Hace unos días aparecía en un periódico de tirada nacional una noticia donde se hacia referencia al gasto social que realiza España (24,7% del PIB) y lo comparaba con la media del gasto social en Europa, en relación a los países de nuestro entorno mas cercano, Italia, Portugal y Francia, todos ellos con inversiones en gasto social muy por encima de nuestro país. Y es que una buena parte de la eficacia de las medidas de promoción de la salud dependen (como bien se describen en la carta de Otawa) de la elaboración de políticas públicas saludables, del fortalecimiento de la acción social en salud, de la creación de entornos y ambientes saludables, etc. y todo esto necesita de inversión desde los fondos públicos del Estado, pero también necesita de sus ciudadanos.
La mayor riqueza de un país son sus ciudadanos, las personas que conviven en su geografía, y el mayor recurso de cualquier persona es su salud. Una sociedad solo produce, investiga y mejora si dispone de salud (y recursos) y ésta solo se desarrolla plenamente en entornos saludables en los que se fomentan hábitos de vida para el disfrute de la actividad física, de una alimentación saludable, de valores de sostenibilidad y control del estrés, del acompañamiento a nuestras personas mayores, donde se contamine lo mínimo posible y se recicle lo máximo (que colabore con la sostenibilidad); una sociedad en la que todos participemos y nos sintamos parte de su imagen y sus valores.
Porque todos hacemos que los espacios sean mas acogedores, mas vivenciales, porque son nuestros lugares y entre todos podemos modificar aquellos factores que son modificables para que todos ganemos en salud y para esto nuestra participación es importante como también lo es la inversión en gasto social.