HEROÍNA TERAPÉUTICA: un salto cualitativo

Era septiembre de 2003, hacía unos 20 días que habíamos iniciado en Granada el tratamiento con el medicamento heroína a los heroinómanos que habían fracasado en tratamientos anteriores. La prensa, radio y TV se habían hecho eco de este hecho con trascendencia mundial. Éramos los terceros tras Suiza y Holanda que nos atrevíamos a iniciar este camino. Y EL PAÍS nos dedicó este editorial que queremos recuperar como muestra de agradecimiento:

Aunque sólo fuera porque ayude a mejorar la calidad de vida del drogodependiente, le acerque al sistema sanitario y facilite su reinserción social, la experiencia ensayada en un hospital de Granada de dispensar heroína bajo control médico a un grupo de adictos a esta droga merece la comprensión y el apoyo de la sociedad. Desde el punto de vista médico y sanitario, la experiencia constituye sin duda un paso trascendental en el difícil tratamiento de la drogadicción. En España es la primera vez que se autoriza un ensayo terapéutico de estas características, aunque en otros países europeos -Suiza, Holanda y Alemania- hace tiempo que se llevan a cabo experiencias similares.

Algunos pensarán que se trata de una legalización subrepticia de la droga, y así lo consideró durante un tiempo el Ministerio del Interior, hasta que hace dos años dio su visto bueno al proyecto presentado en este sentido por el Comisionado Andaluz para las Drogodependencias para su aprobacion definitiva por el Ministerio de Sanidad. Finalmente, entre los responsables de la política de drogas del Gobierno del PP ha prevalecido la idea de que administrar droga con fines terapéuticos bajo prescripción médica no es algo descabellado, sino que es el último eslabón de la cadena de tratamientos dispensados al drogodependiente, una vez contrastado el fracaso de otras terapias de tipo convencional. El ensayo iniciado en Granada con 120 heroinómanos se realiza con personas que han fracasado en dos intentos de deshabituación con metadona y su principal objetivo no es tanto librarles de la adicción como mejorar el estado de su salud física, mental y social.

Más allá de su dimensión médica y sanitaria, el experimento de Granada supone un salto cualitativo en la comprensión social del tratamiento de la drogadicción. Frente a quienes defienden una actitud más bien abstencionista y de mínima intervención por parte de los poderes públicos en el alivio de los terribles efectos de la drogadicción, aplicando a quienes los sufren la nada compasiva y moralizante máxima de que ellos se lo han buscado, se abre camino la necesidad de que la Administración promueva políticas activas tanto de carácter asistencial como sanitario, al margen de prejuicios morales e ideológicos.

Ello explica que se hayan generalizado los tratamientos con metadona, muy controvertidos también al principio, y que se hayan tomado iniciativas como las llamadas narcosalas en Madrid, donde los toxicómanos pueden inyectarse en buenas condiciones higiénicas y bajo vigilancia sanitaria. El tratamiento terapéutico con drogas no es una panacea, pero se ha revelado positivo en muchos aspectos, entre ellos, la drástica disminución de la delincuencia vinculada a su consumo. Lo que no es poco.

Entrevista: «La idea de Rasquera no es un proyecto de fumetas sino de salud»

Entrevista que nos hizo SÍLVIA BARROSO para el Diari Ara:
Romper tópicos Nació en Pollença (1960) y vive en Granada, donde es profesor e investigador de la Escuela Andaluza de Salud Pública. Escribe blogs, artículos y todo lo que puede. Y se ha metido en el lío de Rasquera porque cree que hay que «romper tópicos»

Juan Carlos March, en Barcelona.  Asesora del Ayuntamiento de Rasquera en el proyecto de la plantación de cannabis.Juan Carlos March, en Barcelona. Asesora del Ayuntamiento de Rasquera en el proyecto de la plantación de cannabis. PERE TORDERA

Ha dirigido un estudio sobre el uso terapéutico de la heroína en Granada y ahora es el asesor médico del proyecto de una plantación de marihuana en Rasquera, que también ha anunciado que pedirá la legalización de la marihuana en el Parlamento.

Rasquera ha hecho correr ríos de tinta y se ha atascado. ¿Decepcionado?

Esto es una carrera de fondo. El proyecto para probar el uso terapéutico de la heroína necesitó seis años para ser aprobado por la Agencia Española del Medicamento. La idea de Rasquera saldrá adelante. Hay que acabar con la idea de que cannabis es igual a droga e igual a problemas.

Pero sí es una droga …

Y hay muchas personas que consumen y negar la realidad es absurdo y una aberración. Por eso la estrategia de Rasquera es interesante.

Hubo demasiada polémica. ¿Perjudicó al proyecto?

Cuando esto ocurre, por un lado se habla mucho del tema y se hace presente que hay que buscar una solución. Por el otro, se generan expectativas y si no las gestionas bien el asunto se alarga y aparece la decepción.

Y usted, un médico, en medio de todo …

Yo lo que hago es proponer tres cosas: hacer investigación con los consumidores, hacer investigación sobre el uso medicinal del cannabis y trabajar en la prevención para evitar el consumo de cannabis entre los adolescentes.

Para ello, ¿es necesaria una plantación?

No necesariamente, pero sí podemos aprovecharla. El proyecto debe tener un enfoque global, la plantación sólo debe ser una parte, el resto debe ser investigación …

¿Qué parte de los ingresos se dediquen a investigación?

Sí. Si el Ayuntamiento alquila los terrenos para un proyecto arriesgado, está bien que saque ingresos para invertir en el pueblo pero también se debe invertir una parte en el conjunto de la sociedad, más allá de los vecinos de Rasquera.

Es fácil que triunfe la visión frívola del proyecto, cosa de fumetas …

Por eso debe ser un proyecto global de salud. Yo respeto a los consumidores y se les debe buscar una salida, porque es mejor que el consumo esté controlado. Pero el proyecto de Rasquera no debe ser de fumetas, sino de salud. Esto lo he escrito y los impulsores de la idea lo han firmado.

De hecho, usted ya ha hecho un proyecto de salud con la heroína y dice grandes virtudes como medicamento …

Debo parecer loco, no?

Loco no, pero no sé si se entiende a la primera …

Pues resulta que una droga como la heroína puede ser un medicamento para tratar, precisamente, los heroinómanos.

¿Cómo se hace?

Unas 80.000 personas en España toman metadona, pero no a todo el mundo le va bien. Si tienes amigdalitis y no te va bien un antibiótico concreto, siempre tienes otros antibióticos. En cambio, contra la adicción a la heroína hay pocos tratamientos. Y nosotros planteamos, siguiendo una línea del Reino Unido y Suiza, utilizar la misma heroína. No es un medicamento de elección inicial, es un recurso para gente que fracasa con la metadona.

¿Y dejan la heroína con heroína?

El objetivo no es necesariamente que la dejen, sino normalizar la vida del paciente. Esto se puede hacer manteniendo el consumo bajo control médico.Si no, los heroinómanos compran la droga en la calle, adulterada, cogen infecciones, delinquen … En estos casos debemos romper la idea de que toman una droga, porque lo que toman es un medicamento. Son enfermos crónicos, como los diabéticos, que dependen de la insulina.

¿El cannabis es diferente?

Sí, y debería ser más fácil, porque sirve para tratar los síntomas de enfermedades que afectan a más gente, como la fibromialgia y otros dolores y los efectos de la quimioterapia.

Si es tan claro, ¿por qué se bloquean los proyectos médicos con estas sustancias?

Porque no se rompe la imagen que tenemos de las drogas. Pensamos que la heroína mata y no pensamos que es prima de la morfina, que hace años y años que se utiliza como medicamento. La administración debería ser más valiente, como cuando aprobó el proyecto con heroína de Granada, que ha dado un resultado excelente. El error ha sido no extenderlo en Cataluña, el País Vasco, en Madrid …

¿Usted se imagina actualmente un político autorizando que se paguen con dinero público tratamientos con cannabis y heroína?

Bien se pagan operaciones de cirugía cardíaca carísimas para fumadores … Y, además, hay estudios en Suiza y Holanda que dejan bien claro que el beneficio es mayor que el coste.

Pues, de momento, lo que hace la administración es mucha publicidad de las operaciones de desmantelamiento de plantaciones de cannabis …

Esto es alimentar la visión negativista del tema. La policía debe perseguir el mercado negro, pero hay que buscar una salida para tener el consumo controlado. Rasquera ofrece un mercado controlado a los socios de una entidad, que sabríamos qué toman, en qué condiciones y en qué cantidades. Y además, podríamos estudiar con ellos los efectos que tiene el consumo a largo plazo.

La metadona una cuestión ética según Annie Mino

Dice Annie Minnp en su libro:

“La metadona, me había dicho un psicólogo a mi llegada al equipo, es una cuestión ética Hoy yo no estoy muy segura del sentido que él le daba a esta apreciación. Antes de mi nombramiento, la metadona había sido prescrita en el servicio, casi clandestinamente, a algunos pacientes, y una parte de mis colaboradores, sin decirlo, no compartían mi posición sobre este tema. En la época, yo he comprendido lo que el psicólogo quería decir, por esta observación, que existía un conflicto irreducible entre metadona y ética. Esta cuestión ética me ha servido, en los años siguientes a hacer callar las dudas que se me insinuaban en la medida y en cuanto a la manera que la metadona me parecía mas aceptable sobre el estricto plan médico. Esta cuestión era bien real, incluso si hoy me parece tener mas respecto de un código moral que ético propiamente dicho. La metadona levantada su prohibición, una prohibición de la que nosotros estábamos solo autorizados, en tanto que médicos, a transgredir.. Ella nos obligaba entonces a reconsiderar no solamente nuestra relación con nuestros pacientes, como nuestra relación con la ley.

Prescribir metadona, era entrar en un vértigo poderoso. Era también alienar definitivamente a mis pacientes; decir que la ley no se aplicaba mas a aquellos porque ellos eran incurables. La toxicomanía era entonces vista como una forma última de contestación. El toxicómano había pasado al otro lado del espejo y en el curso de la psicoterapia el nos hablaba de este otro lado, lo que, bien seguro, nos fascinaba. Habiendo hecho del toxicómano el mensajero de los dioses, el habría sido sacrílego de “estabilizarse” con un producto, la metadona que se comparaba voluntariamente a una camisa química. El objetivo confesado en los mantenimientos era permitir una reintegración de los toxicómanos- que es tanto como decir una normalización- Nuestra ambición era mas grande: queríamos liberarlos . Porque, y es otra paradoja, todos hacían de la toxicomanía el ejemplo mismo de la alienación, nosotros valorábamos mas que todo la libertad de nuestros pacientes. Tomábamos toda demanda terapeútica, por modesta que ella fuera, como la expresión del deseo de reencontrar esta libertad. Responder con unos medicamentos a una demanda de libertad habría sido escandaloso. Esta forma de pensar está aún muy anclada en el caso de numerosos profesionales.

Los sufrimientos que se imponían a nuestros pacientes los reducían a una elección imposible entre unos tratamientos dolorosos y poco eficaces y la vuelta a la marginalidad y a la ilegalidad no tenían nada de chocantes en un ambiente tan sacralizado. Después de todo, el que está allí al otro lado del espejo debe pagar su vuelta con una carga de sufrimiento y el acceso a la libertad absoluta cuesta un combate de excepción, donde las tribulaciones mas dolorosas encuentran su justificación el día de la victoria.. Es esta nuestra perspectiva y nosotros nos preocupamos poco de saber si es la de nuestros pacientes. Nosotros habíamos renunciado a ser unos médicos, puesto que renunciamos a aliviar el sufrimiento. Había entonces una cuestión ética pero ella no estaba allí donde nosotros la veíamos. El sida había abierto mis ojos.

Yo acuso: Annie Mino y la metadona

Annie Mino, investigadora suiza que ha trabajado en el tema de la heroína y la metadona, hace unas reflexiones duras que vale la pena leer:

1. Yo acuso a los especialistas, a los políticos y a los periodistas que discuten sobre las drogas y sus consecuencias sin diferenciar en sus afirmaciones entre las verdades y las mentiras. Las afirmaciones terroríficas que cuentan sobre el opio y sus derivados son contradictorias respecto de los datos científicos comprobados desde hace tiempo.

Estas pamplinas tienen como objetivo evitar el consumo de drogas, pero nos impiden sobretodo ayudar a los drogadictos.

2. Yo acuso a los gobiernos que han prohibido y prohíben aún el uso de la metadona y el reparto de jeringuillas impidiendo ayudar a personas en riesgo por ello, el sida, la hepatitis contagian a individuos que estarían preparados si se les ofreciera los medios para luchar con nosotros contra la propagación de estas enfermedades. A causa de ello, unos consumidores de drogas que podrían ser ayudados se ven abocados a la ley de la calle, a la miseria, a la violencia y a la muerte.

3. Yo acuso a los terapéutas que se niegan a escuchar a un toxicómano si no se arrepienten antes (bajo extorsión). Ellos proyectan sobre los toxicómanos su propia incapacidad en lugar de una ayuda personalizada y adaptada a su realidad. Cuentan con la complicidad de jueces y policías obligándoseles a someterse a terapias que de otra forma no aceptarían. Finalmente son incapaces de tratar a sus pacientes “de igual a igual” y confunden “terapia” con “moralidad”.

4. Yo acuso a los héroes de la lucha contra la droga de dirigir en realidad una guerra sin cuartel contra los drogadictos En un siglo de prohibición, los traficantes no han dejado de engordar y enriquecerse. Por el contrario, han sido los toxicómanos los que se han visto atrapados en la miseria, la delincuencia, la malnutrición, las sobredosis y el sida. La guerra contra la droga no se ha dirigido especialmente contra los traficantes, que además de peligrosos acumulan aún más poder. Mientras los consumidores, viven en su mayor parte, en el último lugar entre los “enfermos urbanos”.

En definitiva, me acuso a mí misma: de los errores de razonamiento, las convicciones ciegas y los errores terapéuticos que describo en este libro y que son también los míos. Los admito demasiado tarde y bajo la presión del sida. Hoy sé que la solidaridad que se ha establecido entre los consumidores de drogas y nosotros puede transformarse en nuestro mejor activo. Los toxicómanos, contrariamente a lo que se cree, están listos para hacer su trabajo.¿Y nosotros?

Puede desaparacer “Hogar 20”, Asociación de ayuda a los drogodependientes y sus familias

El otro día nos mostraron una carta dirigida por HOGAR 20 (Asociación de ayuda a los drogodependientes y sus familias) en la que se describe la situación crítica por la que está pasando ésta ONG y que puede llevarle a cerrar sus puertas después de casi 30 años de atención a los colectivos más desfavorecidos y excluidos de la ciudad de Granada. Por tanto, una nueva noticia tenemos sobre que “otro dispositivo asistencial cierra” lo cual puede parecer casi normal entre la destrucción masiva de entidades, asociaciones, programas, etc. a la que estamos asistiendo.

Cuando en 1983 las drogas ya se estaban convirtiendo en las compañeras habituales de miles de jóvenes, en Granada al igual que en el resto de España, los drogodependientes eran derivados a los servicios psiquiátricos de la sanidad pública. Aún no existían ni programas ni proyectos públicos que dieran respuesta a aquellos primeros toxicómanos y como casi en todo lo relacionado con éste problema y en estos primeros años, fue la iniciativa privada la que dió, no solo los primeros pasos, sino además la metodología y creación de estrategias coordinadas para la atención integral a los drogodependientes.

Para los que pueden desconocer quiénes son y qué ha hecho Hogar 20 en estos años, hay que saber que es un asociación que ha tenido un peso muy importante en Granada. Esta asociación, creada por un grupo de jóvenes universitarios, marcó el camino a seguir y vio rápidamente que el consumo de drogas era el inicio y la consecuencia de factores que iban más allá del discurso del “vicio” y “viciosas” con que se adjetivaba a las personas afectadas y creó una estructura médico social que aún hoy sigue siendo válida.

La Asociación Hogar 20 fue un referente de cómo la iniciativa privada sin ánimo de lucro podía atender al sector de la sociedad más desfavorecido con el apoyo solidario de decenas de personas y empresas apoyando económicamente los programas y proyectos que con ilusión y la dedicación total que sus voluntarios ponian.

Aquellas cenas que durante años y con el fin de recaudar fondos se celebraban en “El caballo Blanco” a las que acudían cientos de donantes y colaboradores fueron todo un símbolo de lo que la solidaridad de una ciudad podía lograr.

Durante estos años, el crecimiento de esta asociación y su marcado carácter solidario y de compromiso por los desfavorecidos dió lugar a que sus campos de actuación fueran mas allá de las toxicomanías para ayudar en todo lo relacionado con la pobreza social y económica. Comedores sociales, pisos de acogida, comunidades terapéuticas, centros de día, atención a enfermos de sida, escuelas de familia, etc. fueron creados para paliar y dar respuesta a todo aquel que necesitase una mano.

Hogar 20, además de marcar un estilo de atención directa y “con corazón”, dio la oportunidad a decenas de profesionales a adquirir una formación y experiencia que dio como resultado, en unos años en los que no existía enseñanza reglada sobre estos problemas, a que los primeros y actuales Centros de Atención a las Drogodependencias se nutrieran de profesionales bien preparados en el abordaje de dicha problemática.

La depresión actual por la que esta pasando nuestro país donde casi nada ni nadie se está salvando” ( excepto los de siempre ), no puede ser un motivo para que un hecho tan grave como dramático (la posible desaparición de Hogar 20) pase desapercibida y hasta vista con naturalidad.

Los miles de granadinos a los que han ayudado durante años, las decenas de profesionales que se han dejado su tiempo, su saber y hasta su dinero y el ingente esfuerzo que Hogar 20 ha hecho por mejorar la vida de los más débiles no puede finalizar así.

Esa “carta” en la que piden ayuda urgente debe tener una respuesta solidaria de Granada y los granadinos. Ellos la han dado casi durante 30 años.

La crisis y las drogas: ¿está favoreciendo la disminución del consumo y del número de consumidores?

Si la “crisis” ha afectado a toda la sociedad en su conjunto ¿habrá afectado también a los consumidores de drogas y sus hábitos y de alguna forma a aquellos que venden las drogas?

Poco se ha dicho de éste tema en los últimos años. Parece como si el gran problema (las drogas) de nuestra sociedad de los últimos años hubiese desaparecido por la irrupción de la crisis y el paso a las primeras páginas de los periódicos de la evolución diaria del paro y sus consecuencias. Parece como si de un plumazo el gran problema de nuestra trastienda, las drogas y los drogodependientes hubiesen desaparecido. Sólo aparecen las drogas y la crisis asociado a Grecia.

Existen algunas cifras sobre cuál es nuestra situación actual del consumo de drogas, las demandas de tratamiento y especialmente del deterioro de nuestro sistema asistencial, quizás uno de los mejores de Europa hasta hace poco, en lo referente al tratamiento de las adicciones y la reinserción de los ex toxicómanos.

Los fondos destinados a ONGs, programas asistenciales, convocatorias de programas públicas y privadas y en general el gasto dedicado a prevención incluyendo la relacionada con el sida y otras enfermedades infecciosas se ha reducido en torno al 60% (Proyecto hombre) y en algunos casos han desaparecido totalmente.

En un informe sobre los efectos de la crisis en las drogas de Proyecto hombre en su boletín de Diciembre/Enero 2012, encontramos que “las demandas a tratamiento se han incrementado en un 35% en el último año (2011)”.

Sabemos que uno de los fines del consumo de drogas es escapar de la realidad diaria. Esto significaría un aumento en el número de consumidores. Por el contrario la reducción de la capacidad adquisitva del conjunto de la sociedad se ha reducido lo que por lógica influiría en la disminución del número de consumidores y de las cantidades consumidas.

Los que conocemos ésta realidad sabemos de la capacidad de adaptación a las distintas circunstancias de quien depende de una droga para “vivir” es absoluta. Esto nos lleva a diferenciar entre los adictos (que siempre encuentran una alternativa a su disminución económica) y los consumidores “normalizados” entre los que sí que se han producido cambios llevados por la necesidad y en la dirección de reducir el consumo, aumentar las demandas de tratamiento y alejarse de las drogas ilegales para entrar aún más en el mundo del alcoholismo como alternativa.

Según el informe de “Proyecto Hombre” el precio medio del conjunto de drogas ha disminuido entre un 10 y un 30%. En su informe diferencian entre los consumidores de clase media-baja y los que tienen un buen poder adquisitivo.

Los primeros, que en parte dependían de trabajos como la albañilería y derivados, el paro les ha llevado a cambiar de hábitos (que no a abandonar el consumo, cómo recurrir a la producción propia de marihuana).

Entre los segundos, consumidores mayoritarios de cocaína, se ha dado el salto de consumidores a vendedores para pagarse su consumo.

Siguiendo con los datos del informe, los tratamientos por alcoholismo han aumentado del 5’1% del total de demandas en 2008 al 13,1% en 2011. El alcoholismo ha aumentado de forma significativa entre los consumidores de cocaína, heroína y otras drogas. Las demandas por consumo de heroína han pasado del 5,9 % en 2008 al 17,5 % en 2011.

Ante ello, la pregunta es si la coyuntura actual, sin pretenderlo, está favoreciendo una disminución del consumo y del número de consumidores. Pero ello genera preguntas adicionales ¿y cambia el consumo, los vendedores y los tipos de drogas que se consumían antes de la crisis? Y ¿cuántas de estas, son demandas relacionadas con la situación económica actual y cuántas no?

LA MADUREZ DE LA METADONA (y II)

Después de presentar en la primera parte de éste post, de forma sucinta, cómo la metadona entró en la oferta terapéutica de determinados centros, en el abordaje de la dependencia a la heroína, hemos querido informar sobre cómo dicho medicamento, inicialmente dirigido a aliviar los procesos de desintoxicación para finalmente lograr el abandono total del consumo de opiáceos, llegó formar parte de la vida de muchos de ellos.

A partir de finales de los 90, el aumento del número de pacientes en el “Programa” así como la saturación de los servicios asistenciales por la gran demanda de tratamientos, junto al reinicio de muchos de ellos por la alta cantidad de recaídas y el hecho de que no todas estas personas afrontaban sus procesos con las mismas expectativas y objetivos, llevó a que los mismos, en el conjunto de las políticas y programas contra la droga, fuesen divididos en cuanto a los compromisos y obligaciones para con sus procesos terapéuticos en pacientes con “alta” o “baja” exigencia.

Aunque es un tema del que se ha hablado poco, las razones por los que eran asignados a uno u otro grupo, creemos que en definitiva respondían a la necesidad de optimizar los recursos existentes en esos momentos, el historial y evolución y especialmente y siempre desde nuestro punto de vista, por el agotamiento y frustración al que muchos estaban llevando a los profesionales que les atendían ante la falta de éxitos terapéuticos.

Creemos que esta “aleatorización” que no siempre se basó en análisis y evaluaciones profundas, llevó a que una parte de ellos fuesen considerados como crónicos y sin esperanza de que su situación pudiera cambiar en los años futuros.

Por otro lado, entre los de “alta exigencia”, estaban los que eran, aunque no de forma oficial, “respondedores” a las ofertas terapéuticas y para los que aún se confiaba que pudieran abandonar para siempre el consumo y en algunos casos dependientes “ no conflictivos”. Si bien es cierto que en muchos casos los perfiles se mezclaban y no estaba muy claro quien debía de asignarse a uno u otro grupo.

También es cierto, que entre esos crónicos y sin futuro, se encontraban “personas responsables” y con una evolución aceptable ( adherentes al programa de metadona y sin consumo de opiáceos no prescritos ). La mayor parte de estos pacientes de “baja exigencia” vieron como sus citas médicas se espaciaban en el tiempo, los controles de orina ya no eran periódicos y en definitiva se entendió que no necesitaban más seguimiento que el que los propios pacientes demandaban.

Gran parte de los actuales pacientes de los que hemos hablado anteriormente como “la tercera edad de la metadona” pertenecen a ésta época.

Aunque aún no hemos mencionado ninguna respuesta a la pregunta con la que cerramos la primera parte de este post ( ¿están nuestros servicios sociales y médicos preparados para éste perfil de pacientes ¿), nos ha parecido importante ampliar la información sobre quienes son y/o serán estos “jubilados”.

Durante los últimos años, ellos mismos o una persona responsable de su entorno (casi siempre un familiar) han retirado la metadona de los puntos que fueron asignados para dicha función. Los centros de salud, algunas ONG,S y en pequeñísimos casos de poblaciones pequeñas, en algún ayuntamiento.

Así han seguido durante años y ellos mismos se han ido reinsertando, llevando sus procesos de forma magnífica o catastrófica y en muchos de ellos, el propio devenir de los años y los cambios producidos en sus vidas han logrado que se auto-trataran llegando hasta el abandono total de su dependencia a todas las drogas: legales e ilegales.

Otros han “normalizado” sus vidas en lo laboral, familiar y social “pero” con la compañía de la metadona hasta la actualidad.

Podemos ver que la pregunta sobre la que inicialmente queríamos centrar el artículo era más una reflexión que una duda.

Sin embargo, en este momento en que todo el sistema de salud y social se tambalea y que afecta al conjunto de la población, no impide que veamos con “otros ojos” a estas personas que no siempre han sido ni son los únicos responsables de que cada mañana al levantarse deban tomar su dosis para poder hacer una vida medio normal.

Sus problemas de autoestima, su miedo a quien le recogerá la metadona el día que su madre muera, sus mentiras diarias para tapar ante sus hijos y familiares su dependencia y otras limitaciones que pueden llegar a condicionar su modo de vida, se verían aliviadas por el simple hecho de que su medicación pudieran encontrarla en una farmacia como todo enfermo y no en una cola de un determinado centro de salud en la que deben retirar, después de muchos años, sus pastillas junto a otros que aunque con los mismos derechos, no tienen nada que ver.

Un apoyo psicológico y psiquiátrico ( gran parte de ellos arrastran enfermedades mentales y casi en todos los casos portan una “patología dual”) adecuado a su especial situación y necesidad seria de agradecer.

En el aspecto económico, si bien en un principio ( y por el hecho de padecer enfermedades infecciosas) se les concedieron pensiones no contributivas que aún siendo pequeñas les ayudaban a sobrevivir, durante los últimos años y por una lectura restrictiva de la norma legal, se les han ido retirando y en muchos casos han acabado viviendo en la indigencia.

Y quizás por encima de todo y aunque los comentarios anteriores puedan ser los más llamativos, el hecho de vivir con una realidad oculta al resto de su entorno y al del conjunto de la sociedad, pueda ser lo que más daño les ha hecho.

Saber que en ningún trabajo aceptarían (con excepciones) a personas “adictas legales”, que no pueden compartir con nadie “su íntima verdad”, les hace aún mas vivir en la marginación.

Son en muchos casos tan normales como cualquier enfermo. Sólo que aún seguimos viéndolos como viciosos aunque hace años que lleven una vida mas sana que muchos de nosotros.

¿ Están nuestros servicios sociales y médicos preparados para atender a estas personas?.

Quizás junto a la anterior pregunta, habría que sumarle otra: ¿ Estamos toda la sociedad preparada para “respetar” a éstos, a los portadores del VIH, ….y en definitiva a todo el que no es igual que nosotros?.

La MADUREZ de la METADONA (I)


Oficialmente es 1985 el año en que la metadona comienza a ser utilizada en España como un agonista opiáceo para el tratamiento de los dependientes a la heroína, si bien no es hasta mediados de los 90 cuando su consumo «se democratiza» y su empleo pasa de ser residual a convertirse en el medicamento estrella en el tratamiento de un problema que cogió con el pié cambiado a instituciones y profesionales. Pocos en estos momentos sabían realmente lo que se avecinaba.

Han pasado alrededor de 25 años desde que los primeros drogodependientes y los profesionales que les atendían encontraron en ella uno de los «instrumentos» que más ayudaron a mejorar la calidad de vida y el control de su dependencia. En muchos casos marcó una línea entre la vida y la muerte en una época nefasta en la que las consecuencias del consumo de drogas eran más graves que las propias drogas que se consumían. Las enfermedades infecciosas y el sida se estaban llevando «por delante» a un gran número de jóvenes de ésta guerra no declarada.

El uso de éste medicamento era “un remedio” (años 80/90) sólo al alcance de quién los profesionales consideraban “enfermos terminales”. Era tal el respeto y/o miedo que los escasos especialistas en drogodependencias de esa época tenian por él que se consideraba “el último recurso”. El control del sida superó gran cantidad de tabús sobre la metadona, ampliando su prescripción y “democratizando” su dispensación.

Este retraso se vio con posterioridad que fue un error. Sólo favoreció que aumentara el deterioro de muchos de estos jóvenes y en algunos casos que tuviesen un final desgraciado.

Los reales decretos 75/90 y 5/96 abrieron la puerta a que miles de toxicómanos pudiesen beneficiarse de ella, comenzando así una remontada hacia el abandono casi total del consumo ilegal y una oportunidad para sus vidas.

Pronto se vio que la metadona no era ningún “medicamento milagro”. Producía una adicción, en muchos casos, de mayor duración e intensidad que la droga que combatía, la heroína. Así lo que pareció una solución “celestial” se convirtió en un gran problema. Se podía lograr el abandono del consumo de heroína, pero “retirar” a un paciente la metadona, era ahora un objetivo nada fácil.

Aquellos pacientes que entraron en los primeros P.M.M. ( programas de mantenimiento con metadona) tenian entonces entre 25 y 35 años. Muchos de ellos, en gran parte gracias a su buen uso, han sobrevivido durante estos últimos 25 años. También algunos de estos vieron que para poder realizar una vida “normalizada” debían seguir el tratamiento con este agonista opiáceo durante años. Hoy se acercan a los 50/60 años con este medicamento “como compañero”.

Sabemos poco de las consecuencias de su uso crónico. Nunca se pensó en el futuro de dicha medicación y menos de los pacientes consumidores de la misma.

Y aquí os dejamos una pregunta sobre la que intentaremos reflexionar: Qué pasará con esta generación de futuros jubilados que deberán de por vida seguir con dicho tratamiento.

¿Están nuestros servicios sociales y nuestro sistema de salud preparados para atender a estos “drogodependientes legales”?.

Uruguay y el cannabis

El proyecto de ley del gobierno uruguayo para regular la producción y venta de marihuana apunta a la «reducción de daños» en el consumo social de sustancias nocivas, como el cannabis, el alcohol o el tabaco.

Con la propuesta de legalización impulsada por el presidente José Mujica, se pretende «disminuir el riesgo del consumo de marihuana haciendo que en los lugares donde se pueda comercializar se hagan políticas de reducción de riesgos y daños».

La marihuana, según plantean las autoridades uruguayas, «representa uno de los temas más graves que existen, en el sentido de lo que genera, no en función de la violencia sino que la clandestinidad del consumo lleva al narcotráfico violento. Y eso es lo que se quiere cortar con la racionalización del uso y la estatización de la comercialización y venta del producto».

El texto -que tiene un único artículo- no especifica los mecanismos de regulación que serían utilizados de aprobarse la ley, pero desde el Gobierno uruguayo se ha insistido en que se aplicarían fuertes controles.

Datos oficiales señalan a la marihuana como la tercer droga más consumida por los uruguayos -detrás del alcohol y el tabaco- y se estima que unas 20.000 personas la consumen habitualmente, de un total de 3,3 millones de habitantes.

El presidente uruguayo, José Mujica, dice que si se aprueba su proyecto de reglamentar la venta de cannabis en el país, no se aceptará «un turismo consumidor» de marihuana.El plan de legalizar la producción y venta de marihuana «es para (resolver) los problemas de Uruguay.«Lo que estamos proponiendo no necesariamente es una receta que nos vaya a librar de esta plaga que se llama narcotráfico. Lo que queremos es ensayar otros caminos. Y nos parece que una cosa importante es tratar de arrebatarles el mercado. Porque por el lado represivo el mercado sigue caminando», «Nos parece que colocarlo arriba de la mesa, reglamentarlo, puede ser un mal mucho menor a lo que está pasando hoy».»Nosotros no defendemos la expansión del consumo de ninguna droga». Su idea es que la venta «se pueda hacer a través del sistema de salud global del Uruguay u otros mecanismos, pero que sea estrictamente controlado por el Estado», explicó el Presidente.

«Tiene el inconveniente de que supone la identificación, y eso es fundamental primero para saber que son uruguayos, segundo para poder inducirle (al consumidor) a que se trate en el caso de que su consumo se considere desde el punto de vista médico exagerado». Añadió que además se buscará que el cannabis tenga «trazabilidad» para dificultar su venta al exterior.