Yo acuso: Annie Mino y la metadona

Annie Mino, investigadora suiza que ha trabajado en el tema de la heroína y la metadona, hace unas reflexiones duras que vale la pena leer:

1. Yo acuso a los especialistas, a los políticos y a los periodistas que discuten sobre las drogas y sus consecuencias sin diferenciar en sus afirmaciones entre las verdades y las mentiras. Las afirmaciones terroríficas que cuentan sobre el opio y sus derivados son contradictorias respecto de los datos científicos comprobados desde hace tiempo.

Estas pamplinas tienen como objetivo evitar el consumo de drogas, pero nos impiden sobretodo ayudar a los drogadictos.

2. Yo acuso a los gobiernos que han prohibido y prohíben aún el uso de la metadona y el reparto de jeringuillas impidiendo ayudar a personas en riesgo por ello, el sida, la hepatitis contagian a individuos que estarían preparados si se les ofreciera los medios para luchar con nosotros contra la propagación de estas enfermedades. A causa de ello, unos consumidores de drogas que podrían ser ayudados se ven abocados a la ley de la calle, a la miseria, a la violencia y a la muerte.

3. Yo acuso a los terapéutas que se niegan a escuchar a un toxicómano si no se arrepienten antes (bajo extorsión). Ellos proyectan sobre los toxicómanos su propia incapacidad en lugar de una ayuda personalizada y adaptada a su realidad. Cuentan con la complicidad de jueces y policías obligándoseles a someterse a terapias que de otra forma no aceptarían. Finalmente son incapaces de tratar a sus pacientes “de igual a igual” y confunden “terapia” con “moralidad”.

4. Yo acuso a los héroes de la lucha contra la droga de dirigir en realidad una guerra sin cuartel contra los drogadictos En un siglo de prohibición, los traficantes no han dejado de engordar y enriquecerse. Por el contrario, han sido los toxicómanos los que se han visto atrapados en la miseria, la delincuencia, la malnutrición, las sobredosis y el sida. La guerra contra la droga no se ha dirigido especialmente contra los traficantes, que además de peligrosos acumulan aún más poder. Mientras los consumidores, viven en su mayor parte, en el último lugar entre los “enfermos urbanos”.

En definitiva, me acuso a mí misma: de los errores de razonamiento, las convicciones ciegas y los errores terapéuticos que describo en este libro y que son también los míos. Los admito demasiado tarde y bajo la presión del sida. Hoy sé que la solidaridad que se ha establecido entre los consumidores de drogas y nosotros puede transformarse en nuestro mejor activo. Los toxicómanos, contrariamente a lo que se cree, están listos para hacer su trabajo.¿Y nosotros?

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