de las comunidades, reduciendo las barreras estructurales para obtener una buena salud mental y mejorando la calidad del entorno físico. Conseguir un equilibrio entre estas opciones no es fácil, pero conviene cohesionar las acciones para que lo individual y lo social sean una suma consistente, formando parte del diseño integral de iniciativas para promocionar la salud. En esta línea, el Plan Integral de Salud Mental de Andalucía (PISMA) propone cinco sugerencias para la acción individual, identificadas en base a una revisión extensa de la evidencia disponible (ForesightProgramme, 2008), buscando un equivalente a la recomendación ya conocida sobre alimentación saludable: cinco piezas diarias de frutas y verduras, se plantea un modelo de acción promoviendo:
- Conectar… Relaciónate con las personas de tu alrededor. Con tu familia, amigos, compañeros y vecinos. En casa, en el trabajo, en la escuela o en tu comunidad. Considera a estos como pilares de tu vida e invierte tiempo en ellos. Construyendo estos soportes sostendrás y enriquecerás tu vida diaria.
- Ser activo… Sal de paseo o haz footing. Sal a la calle. Coge la bicicleta. Participa en un juego. Haz jardinería. Baila. El ejercicio te hará sentir bien. Lo más importante es encontrar una actividad física que te haga disfrutar y que se adapte a tu nivel de movilidad y tu condición física.
- Prestar atención a las cosas… Sé curioso. Presta atención a las cosas bonitas. Date cuenta de las cosas fuera de lo común. Percibe el cambio de las estaciones. Saborea el momento, independientemente de que estés caminando hacia el trabajo, almorzando o hablando con amigos. Sé conciente del mundo a tu alrededor y lo que sientes. Reflexionar sobre tus experiencias te ayuda a valorar lo que es importante para ti.
- Continuar aprendiendo… Intenta algo nuevo. Redescubre una afición antigua. Apúntate a “ese” curso. Hazte cargo de una nueva responsabilidad en el trabajo. Arregla una bicicleta. Aprende a tocar un instrumento y cómo cocinar tu comida favorita. Marca una meta que te gustaría conseguir. Aprender cosas nuevas te hará sentir más seguro/a, además de divertirte.
- Dar… Haz algo agradable para un amigo o un desconocido. Sonríe. Apúntate a algún grupo en tu comunidad. Mira hacia fuera y hacia dentro. Valorarte a ti mismo, y tu felicidad, como algo conectado a una comunidad más amplia puede ser muy gratificante y crea conexiones con la gente a tu alrededor.