Para gran parte de las personas, programar unos días de descanso o simplemente visitar «ese» lugar tan deseado y para el que hemos ahorrado tiempo y dinero, no supone mas que una visita a una agencia de viajes o un paseo por internet con la seguridad de no encontrar mas dificultades que las propias de la temporada. Disponibilidad, coste y estar de acuerdo en el destino con las personas con las que realizaremos «este deseado viaje».
Hasta aquí nada nuevo ni extraño.
Sin embargo, son bastantes las personas que padeciendo una determinada enfermedad, preparan y realizan sus vacaciones, en muchos de los casos, con la obligación y compañía inseparable de un determinado tratamiento medicamentoso, con los condicionantes horarios y limitados por las condiciones físicas y/o psíquicas que les impiden poder disfrutar, como el resto de las personas, de pasar unos días en una isla paradisiaca o simplemente (en algunos casos por obligación) poder visitar ciudades o paises, realizando turismo cultural al no poder acceder a lugares a los que únicamente se puede llegar por caminos rurales, calas playeras con aguas cristalinas e inaccesibles y una cantidad de destinos a los que solo se puede acceder «andando» y/o utilizando medios de transporte solo aptos para «válidos».
Estar sano es lo habitual y las agencias y programadores turísticos lo saben. Sus bonitas ediciones con miles de destinos vacacionales así nos los muestran.
Sin embargo y sin ánimo de «jorobar» (mas bien de recordar) existen otras muchas personas hacia las que un pequeño esfuerzo de la comunidad permetirian no hacer mas duro la ya de por sí necesidad de «estar atados a…»
Dos ejemplos: chica joven (32 años), pianista de profesión hasta que una desgraciada
enfermedad osea degenerativa la tiene atada a una silla de ruedas desde hace tres años. Lucha por vivir. Necesita sentir, mientras viva, que el mundo que le rodea es también suyo. Cada viaje que hasta el día de hoy ha realizado, le ha permitido progresar tanto física como psiquicamente y ha sido mas beneficioso que un año de terapia y medicamentos.
Este año quiso realizar un curso de inglés en Malta. El curso convina modulos teóricos en aula con visitas y actividades a la isla.
Antes de finalizarlo, volvió a España con una depresión que casi acaba con ella. Nadie (y ella lo pidió e indicó sus limitaciones) contó con sus limitaciones físicas y de apoyo por lo que casi el 70% del tiempo lo pasó sola y lo mas triste, recordandole que es una inválida.
El otro. Un sepositivo en tratamiento con antirretrovirales que gracias a los «TARGA» ha logrado tener tal calidad de vida y que ya ve su enfermedad como algo del pasado. Si viajas dentro de la Unión Europea puede que entre tu viaje y el de una persona sana no existan mas diferencias que las propias de dos personas diferentes. Este llegó a olvidarse de que no es así en todos los paises.
En un control «normal» de equipajes en lo que él consideraba su último paso para realizar el «viaje de su vida», le encontraron los medicamentos e informes con los que viaja.
Además de «enfermo, homosexual y potencial peligro para la población del pais al que viajaba», se le humilló, trató como a un delincuente y por supuesto fué «devuelto».
Dicen los infromes que el sida ya es cosa del pasado inmediato y que contamos con los medios para poder haber convertido dicha enfermedad igual que otras como la diabetes.
Con los avances médicos, es evidente que han existido avances sociales exiguos. ¿ Es suficiente adherirse al tratamiento cuando la enfermedad está «en la cabeza» de gran parte de la población?
¿Es verdad, como dicen los últimos estudios, que al 62% de los entrevistados entre 18 y 39 años compartirian vivienda con un seropositivo?.
Sin irnos a un pais filofascista, ¿ a un hotelero no le importaría que «un maricón con sida» manchase sus lindas sábanas ?.
Perdonad el lenguaje, pero sigue dando pena.