Después de este macrobotellón de Granada, creo necesario que reflexionemos e intentemos responder a algunas preguntas: ¿Es imparable el consumo de alcohol en adolescentes?, ¿Es posible un consumo con menor riesgo?, ¿Se debe potenciar el consumo 0?, ¿Cuáles son las medidas más eficaces a tomar, las positivas o las punitivas?, ¿Deben pagar los padres por las borracheras repetidas de sus hijos adolescentes?, ¿Cómo se debe trabajar en los botellones o en las fiestas de los pueblos, barrios y ciudades para prevenir los riesgos?,¿Está tan normalizado el alcohol en nuestra sociedad que es imposible tomar medidas eficaces?, ¿Cómo disminuir el riesgo de la asociación fiesta-alcohol?, ¿Y de la asociación fiesta-alcohol-accidentes de tráfico?, ¿Es posible trabajar juntos entre los diferentes actores?, ¿La imagen benévola y amable que se le da al alcohol en nuestra sociedad, podría ser una de las principales trabas de la lucha contra el consumo de alcohol en nuestra sociedad?
Muchas preguntas en un importante debate social alrededor de las estrategias más adecuadas de prevención e intervención anti-alcohol, debate que se incrementa con el macrobotellón o por planteamientos de multar a los padres por borracheras con coma etílico de repetición de sus hijos adolescentes.
Algunos autores insisten en la necesidad de transmitir mensajes de tipo positivo, eliminando la amenaza como manera de abordar el tema del alcoholismo juvenil. Otros proponen eliminar la prohibición y apostar por la responsabilización. Un tercer grupo basa su argumento en la prevención previa al inicio en el consumo. Pero la característica redundante de las medidas propuestas como eficaces, es la necesidad de colaboración entre todos los actores relacionados de manera directa o indirecta con los menores: familia, profesorado, instituciones públicas, autoridades, medios de comunicación, personal sanitario, grupo de pares,…. Y los propios jóvenes reconocen la magnitud del problema, mientras que progenitores y profesorado asumen su propio rol de peso en la detección y actuación sobre el consumo de alcohol.
La realidad es que los adolescentes consideran el consumo de alcohol como una práctica «normal», asociada a hacerse mayor, integrarse en el grupo de iguales, y conseguir éxito social y sexual. Lo interpretan como un elemento distintivo de madurez, necesario para su integración social. No lo perciben como un riesgo para su salud. Por tanto, el consumo de alcohol en la población adolescente es una de las principales preocupaciones de la salud pública en España, tanto por su alta prevalencia social (el 34,8% de los escolares de 14-18 años refiere episodios de embriaguez durante los últimos 30 días, con una media de casi un episodio de embriaguez cada 10 días), como por las implicaciones negativas que puede conllevar: aparición de problemas de salud (hay evidencias claras de que el alcohol daña el cerebro), conductas de riesgo, accidentabilidad, violencia, relaciones familiares y sociales conflictivas.
El entorno más cercano al menor consumidor de alcohol representa el ámbito de identificación y control del hábito, por lo que se hace necesaria la contribución de la familia, educadores y amigos en todo el proceso de socialización de los jóvenes en el consumo o abstinencia de alcohol. Sin embargo, a nivel formal, son las autoridades que toman las decisiones, proponen medidas, vigilan su cumplimiento y ponen a disposición los recursos necesarios para asegurar el funcionamiento de las medidas.
Y estas medidas tienen en los botellones y las fiestas, espacios polémicos, debido, entre otras cosas, a que la restricción sobre el uso de alcohol de menores en los sitios públicos no suelen cumplirse. Por otra parte, los adolescentes, se oponen claramente a las medidas prohibitivas y sancionadoras del consumo y prefieren que las normas sean de tipo administrativo (enfocadas hacia los vendedores de alcohol).
El papel de los diferentes actores: Familia, escuela, sanidad o medios de comunicación aparecen como implicados en la construcción del problema social del consumo de alcohol en menores y principales mediadores entre los adolescentes y su relación con el alcohol. La función compartida por la familia y la escuela en la prevención del consumo abusivo de alcohol y las consecuencias que puede conllevar, subraya la necesidad de establecer estilos relacionales basados en la comunicación con los adolescentes, la toma de decisiones democrática y la colaboración interinstitucional familia/ educación/autoridades/sanitarios.
Todo el mundo echa balones fuera, pero es importante “coger el toro por los cuernos” de un problema no menor (o mejor dicho, cada vez mayor) en los adolescentes y más cuando la práctica de beber está ligada a una de las principales actividades de ocio de muchos adolescentes: salir los fines de semana.
Mi opinión, en la línea de muchos estudios, es contraria a las medidas prohibitivas ya que, en la práctica, las medidas no son respetadas, lo que genera decepción y desconfianza en la eficacia legal y genera la necesidad de otro tipo de intervenciones desde el ámbito familiar o educativo. Por tanto, la normativa reguladora del consumo de alcohol en menores, debería poner a disposición del resto de actores participantes, herramientas y recursos necesarios para llevar a cabo una adecuada prevención y una intervención enfocada hacia los mensajes positivos y la responsabilización de los jóvenes. El alcoholismo es un problema sanitario y social que hay que combatir con inteligencia y contundencia, y que hay que prevenir especialmente en la infancia y la adolescencia. Y si la ley sobre el tabaco ha conseguido disminuir el consumo, lo que significa menos enfermedad y menos muertes prematuras tanto en el presente como en el futuro, es necesario pensar en leyes para la protección de la salud y la prevención del consumo de bebidas alcohólicas por menores. El objetivo: salvar vidas.