La salud es una función de sus determinantes. Los determinantes de la salud son todos aquellos factores causales que favorecen la emergencia y potencian la intensidad de las principales causas de enfermedad y mortalidad. Los determinantes de la salud son causas profundas, causas de las causas o metacausas de la salud y la enfermedad.
En el ámbito microscópico son virus, bacterias, hongos y levaduras los agentes que con mayor frecuencia comprometen el bienestar y la duración de la vida de las personas. En el ámbito macroscópico son guerras, desastres y catástrofes naturales los que con mayor asiduidad provocan morbimortalidad. En el ámbito mesoscópico, es la acción humana -política y social- la que modula tanto el efecto de las factores macroscópicos como el control de los efectos de los factores microscópicos.
La experiencia histórica demuestra que los mayores logros en cuanto al aumento de la esperanza de vida -cantidad de vida- y la calidad de vida -esperanza de vida con buena salud- han venido de la mano de los avances en el control de los factores mesoscópicos, aquellos que dependen de las políticas públicas, y que hacen referencia a los determinantes sociales de la salud.
Sociales son en su origen y en sus consecuencias la calidad del aire y del agua; el control de ciertas enfermedades y epidemias a través de la vacunación; la disponibilidad y calidad de los alimentos; la accesibilidad y eficacia de la asistencia sanitaria; e, incluso, la carga genética heredada, que mejora con el progreso de las sociedades, y es cada más susceptible de modificación; tanto a través de técnicas de ingeniería genética, como de promoción de hábitos y estilos de vida que disminuyen el riesgo de mutaciones genéticas sobrevenidas, generadoras de morbimortalidad.
De este discurso en torno a la salud como función de sus determinantes cuya vigencia cuenta ya con décadas, se deduce que la mejora de la salud depende no sólo del control clínico de los agentes microscópicos, sino de la promoción política y social de las circunstancias salutogénicas en los ámbitos macro y meso. La desigualdad social es, en consonancia con todo lo dicho, la peor enfermedad de nuestro tiempo; y son medidas de tipo social, colectivo, político, las que de manera más eficaz y rápida podrían contribuir a la mejora de la salud individual.
Pese a ello, cuando del discurso de los determinantes sociales de la salud se produce el tránsito a las políticas y programas de promoción de la salud, el foco suele dirigirse de manera generalizada hacia los comportamientos individuales, hacia las elecciones particulares de los individuos, en todo lo que se engloba bajo el determinante «Estilos de vida» o «Hábitos de vida saludable».
La Nueva Salud Pública se configura sobre la base de un discurso de lo público, de lo colectivo, de lo político, de lo social, pero se materializa en discursos que ponen el foco en el individuo, en los comportamientos individuales, en las elecciones en teoría particulares y libres de cada individuo, en singular.
En qué medida la brecha que se produce entre la enunciación de la salud como objetivo político, como bien individual pero también colectivo, y la promoción de la salud, como un dictum sobre las prácticas cotidianas de cada individuo, está pendiente de clarificar. No parece muy razonable concluir que la salud es una cuestión de naturaleza política y social, al mismo tiempo que se pone prioritariamente el acento, cada vez con mayor intensidad, en la responsabilidad sobre la misma de cada individuo en particular .