La insistencia en la equidad, la reducción de las desigualdad social y la participación activa de los ciudadanos, Es reconocida en las características de la calidad en promoción de salud, recogidas por a bibliográfia más relevantes, como: los principios de Macdonald, las categorías de Alain Deccache o los criterios de la Universidad de Lovaina.
Contrasta con la práctica, donde estas cuestiones suelen aparecer de forma simbólica o muy residual en los proyectos de promoción de salud. En un país donde las desigualdades sociales crecen a velocidad de vértigo, según el índice Gini, en 2018 situándonos ya en 52,9 sobre 100, una de las más altas de Europa. Trabajar la promoción de salud desde la equidad y la participación social, será también nadar contra corriente.
Ingeniosamente dice Joan Paredes, que en participación ciudadana, la población diana somos los profesionales de la salud; Los profesionales tenemos nuestros bagajes nuestros miedos, formamos parte de un modelo que produce desigualdad y tenemos que revisarnos para entre otras cosas aprender a ceder poder o a no reproducir el modelo anterior
Aprender también, como nos cuenta divertidamente la escritora nigeriana Adichie en https://youtu.be/4gH5oB1CMYM, los peligros de la historia única como forma de poder. Relata como ella misma, a pesar de nacer en Nigeria, de familia nigeriana, relataba historias de blancos y como durante su vida ha ido observando y aprendiendo sobre consecuencias negativas de esto. “La historia única roba la dignidad de los pueblos, dificulta el reconocimiento de nuestra igualdad humana, enfatiza nuestras diferencias en vez de nuestras similitudes.
Yo empecé a trabajar como trabajadora social en un centro de salud hace 30 años, hacia unos meses que había dejado la universidad y en ella las materias de trabajo con la comunidad eran las materias con mucho desarrollo, conocimos a fondo los modelos americanos de desarrollo comunitario y el modelo de organización de la comunidad o los modelos de investigación-acción participativa IAP, nos visitarón Ezequiel Ander Egg, Natalino Kisnerman y Marco Marcioni, también compartí durante un año de profesora asociada en la universidad de Jaén con Tomas Alberich. El hecho de haber interactuado con ellos en directo, nos cargó de energía y ganas de aportar estos modelos en la recién inaugurada reforma de atención primaria de salud.
Sin embargo tanto en mi Centro de Salud, como en el recientemente creado Distrito Sanitario, o en la Escuela Andaluza de Salud Pública EASP, parecían no entender de que hablaba yo- alumna, cuando me refería a los temas de participación. Solo me respondió un profesor de la EASP, en una de las actividad formativa con objetivos comunitarios, me dijo que en España nuestro modelos social es diferente y esos modelos no eran adecuados, solo la comunidad religiosa podíamos considerarla comunidad. De esta forma, después de un tiempo, aparque mis pretensiones y conocimientos. En ese momento la historia única para ellos y para mi también, era la convergencia con Europa y los estudios de evidencia.
Me pregunto ¿qué habría sucedido sí mis conocimientos los hubiese aportado un técnico belga?,¿o un medico chino?,¿o una mujer astronauta?… Pero sobretodo me pregunto ¿Cuantas veces en nuestro acercamiento a la comunidad reproducimos historias únicas? Perdiendo la riqueza y la potencia de las diferentes historias que hay en el territorio, perdiendo la oportunidad de trabajar y poner en valor desde sus propias historias, buscando la promoción de salud.