COMUNICACION PARA LA SALUD VS COMUNICACION PERJUDICIAL PARA LA SALUD
Los medios de comunicación forman parte de nuestro día a día e interfieren al igual que en otros ámbitos de nuestra vida en la salud, ya que influyen en aspectos relacionados con esta, como pueden ser los hábitos de vida o el consumo.
Esta comunicación en ocasiones tiene un papel de promotora o educadora en salud, pero en otras ocasiones adquiere el rol contrario de “perjudicial para la salud”, ya que está influenciada directamente por diferentes intereses como pueden ser los económicos, los políticos y/o los empresariales.
Podríamos decir que la comunicación es una navaja de doble filo, ya que por un lado, tenemos múltiples campañas relacionadas con el consumo de drogas y la conducción, el uso del preservativo y las enfermedades de transmisión sexual, las medidas que debemos adoptar cuando hace calor y un largo etc… Indudable e indiscutiblemente, este tipo de campañas promotoras o educadoras en salud tienen efectos positivos en la misma. Además, aparentemente para la población, estas campañas y sus finalidades son fácilmente distinguibles y sabemos que trasmiten un mensaje claro con el objetivo de mejorar la salud de las personas.
Por otro lado, a través de otro tipo de campañas interiorizamos en nuestras vidas una serie de hábitos o “creencias” que adquirimos de una manera subliminal, ya que no nos damos cuenta de que cambiamos hábitos o formas de pensar porque estamos siendo fuertemente influenciados por la publicidad, la televisión, el cine, la prensa y/o las redes sociales. Además, conocemos que las campañas están minuciosamente estudiadas para que se produzcan estos cambios, con una finalidad económica y sin dilemas éticos en cuanto a las repercusiones en salud.
¿Cómo puede la sociedad identificar una comunicación “perjudicial” para la salud? En ocasiones es muy complejo esta identificación ya que muchas veces no son campañas puntuales en sí, sino estereotipos afincados en los diferentes medios (publicidad, televisión…) que hemos interiorizado y normalizado. Por ejemplo, estamos acostumbrados a que la imagen de la mujer no se identifique con la realidad, imponiéndonos el tener que seguir unas corrientes estéticas que pueden llegar a ser frustrantes e influir en nuestra autoestima e incluso en la salud mental y emocional, mediante la normalización de una silueta más delgada de lo habitual, depilada, sin celulitis, sin arrugas, sin canas, etc…
Nos hemos acostumbrado a ver este estereotipo, de hecho, muchas mujeres han pasado por el aro teniendo esa “mujer” como prototipo a seguir, tomando para ello todo tipo de medidas para acercarse a esa imagen que nos han implantado, llegando a normalizar, la cirugía plástica, la depilación láser, el botox, etc…, pero en ningún momento nos han explicado si estas medidas son saludables, si tienen efectos adversos a posteriori y si no los tienen, en que estudios se fundamentan. ¿Cómo podríamos ir en contra de este estereotipo y revertirlo?
Otro ejemplo de comunicación “perjudicial” lo encontramos en el consumo de cierto tipo de carne. La OMS en el 2015 reconoció que “la carne procesada está clasificada como Grupo 1, cancerígeno para los seres humanos, esta categoría se utiliza cuando hay suficiente evidencia de carcinogenicidad en humanos. En otras palabras, hay pruebas convincentes de que el agente causa cáncer. La evaluación se basa generalmente en estudios epidemiológicos que muestran el desarrollo de cáncer en humanos expuestos”.
En mi caso hasta la fecha, no he percibido ni en mi entorno social ni laboral (centros de atención primaria) una mayor preocupación o aunque sea curiosidad en cuanto al consumo de carne. Esto puede estar relacionado, con algo que mostraron diferentes medios de comunicación como el diario.es. Explicaron “como maniobró la industria cárnica en España para contrarrestar el informe sobre el cáncer de la OMS”, detallando, que ante tal confirmación por parte de la OMS, la empresa Sprim diseñó una estrategia para lanzar una respuesta científica. Para ello, contrataron a expertos científicos y médicos que enviaban a radios, periódicos y programas de televisión, para que defendiesen el consumo de la carne, pero eludiendo el hecho de que ellos eran portavoces indirectos de las organizaciones de la carne: Interporc, Provacuno, Asici e Interovic. ¿Cómo se supone que un ciudadano de a pie cuando está viendo en la televisión a médicos recomendar el consumo de carne, va a suponer que están pagados por empresas cárnicas?
Si nos parásemos a analizar la situación, seguramente nos daríamos cuenta que llevamos una forma de vida guiada por la “comunicación” y sus intereses y en múltiples ocasiones desgraciadamente, no se tiene en cuenta nuestra salud ni nuestro bienestar anímico y emocional. Ante este problema y dado que afecta a nuestra salud, deberíamos replantearnos para quedarnos con la comunicación para la salud y controlar la comunicación perjudicial para la salud, aspectos, como si la libertad de prensa en cuanto a salud se refiere, puede estar por encima de controles en los que se valore la veracidad de la información.