En nuestro país el consumo de alcohol lo entendemos como algo cultural. No hay más que echar un vistazo a las terrazas de los bares en verano, las fiestas de los pueblos o las cenas de Navidad. Crecemos, viendo a nuestras familias «tomando una copa» para celebrar algo, o asociado a risas con amigos, o recurriendo al alcohol para superar una situación de estrés.
A pesar de que las cifras de consumo y sus efectos nocivos son de sobra conocidos, es una sustancia poco condenada, en general, por la sociedad. Sin embargo, ahondemos un poquito en esas cifras y esos efectos:
Según la OMS,
- Cada año se producen 3,3 millones de muertes en el mundo debido al consumo nocivo de alcohol, lo que representa un 5,9% de todas las defunciones.
- El uso nocivo de alcohol es un factor causal en más de 200 enfermedades y trastornos.
- En general, el 5,1% de la carga mundial de morbilidad y lesiones es atribuible al consumo de alcohol, calculado en términos de la esperanza de vida ajustada en función de la discapacidad (EVAD).
- El consumo de alcohol provoca defunción y discapacidad a una edad relativamente temprana. En el grupo etario de 20 a 39 años, un 25% de las defunciones son atribuibles al consumo de alcohol.
Uno de los fenómenos que más preocupa a la OMS es el llamado atracón, que la organización define como el consumo de más de seis bebidas en una sola ocasión al menos una vez al mes. Como explican en su documento, este patrón de consumo se ha asociado con más riesgos para la salud.
- El porcentaje mundial de atracones entre mayores de 15 años es del 16%, aunque en el caso de España esta cifra es algo inferior, 13,4% (con mayor proporción entre los varones, 20%, que en mujeres, 7,3%).
Y después de conocer estos datos, ¿cómo enseñamos a nuestros jóvenes?, ¿cómo nos enfrentamos a este problema? ¿Hacia quién dirigimos las intervenciones?
Familia, escuela, sanidad, políticas, otras instituciones,…
En cuanto a la familia, las relaciones basadas en la comunicación y el afecto (parentalidad positiva), los vínculos sólidos, así como la formación en la adquisición de habilidades de autonomía de los adolescentes y capacidad de autocontrol, serán los caballos de batalla. Las Escuelas de Padres y Madres deberían ofertarse como algo habitual desde colegios u otras instituciones locales.
Por supuesto, la familia debe actuar como referente.»Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera». Albert Einstein.
¿Qué hacemos desde la escuela? Incluyendo programas de prevención de consumo, haciendo partícipes a los alumnos y a las familias. Programas como «Forma Joven» contribuyen a esta labor. Aunque sólo información sobre los efectos nocivos del alcohol y sus consecuencias, no se ha demostrado eficaz en la disminución del consumo, sí lo es dentro de un programa de intervención múltiple, y promoviendo la reflexión y la discusión entre iguales con el alumnado. No olvidemos ofrecer alternativas saludables, siendo las más valiosas, las que ellos mismo elijan. Para que esta labor se lleve a cabo resulta imprescindible incluir estos objetivos en el currículum educativo.
«La profesión del educador contribuye más al futuro de la sociedad que cualquier otra profesión».John Wooden.
Desde los Centros de Salud y otras entidades relacionadas con la Sanidad, se deben llevar a cabo protocolos de detección precoz, así cómo de intervención en grupos de riesgo, trabajando de forma sinérgica con organizaciones locales. La formación y concienciación de los profesionales en este tema resulta imprescindible para la consecución de los objetivos formulados.
Pero si algo ha demostrado ser realmente eficaz, efectivo y eficiente, son las políticas de intervención en la prevención de consumo.
Todos recordamos la polémica ley 42/2010, de 30 de diciembre de 2010, de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco, más conocida como ley antitabaco. ¿Imaginamos una ley similar para la regulación del consumo de alcohol? Quizá ésta sea la única manera de «romper con la tradición».
Diversas medidas como:
- Limitación de la venta de bebidas de alta graduación a locales específicos.
- Regulación del horario de venta.
- Limitación de la cantidad de alcohol que puede adquirir una sola persona en un establecimiento.
- Aumento del impuesto sobre bebidas alcohólicas.
- Limitación de las campañas publicitarias.
- Regulación del consumo de alcohol en lugares públicos.
En España el endurecimiento de la legislación no se ha traducido en una reducción significativa del consumo de alcohol entre los menores. ¿Cuál sería la explicación? Una ley que no se hace cumplir es poco efectiva. El 92% de los adolescentes españoles considera que es muy fácil o relativamente fácil conseguir bebidas alcohólicas (Encuesta estatal sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias 2010).
Tras este análisis, cabe concluir que la estrategia debe incluir a todos los componentes sociales y empezar a cambiar esta «cultura del alcohol». Pero ¿hay alguien interesado en mantener esta visión lúdica del consumo de alcohol?
Los sectores interesados en ampliar las políticas públicas preventivas del daño que causa el alcohol precisan una mayor cohesión y organización para avanzar.