Hemos recorrido un camino en el que hemos ido evolucionado y cambiando la perspectiva del pensamiento, en el que dejamos de centrarnos en la erradicación y prevención de enfermedades para abrir las puertas a la promoción para la salud (P.S), permitiendo que las personas tengan un mayor control de la misma, mediante intervenciones sociales y ambientales que trabajen en la solución de las causas que conllevan a los problemas de salud (1).
Para llevar a cabo esta P.S era imprescindible trabajar en los determinantes sociales, es decir, los factores personales, sociales, políticos y ambientales que determinan los estados de salud (2). Para ello, surgieron diferentes modelos como el análisis de Lalonde, en el que la salud está determinada por cuatro grupos de factores (biología humana, medio ambiente físico y social, estilos de vida y atención sanitaria) o el modelo multinivel de los determinantes de la salud de Dahlgren & Whitehead, el que presenta factores que la persona no puede modificar como la edad y otros modificables como los estilos de vida (3).
En las diferentes comunidades autónomas se llevan a cabo diversos proyectos de promoción para la salud, como en Andalucía el programa de hábitos de vida saludable. En este tipo de programas uno de sus pilares centrales se basa en modelos educativos mediante la transferencia de información, potencialización de habilidades y acompañamiento, con la finalidad de capacitar a las comunidades.
¿Vamos por el buen camino?
La OMS dice que el 80% de las enfermedades cardiovasculares, el 90% de las DM2 y el 30% de todos los cánceres se podrían prevenir si la población siguiera una dieta saludable, hiciese actividad física en un nivel adecuado y abandonase el tabaco (4).
Analicemos cómo puede un ciudadano de a pie interpretar este párrafo en su contexto. Una gran parte de los alimentos que se compran llevan azúcar y/o sal de forma abusiva, ya sea para conservar o para potenciar el sabor, si se intentase hacer una compra saludable, gran parte de la población no podría permitírsela ya que los productos saludables son los de mayor precio.
En el estilo de vida que se implanta a la sociedad en el que se tiene que conciliar jornadas laborales, con la familia y el hogar, es complicado impulsar la realización de actividad física en el tiempo y frecuencia que nos indican como saludable, en algunos casos lo relatan cómo imposible.
En las ciudades es habitual ver estancos, por ejemplo en la mía es probable que encontremos uno por barrio, además, en cada cafetería suele haber una máquina de tabaco. Esto dificulta que la gente pueda percibir el riesgo real que tiene su consumo, ya que se permite su venta y accesibilidad en su entorno habitual, mientras que otras sustancias nocivas y que interiorizan cómo tal, están ilegalizadas. Este caso se podría extrapolar también al abuso de consumo de alcohol en nuestra cultura.
Desde mi trabajo de enfermera de atención primaria y observando el recorrido de la P.S por el cual nuestros sistemas de salud nos guían, intuyo una carencia de compromiso político que permita un cambio real, lo que conlleva a que factores fácilmente modificables como la alimentación no lo sean tanto.
Que los profesionales que trabajamos en la promoción para la salud tenemos que continuar con nuestra labor, es más que evidente, pero también hay que hacer especial énfasis en que se hagan cambios políticos en los que la salud y equidad sea primordial y de esta manera conseguir cambios más significativos. Igualmente incidir en que la gente sea conocedora de que por intereses económicos y falta de información, nuestra salud y entorno se ven gravemente perjudicados, como con el consumo de aceite de palma y la deforestación, el uso abusivo de los plásticos y las repercusiones ambientales, el excesivo consumo de carne y el efecto invernadero, la venta de alimentos procesados con demasiada sal y/o azúcar añadido, etc….
Si el pueblo fuese realmente conocedor de que estos factores influyen negativamente en su salud y en la biósfera y lanzásemos las preguntas; ¿por qué lo permiten, por qué dejamos que lo permitan? Posiblemente conseguiríamos gente más concienciada con el cambio, haríamos mayor presión para conseguir modificaciones a nivel macro, con la finalidad de adquirir estilos de vida y entornos saludables.
Igualmente es importante cambiar el paradigma en el que trabajamos, la población tiene que pasar a ser partícipe de la salud comunitaria. La población acude a la consulta cuando tiene un problema de salud y solicita ayuda, consejo y/o educación bajo el rol profesional-cliente. Es decir, una persona con normopeso (lo que no quiere decir que se alimente bien) no acude para adquirir conocimiento sobre alimentación. Este rol tiene que cambiar y dar paso a que los pacientes sean coparticipantes en la salud comunitaria.
Bibliografía
1. Organización Mundial de la Salud. [Online]. [cited 2018 Noviembre. Available from: https://www.who.int/es.
2. Promoción de la Salud Ginebra: OMS; 1998.
3. Lineros, Gonzalez C, Hernán, Garcia M. Promoción de la salud. Determinantes sociales y estilos de vida. Consejeria de Salud, Escuela Andaluza de Salud Pública.
4. Informe sobre la salud en el mundo 2002. Reducir los riesgos y promover una vida sana. Ginebra: OMS; 2002