Era septiembre de 2003, hacía unos 20 días que habíamos iniciado en Granada el tratamiento con el medicamento heroína a los heroinómanos que habían fracasado en tratamientos anteriores. La prensa, radio y TV se habían hecho eco de este hecho con trascendencia mundial. Éramos los terceros tras Suiza y Holanda que nos atrevíamos a iniciar este camino. Y EL PAÍS nos dedicó este editorial que queremos recuperar como muestra de agradecimiento:
Aunque sólo fuera porque ayude a mejorar la calidad de vida del drogodependiente, le acerque al sistema sanitario y facilite su reinserción social, la experiencia ensayada en un hospital de Granada de dispensar heroína bajo control médico a un grupo de adictos a esta droga merece la comprensión y el apoyo de la sociedad. Desde el punto de vista médico y sanitario, la experiencia constituye sin duda un paso trascendental en el difícil tratamiento de la drogadicción. En España es la primera vez que se autoriza un ensayo terapéutico de estas características, aunque en otros países europeos -Suiza, Holanda y Alemania- hace tiempo que se llevan a cabo experiencias similares.
Algunos pensarán que se trata de una legalización subrepticia de la droga, y así lo consideró durante un tiempo el Ministerio del Interior, hasta que hace dos años dio su visto bueno al proyecto presentado en este sentido por el Comisionado Andaluz para las Drogodependencias para su aprobacion definitiva por el Ministerio de Sanidad. Finalmente, entre los responsables de la política de drogas del Gobierno del PP ha prevalecido la idea de que administrar droga con fines terapéuticos bajo prescripción médica no es algo descabellado, sino que es el último eslabón de la cadena de tratamientos dispensados al drogodependiente, una vez contrastado el fracaso de otras terapias de tipo convencional. El ensayo iniciado en Granada con 120 heroinómanos se realiza con personas que han fracasado en dos intentos de deshabituación con metadona y su principal objetivo no es tanto librarles de la adicción como mejorar el estado de su salud física, mental y social.
Más allá de su dimensión médica y sanitaria, el experimento de Granada supone un salto cualitativo en la comprensión social del tratamiento de la drogadicción. Frente a quienes defienden una actitud más bien abstencionista y de mínima intervención por parte de los poderes públicos en el alivio de los terribles efectos de la drogadicción, aplicando a quienes los sufren la nada compasiva y moralizante máxima de que ellos se lo han buscado, se abre camino la necesidad de que la Administración promueva políticas activas tanto de carácter asistencial como sanitario, al margen de prejuicios morales e ideológicos.
Ello explica que se hayan generalizado los tratamientos con metadona, muy controvertidos también al principio, y que se hayan tomado iniciativas como las llamadas narcosalas en Madrid, donde los toxicómanos pueden inyectarse en buenas condiciones higiénicas y bajo vigilancia sanitaria. El tratamiento terapéutico con drogas no es una panacea, pero se ha revelado positivo en muchos aspectos, entre ellos, la drástica disminución de la delincuencia vinculada a su consumo. Lo que no es poco.