“Si les he contado de todos estos detalles sobre el asteroide B 612 y hasta les he confiado su número, es por consideración a las personas mayores. A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: «¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?» Pero en cambio preguntan: «¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?» Solamente con estos detalles creen conocerle.”
Así nos habla El Principito en la obra de ANTOINE DE SAINT – EXUPÉRY., en un fragmento de su cuarto capítulo. Esta magnífica obra que nos descubre lo verdaderamente importante de la vida, nos permite, a la vez, comprender como debemos acercarnos al análisis de la realidad que nos rodea desde el punto de vista de los determinantes de la salud.
Actualmente, somos conscientes de que nuestra salud no solo depende de nuestra iniciativa personal, sino que la salud se desarrolla como un constructo social, y como tal, es un producto altamente complejo, con numerosos agentes y factores claves, en múltiples y complejas relaciones, jerarquías y asociativas.
Desde este punto de vista, y en un entorno determinado, nuestro pueblo, barrio o ciudad, el análisis de los riesgos, problemas y necesidades de salud, no deben basarse solo en una descripción numérica de indicadores “racionales” obtenidos bajo método “científico”. Generamos muchos datos que pretendemos nos proporcione información, pero en muchas ocasiones son redundantes o innecesarios. Ademas, un dato o información por si misma, no me genera conocimiento. Toda información necesita de una interpretación, una reflexión colectiva o de opinión conformada, para que nos sea útil para actuar y tomar decisiones.
Dentro de la actual Sociedad del Conocimiento, y de la búsqueda de la evidencia, vamos conociendo, como afirma el pensador Daniel Innerarity, “que la ciencia con mucha frecuencia no es suficientemente fiable y consistente como para poder tomar decisiones objetivamente indiscutibles y socialmente legitimables.” La ciencia y la investigación ya no son instancias de autoridad sino que, en la medida que articulan nuevo saber, producen más incertidumbre e inestabilidad. Por tanto es importante confiar en “el saber de otros” y aprender a gestionar el desconocimiento. De ahí, que la información que buscamos sea muchas veces más eficaz desde el punto de vista de las relaciones, las percepciones, o las interpretaciones de la realidad de los “saberes de los otros” que la descripción simple de un indicador, que como tal, tampoco nos va a proporcionar una certeza absoluta. Gestionar principios, como el principio de prudencia, solidaridad, equidad o justicia social, es, en la mayoría de las ocasiones, mejor método de respuesta a los problemas de salud, que la toma de decisiones basadas exclusivamente en el raciocinio y la evidencia científica.
La “co-creación” de conocimiento entre la ciencia y ciudadanía, o la “ciencia ciudadana” en palabras del profesor Mariano Hernán, se convierte en la base de la intervención en salud en la población y legitima socialmente las actuaciones propuestas.
“El saber de la humanidad se duplica cada cinco años. En relación con el saber disponible, en cambio, cada vez somos menos sabios. Pero es que, además, ese saber que aumenta continuamente no es parcelable sino que exige, al mismo tiempo, visiones de conjunto. Y estas son cada día más difíciles de llevar a cabo.” Daniel Innerarity
Miguel Ángel Cuesta Guerrero
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@AndaluciaRELAS