El envejecimiento progresivo de la población española de las últimas décadas ha originado un incremento de patologías íntimamente ligadas al envejecimiento humano, como las demencias neurodegenerativas. Según el estudio Eurodem, un 6,5-8,3% de los mayores de 65 años presenta algún tipo de demencia, cifra que se duplica en los mayores de 80 años. Basándonos en estas cifras podemos realizar una estimación pudiendo prever que en 2020 en Andalucía aproximadamente 123.695 personas padecen algún tipo de demencia, cifra que se elevará a 156.683 tan solo una década después.
La Enfermedad de Alzheimer (EA) constituye la primera causa de demencia en los países desarrollados convirtiéndose en la cuarta causa de mortalidad entre los adultos, después de las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y el accidente cerebrovascular. A pesar de que afecta mayoritariamente a personas mayores de 65 años, también es posible su aparición en edades preseniles.
La EA ocasiona un lento pero inexorable declive en la cognición y conducta del paciente, afectando su memoria, lenguaje, capacidad de aprendizaje, pensamiento y juicio, interfiriendo en las actividades de la vida cotidiana hasta su total dependencia del cuidador. Supone un problema de gran magnitud en nuestra sociedad por su alta incidencia, el deterioro que implica para la persona enferma, la dedicación que precisa por parte de quienes le cuidan, el impacto familiar y la escasez de recursos terapéuticos eficaces.
Dicha magnitud exige un abordaje de la EA integral con intervenciones tanto desde los servicios sanitarios como desde los servicios sociales y el movimiento asociativo, resultando imprescindible articular una correcta coordinación social y sanitaria basada en la calidad de las actuaciones y en las evidencias científicas disponibles.
En ese sentido, según el Plan Nacional de Alzheimer (2019-2023) y el Plan Integral de Alzheimer y otras Demencias en Andalucía, la eficacia del tratamiento no farmacológico (TNF) de estimulación cognitiva y otras terapias ha dejado de estar cuestionada. Numerosos trabajos y revisiones han aportado datos que sustentan un beneficio similar al observado con el tratamiento farmacológico, ayudando a mantener algunas funciones cognitivas y a mejorar aspectos conductuales como ánimo y apatía. De esta forma, guías nacionales e internacionales recomiendan las TNF como complemento al tratamiento farmacológico. El entrenamiento cognitivo mejora las habilidades cognitivas específicas y se mantiene durante años ocasionando un menor declive funcional en las actividades básicas de la vida diaria de las personas mayores, permitiéndoles vivir con mayor autonomía y retrasar en lo posible los efectos de la demencia.
En Andalucía, la evaluación y prescripción de módulos de entrenamiento cognitivo para personas con deterioro cognitivo que viven en sus domicilios se realiza desde las Asociaciones de Familiares de Personas con Alzheimer y otras Demencias (AFAs) o por los equipos de neurología especializados. Para la realización práctica del entrenamiento se ha comenzado a trabajar de forma unificada en este año 2020 con el programa NeuronUp que consta de paquetes de entrenamiento, en función de los distintos elementos que se necesitan estimular. Las actividades permiten realizar una intervención intensiva y personalizada en el tratamiento de los déficits cognitivos funcionales y cada actividad está nivelada siguiendo parámetros técnicos que permiten al terapeuta adaptar la rehabilitación a la capacidad cognitiva de cada usuario. Los ejercicios trabajan la memoria, la atención, gnosias, funciones ejecutivas, praxias, lenguaje, cognición social y habilidades visuoespaciales.
Para hacer extensivo este programa de entrenamiento cognitivo con NeuronUp o la utilización de cualquiera otro de los programas que han demostrado su efectividad (Stimulus, etc.) a las personas mayores que viven en centros residenciales o que asisten a los centros de día es preciso contar con un terminal conectado a red y con una persona que apoye, oriente, resuelva dudas sobre la plataforma y motive a la persona en el cumplimiento de los ejercicios. Ese papel lo puede desempeñar tanto una persona entrenada de la familia, el voluntariado adscrito al centro o el propio personal de apoyo.
El programa de entrenamiento cognitivo debe ser diseñado por profesionales de psicología o neuropsicología quienes realizarán la valoración neuropsicológica y el diseño las sesiones de entrenamiento que la persona debe hacer, según las funciones cognitivas que debe recuperar o mantener.
El desarrollo de los ejercicios contará con la tutorización de personal técnico y auxiliar entrenado y el seguimiento será realizado por los mismos profesionales que hayan realizado la valoración y diseñado el programa de entrenamiento cognitivo personalizado.
Esta acción formativa se propone contribuir al desarrollo de las competencias específicas para la valoración, diseño de programas de entrenamiento cognitivo y tutorización a través de personal técnico y auxiliar de los centros residenciales y centros de día de personas mayores.