Si el diagnóstico es que la enfermedad se genera en la sociedad, cambiando la sociedad acabaríamos con esas enfermedades
Jorge Molero Mesa
Centre for History of Science Studies (CEHIC)
Autonomous University of Barcelona
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Como cualquier otra selección de titulares, la que encabeza este post no es casual.
Pretendo, en primer lugar, señalar que, pese a décadas de salubrismo, la imagen social alrededor del bienestar emocional sigue girando en torno a síntomas y morbilidad. Así, son la ansiedad, la depresión, el estrés, el insomnio, el suicidio o las ideas suicidas los elementos que con mayor frecuencia configuran la representación social del constructo bienestar emocional, a tenor de un simple análisis de contenido de su tratamiento en la generalidad de los medios de comunicación social.
También es mi intención señalar cómo, pese al ya bien establecido y asimilado discurso de los determinantes, y el más reciente pero también consolidado modelo de activos para la salud mental y el bienestar emocional, son las profesiones de ayuda psicológica, y las prácticas terapéuticas centradas en la persona, las que fundamentalmente giran en torno a la imagen colectiva de bienestar emocional.
Se podría argumentar que, ante un problema concreto y real de malestar emocional o mala salud mental, sólo son viables las intervenciones terapéuticas de naturaleza personal; que sólo la terapia –ya sea ésta individual o grupal- tiene cabida cuando todos los demás cimientos del bienestar emocional empiezan a colapsar. Pero, en ese caso, ¿estaríamos hablando de promoción del bienestar emocional, o ya abiertamente y sin ambages de intervención sobre la (mala) salud mental? ¿Es posible distinguir una actuación orientada a la promoción del bienestar emocional, de una cuyo foco es eliminar, reducir o paliar el impacto de los síntomas de una deficitaria salud mental?
No es posible resolver esta cuestión en unos pocos cientos de palabras, y es el propósito que subyace a estas líneas comentar algunas acciones-tipo de promoción del bienestar emocional en tiempos de COVID-19. Sin embargo es posible -tras revisar las actuaciones que los casi 200 municipios que conforman en Andalucía la Red Local de Acción en Salud han puesto en marcha en torno al bienestar emocional- confirmar la indisociable relación que se establece, también en la práctica diaria y cotidiana, entre promoción del bienestar emocional y atención a la salud mental. En su inmensa mayoría todas las analizadas tienen un formato similar, la de profesionales de la Psicología que practican algún tipo de terapia online. Da igual si la población destinataria es la infantil, la adulta o la profesional.
Comentaré brevemente dos que reflejan fielmente las argumentaciones precedentes. Y cerraré el post con unas reflexiones que hay quien tildaría de política-ficción ante el bienestar emocional, pero que a mi juicio responden de un modo más coherente al discurso salubrista basado en los determinantes y los activos para la salud mental.
Por su carácter representativo y mayoritario en el conjunto de los municipios analizados, la terapia individual proveída por profesionales de la Psicología es la práctica más general.
Psicólogos ayudan por teléfono a los vecinos de Alcalá de Guadaíra y San Juan por la crisis del coronavirus
Los ayuntamientos han puesto en marcha un servicio para atender las consultas
Por el modo en que expresa el abismo existente entre el discurso de los determinantes y los activos, y la práctica de la promoción del bienestar emocional, destaco una iniciativa surgida para prestar apoyo emocional al personal sanitario
El SAS pone en marcha un programa de Mindfulness colaborativo para afrontar el estrés derivado de la pandemia de COVID-19
16 mayo 2020
Hasta el momento, se han inscrito más de 1.200 profesionales
El Servicio Andaluz de Salud ha puesto en marcha un programa de Mindfulness colaborativo con el objetivo de ofrecer a los profesionales técnicas que les permitan gestionar el estrés y ansiedad en el puesto de trabajo, especialmente ante situaciones especiales que ocasionan una gran carga emocional como la lucha contra la pandemia de COVID-19.
El estudio sobre los efectos del Covid-19 y el confinamiento en Italia, España y Reino Unido (UOC, 2020, pág. 6) resulta claro y consistente con la idea-fuerza que permea este texto, a saber, que «Estar desempleado, vivir con más personas, tener hijos en edad escolar en el hogar, experimentar eventos estresantes (ej. perder el trabajo) y la pérdida de ingresos están positivamente relacionados y aumentan el estrés psicológico y su impacto en la salud mental. Por el contrario, se correlacionan negativamente y disminuyen el nivel de estrés al tener un ingreso familiar relativamente más alto, tener su propia casa sin una hipoteca para pagar, tener una superficie habitable relativamente grande y poder pagar las facturas durante algún tiempo.» En consecuencia, unas condiciones sociales de existencia que atendieran, paliaran o compensaran la precariedad, el hacinamiento, la sobrecarga, la dificultad de conciliación o la insuficiencia económica, protegerían de modo costo-eficiente frente a la pérdida de salud mental; generarían resistencia y contribuirían al bienestar emocional en mayor medida que cualquier terapia post-traumática. Lo cual es válido para los problemas de salud mental y la promoción del bienestar emocional de la población general.
Con respecto a los problemas específicos de salud mental y bienestar emocional a los que está debiendo hacer frente la profesión sanitaria, la sociosanitaria, la que presta servicios esenciales o la que garantiza la seguridad, una mayor participación e implicación real en la gestión de la pandemia –derechos civiles-; más reconocimiento simbólico y material de su aportación a la sociedad en momentos de crisis –justicia social y suficiencia económica-; y unas condiciones de trabajo adecuadas que garanticen, más allá del aplauso, la seguridad laboral, habrían contribuido al bienestar emocional del colectivo en mayor medida que cualquier forma imaginable de terapia personal.
Blas Hermoso, sociólogo, Técnico de salud de Atención Primaria, responsable de la Unidad de Acción Local en Salud de la provincia de Jaén